domingo, 3 de julio de 2011

BIOÉTICA Y BIOTANASIA

CREACIÓN Y DESTRUCCIÓN DE VIDAS HUMANAS. BIOÉTICA Y BIOTANASIA


INTRODUCCIÓN


Si busca usted la palabra biotanasia en los diccionarios no la encontrará y si pregunta por ella en Internet piensan que debe usted estar equivocado o equivocada y responden que quizás lo que está buscando es la palabra biogénesis. Pero no se desanime porque seguidamente aparece este neologismo asociado a su autor y al significado del mismo por relación a la bioética. Hecha esta aclaración voy a intentar decir brevemente qué es la biotanasia teniendo a la vista los gravísimos problemas que ésta plantea en relación con el trato dispensado a la vida humana en el contexto de la bioética. Para ello dedico el capítulo primero, como es lógico, a explicar lo que es la bioética lo cual nos ayuda después a definir la biotanasia en el capítulo segundo como el reverso negativo de la bioética asociado a las prácticas nazis y la cultura de la muerte.

Por extraño que pueda parecer a las personas más sensatas y responsables, las actividades científicas y biomédicas específicas de la biotanasia han logrado una cobertura legal favorable en los cuerpos legislativos y muchos comités de ética sanitaria por lo que cabe hablar con toda propiedad de biotanasia de Estado, de la que hablaremos en el capítulo tercero. Por otra parte, la destrucción de vidas humanas se ha convertido en una rutina en el ámbito de las técnicas de procreación humana de laboratorio, lo cual nos permite hablar de biotanasia reproductiva. En consecuencia, recordamos las líneas maestras de esas técnicas en el capítulo cuarto con el fin ayudar a reflexionar a quienes se decidan a traer hijos al mundo de una forma realmente humana y responsable evitando incurrir en la biotanasia. Pero la biotanasia es una mala hierba que crece gloriosamente en un caldo de cultivo cultural específico de la segunda mitad del siglo XX. ¿Cómo es posible justificar la destrucción de vidas humanas inocentes, débiles e indefensas alegando pretextos científicos, políticos, terapéuticos y mercantiles. La respuesta a esta gran pregunta no resulta difícil encontrarla si tenemos en cuenta el fenómeno acelerado de travestismo axiológico, o perversión de valores, que ha tenido lugar durante las últimas décadas y de ello hablaremos brevemente en el capítulo quinto. En el capítulo sexto y último indicamos algunas pistas o criterios de acción práctica contra la biotanasia de Estado. Está en juego la vida de los más débiles e indefensos y las formas de colaboración política en el maltrato y eventual destrucción de la misma. Por ejemplo, ¿cómo votar responsablemente en democracia en nombre de la vida humana, del sentido común, de la ciencia verdadera y del uso correcto de la razón? ¿Cómo desafiar democráticamente al despotismo del poder político y del capitalismo salvaje que amenazan y destruyen esas vidas? Y todo ello teniendo presentes los datos más granados de la ciencia en el campo de la biología celular y del genoma humano.

Las breves páginas que siguen son una invitación a la sensatez y la cordura en un momento singular de la historia en el cual la primacía de la lucha sin cuartel por la vida de las personas más débiles e indefensas desde el seno de sus madres parece haber perdido su protagonismo natural, el cual tiende a ser sustituido por una cultura artificial polarizada en la muerte científica con el apoyo legal de las instituciones administrativas, políticas y sanitarias. Para mayor abundancia el lector queda remitido a mi obra Bioética y biotanasia (Ed. Vision Libros, Madrid 2010) en la cual encontrará la trayectoria que he seguido hasta llegar a las sustantivas conclusiones prácticas que se sugieren en este nuevo y pequeño producto editorial sobre la bioética como amor y canto a la vida humana y desafío a la biotanasia como promoción sofisticada y mercantilizada de la muerte.


CAPÍTULO I. QUÉ ES LA BIOÉTICA


Existe gran confusión en la forma de entender el término bioética en el orden académico y en la praxis biomédica actualmente dominante. Por ello es obligado que hagamos algunas precisiones conceptuales con la esperanza de que puedan contribuir a aportar alguna luz en la oscuridad. La importancia del asunto no es menor ya que está en juego la forma de entender y tratar la vida humana en los momentos más críticos de nuestra existencia terrenal.


1. UN NOMBRE AFORTUNADO

El término Bioética (del griego bios = vida, y ethos = ética) es un neologismo que etimológicamente significa ética de la vida, o también ética de la biología. Una de las batallas de la bioética va a consistir precisamente en determinar a qué clase de vida se refiere la bioética, o si ha de aplicarse a alguna especie de vida en particular. Este nombre lo utilizó por primera vez en 1970 el oncólogo Van Rensselaer Potter en un artículo titulado «Bioethics: The science of survival» (Bioética: la ciencia de la supervivencia). En 1971 lo consolidó en una monografía titulada «Bioethics: bridge to the future» (Bioética: puente para el futuro). Bajo la denominación de bioética Potter propuso la creación de una nueva disciplina intelectual cuyo objeto formal sería el problema de la supervivencia de la humanidad sirviendo de puente entre la ética clásica y las ciencias de la vida tomando la vida en el sentido más amplio de la palabra.

Con el término bioética evocaba Potter los problemas que el desarrollo de la tecnología planteaba con el noble propósito de superar la ruptura entre la ciencia, la tecnología biomédica y el humanismo. Potter fue muy sensible ya en la década de 1970 a la asimetría existente entre el desarrollo tecnológico que otorga al hombre el poder de manipular la intimidad del ser humano y alterar el medio ambiente de forma irresponsable. En esto nos estaríamos jugando nuestro propio futuro. La bioética surgió así como el intento de establecer un puente entre las ciencias experimentales y las humanidades. A la bioética debería asignársele el proyecto de formular los principios que permitan afrontar responsablemente a nivel global las posibilidades que nos ofrecen las nuevas tecnologías avanzadas impensables hasta tiempos recientes.

El obstetra André E. Hellegers introdujo el término bioética en el campo académico y biomédico así como en la administración pública y en los medios de comunicación. En el curso académico 1971-1972 programó la nueva disciplina denominada Bioética para la Georgetown University de Washington con un enfoque más restringido que el sugerido por Potter. Actualmente no cabe duda de que el acuñador literario del término bioética fue Potter y que Hellegers lo sistematizó y divulgó académicamente y en los medios de comunicación.

El hechicero neologismo prendió como fuego en estopa asociado a las instituciones técnicas y académicas comprometidas con los asuntos de la reproducción humana, de la experimentación científica y de sus aplicaciones más revolucionarias en el campo de la salud. La bioética se impuso así en la comunidad científica como el nuevo traje literario de una nueva disciplina humanística destinada a establecer una racional y precavida participación de los científicos en los procesos de evolución biológica y cultural más fronterizos.

Bio, explicaba Potter, se refiere al conocimiento biológico, a la ciencia de los sistemas vivientes. Ética, en cambio, representa el conocimiento de los sistemas humanos de valores. Bioética, pues, se referiría a una disciplina racional aplicada a los procesos vivos. El término bioética fue acuñado por Potter atribuyéndole un significado muy amplio que será recortado por Hellegers y los profesores de la Georgetown University. Otro personaje clave para entender la polarización del enfoque actual de la bioética por parte de los moralistas se llama H. Tristram Engelhardt. Sobre la importancia de estos tres autores me he pronunciado ya críticamente en otras ocasiones (por ejemplo, en Bioética. La nueva ciencia de la vida, Madrid 2000) poniendo de relieve sus méritos pioneros y defectos interpretativos sobre lo que debe ser la bioética en el contexto de las ciencias de la vida.

Por lo que se refiere al uso del término en relación con su actual contenido doctrinal, recordemos también que las bases de la nueva disciplina habían sido ya puestas por Daniel Callahan y Willard Gaylin allá por la década de los años sesenta en el contexto fundacional del Hastings Center neoyorquino, donde se prestó especial atención a los problemas éticos que se planteaban por aquellas calendas de forma dramática en el campo de la investigación científica y de la experimentación biomédica. Antes de la explosión actual de la manipulación genética se empezaron a denunciar abusos clamorosos en el campo de la experimentación con seres humanos. La bioética nació así al rescoldo de estas experimentaciones como guardiana del futuro del hombre en la naturaleza. Pero una cosa es buena intención y otra la realidad de los hechos, como veremos en las páginas siguientes.


2. CONSOLIDACIÓN DE LA BIOÉTICA

La consolidación de la bioética ha sido ascendente y gloriosa a pesar de los temores iniciales y los sustos constantes que provoca. La prueba más evidente de esa triunfal consolidación la tenemos en su rápida y sólida institucionalización en los programas de investigación científica y académica así como su repercusión en las instituciones legislativas y sanitarias. Los programas de investigación relacionados con la bioética consiguen las ayudas financieras más generosas, los centros universitarios se apresuran a introducir en sus planes de estudios la nueva y fascinante disciplina y las reformas sanitarias más revolucionarias se están llevando a cabo bajo la inspiración de lo que piensan y opinan los bioeticistas más influyentes. La década de los años 1960 fue decisiva. En las universidades católicas se extremó la sensibilidad por las cuestiones biomédicas y su trato pastoral.

Ante los avances de la biología y la experimentación creciente con seres humanos surgió la gran cuestión sobre la salvaguardia de los valores humanos en el campo de la medicina y de la asistencia sanitaria. En la base de esta preocupación están los numerosos y específicos discursos de Pío XII a los médicos y al personal sanitario. Sin olvidar las prácticas nazis como motivo caliente de revulsión todavía por aquellas calendas. Con razón esta época ha sido considerada como la prehistoria o primera piedra invisible de la actual bioética.

Hemos dicho que el acuñador del término bioética fue Van Rensselaer Potter y que el diseñador académico efectivo y divulgador del mismo en los medios de comunicación fue André Hellegers. El equipo académico pionero, pilotado por Hellegers, tuvo la oportunidad de debutar como promotor de la bioética en la Universidad de Georgetown de Washington a partir de 1971, cuando se creó en aquella universidad el Instituto para el Estudio de la Reproducción Humana y la Bioética bajo el patrocinio de la Fundación J. P. Kennedy. El centro de bioética de dicho instituto fue confiado a la dirección del teólogo protestante Leo Walters en el ámbito de la Facultad de Medicina y de Filosofía.

Los estudiosos y profesores de este centro alcanzaron rápidamente prestigio por el enfoque interdisciplinar de sus trabajos, en los que se afrontan los problemas humanísticos desde la medicina y la biología, la sociología y la filosofía así como del derecho y la teología. Sin embargo, no es arriesgado decir que la primera piedra en la construcción de la bioética como nueva disciplina académica fue el Hastings Center de Nueva York, fundado en 1969, donde se organizaban, ya a comienzos de la década de 1970, sesiones constantes de estudio con publicaciones pioneras, entre las que destaca la revista bimestral The Hastings Center Report.

La bioética como disciplina académica aparece ya orgánicamente estructurada a partir de junio de 1971 y las primeras publicaciones aparecidas en el Report son fundamentales para conocer a los bioeticistas pioneros y el enfoque de sus estudios. El interés de estos trabajos saltó a los medios de comunicación al tiempo que algunos de ellos fueron reeditados y usados como material didáctico. Todo esto fue un éxito imprevisto que sorprendió a algunos de los autores emblemáticos como Daniel Callahan y Willard Gaylin.

Al éxito académico y social de la bioética contribuyeron decisivamente la ayuda económica de la Rockefeller Foundation y la introducción del término bioética como referencia de base en las bibliotecas y centros de documentación. Tres años después de la aparición del término bioética en los dos trabajos mencionados de Potter, dicho vocablo se había consolidado definitivamente en el uso público.

El documento emblemático de esta consolidación es el realizado por la National Commission for Protection of Human Subjects of Biomedical and Behavioral Research (1974-1978). Aquí se encuentran ya un proyecto de metodología casuística para la nueva disciplina así como los principios de autonomía, justicia, beneficencia e interdisciplinaridad, que serán adoptados ciegamente después como dogmas intocables. A pesar de todo, algunos bioeticistas de la primera hora se mostraron reticentes a utilizar la palabra bioética en sus escritos.

Daniel Callahan, por ejemplo, confesó en una ocasión su rechazo deliberado del ingenioso neologismo en sus escritos para mantener el término ética como punto de referencia fundamental. A su entender, bajo la denominación de bioética se estaban tratando asuntos esencialmente éticos relacionados con las ciencias de la vida. Lo que ocurría es que la palabra bioética resultó ser un término simple, de fácil comprensión y sobre todo instrumentalizado por los medios de comunicación social por su plasticidad y atractivo para el consumo público. Ca¬llahan encontraba más motivos psicológicos que de significado para explicar el éxito alcanzado por el término bioética.

Antes del bautizo potteriano de la nueva disciplina es justo recordar los siguientes hechos y acontecimientos biomédicos y culturales que marcaron la marcha de la bioética. Por ejemplo, la aparición en la revista Life Magazin en 1962 de un artículo sobre los criterios de selección de los candidatos a receptores del tratamiento de hemodiálisis renal. ¿Qué criterios seguir para establecer las razones preferenciales de aplicación de esa reciente técnica biomédica renal? ¿A quiénes corresponde tomar esas decisiones?

Aparición de unos artículos muy polémicos en el News England Journal of Medicine en 1966 en los que se reflejaba una tendencia a abusar de la experimentación científica en la línea de las brutales experiencias de los nazis en los campos alemanes de concentración. Los criterios de eficacia, productividad y originalidad parecían suplantar a las razones éticas, sobre todo tratándose de grupos humanos más débiles y vulnerables, como los niños discapacitados y las personas de raza negra. De hecho estas y otras cuestiones asociadas quedarán englobadas después en el área de la bioética.

En 1967 el Dr. Christian Barnard realizó el primer trasplante de corazón humano de la historia. Este hecho biomédico asestó un duro golpe a la leyenda mítica del corazón y suscitó serios problemas éticos sobre el consentimiento del donante y más aún sobre la determinación de la muerte del mismo, la extracción y trasplante a los cardíacos desahuciados para usarlo.

En 1975 la joven norteamericana Karen A. Quinland se encontraba en estado de coma presuntamente irreversible y sus padres pidieron a la dirección del hospital que se le retirara la respiración artificial que la mantenía viva. El resultado final de esta sorprendente petición paterna fue el reconocimiento legal por parte del Tribunal Supremo de N. Jersey en 1976 del «derecho a morir en paz y con dignidad» a la joven Karen. Este caso fue como una bomba de relojería que hizo saltar el debate actual sobre la eutanasia.

En 1981, el debate sobre la eutanasia encontró un nuevo incentivo en el caso Baby Doe. Este neonato mongólico con complicaciones del esófago necesitaba ser quirúrgicamente intervenido, a lo cual un hospital de Indiana se negó. Con estos casos el caldo de cultivo de la bioética alcanzó una temperatura emocional muy alta. Por último, con la decisión de la Biblioteca del Congreso Norteamericano en 1974 de adoptar este término como encabezamiento de una nueva serie de literatura ética y científica y la opción final de T. Reich por editar la Encyclopedia of Bioethics, la consolidación literaria de la bioética quedó definitivamente asegurada y se difundió vertiginosamente por el mundo entero.

Por lo que se refiere al contenido doctrinal de la nueva disciplina fue decisiva la Carta de los Derechos de los Enfermos para los hospitales norteamericanos en 1972. En este documento se afirmaron como derechos fundamentales de los enfermos el derecho a la vida, a la asistencia sanitaria, a ser informados y a la muerte digna. De hecho, la clásica ética de abolengo secular hipocrático y presuntamente paternalista sufrió un duro golpe con la introducción del llamado «consentimiento informado» en favor de la libre decisión de los enfermos a la hora de tomar decisiones clínicas en base a su estado de salud o enfermedad. La última palabra no la tiene ya el galeno sino el enfermo en el ejercicio de su libre voluntad. La institución tal vez más representativa de este cambio de mentalidad ha sido la proliferación de los Comités Éticos en las instituciones sanitarias. En el siglo XXI la bioética tiene la exclusiva del futuro genético de la humanidad, que los científicos tratan de controlar mediante incursiones sobre el Genoma. En el terreno de la reproducción humana los últimos resultados de las técnicas de clonación de animales y su aplicación a la clonación humana autorizan a pensar que la bioética es un campo sin puertas en el que cosas que en el pasado pertenecían a la ciencia ficción en un futuro próximo entrarán a formar parte, para bien o para mal, de la realidad cotidiana y vulgar. En cuestión de poco tiempo los estudios de bioética se dispararon perfilándose posturas y actitudes frecuentemente irreconciliables sobre la forma de tratar a la vida humana.

Por otra parte los medios de comunicación social se hacen diariamente eco de las noticias más sensacionales relativas a la bioética. Cualquier persona interesada por las investigaciones y prácticas que se llevan acabo en el ámbito de la bioética sólo tiene que darse un paseo por la Web y quedará asombrada del volumen de información y propaganda que circula por la Red con programas de acción, centros especializados y precios por los servicios ofertados. Este es el aspecto positivo. El aspecto negativo consiste en la falta de reflexión seria sobre esas gravísimas cuestiones. Lo que está en juego es el trato que se ha de dar a la vida humana desde su concepción hasta su ocaso natural. Pero en la Red, insisto, la reflexión seria sobre el valor de la vida humana en los momentos críticos de la existencia es relativamente muy escasa con predominio de los aspectos meramente descriptivos, económicos y legales.


3. ¿BIOÉTICA, BOTÁNICA O VETERINARIA?

Entre los expertos de la bioética entendida en sentido amplio lo más corriente es no reconocer la diferencia sustancial existente entre la vida vegetativa, animal y humana. La mayoría de ellos ni siquiera se plantean la cuestión y aquellos que lo hacen dicen que no hay diferencia sustancial ninguna entre las diversas especies de vida. Es obvio que la vida de un rosal es distinta de la vida de un conejo y de un hombre. Pero, según ellos, esa diferencia no sería mayor que la que hay entre los árboles de un bosque donde hay muchas especies de árboles. Sustancialmente un castaño no se diferencia de un negrillo, de un pino o un nogal. Igualmente la vida de esos árboles no se diferencia sustancialmente de la vida de un carabao o de su propietario. Por esta razón, los que así opinan no hacen ascos en tratar a las personas en el contexto de la bioética como si fueran plantas o animales. O lo que es igual, manipulando y eventualmente destruyendo vidas humanas alegando pretextos científicos, terapéuticos y humanitarios confundiendo la bioética con la botánica y la veterinaria. En este sentido la tendencia es a tratar a las personas en el contexto de la bioética con las mismas técnicas de biotecnología que en botánica y veterinaria. Por ejemplo, produciendo fetos humanos “in vitro” para ser utilizados con fines científicos o terapéuticos, asumiendo que tales fetos han de ser manipulados y destruidos.

Estas operaciones, que en sí mismas son legítimas en el campo de la botánica y de la veterinaria, son aplicadas a las personas como quien se bebe un vaso de agua realizándolas de acuerdo con unas normas legalmente establecidas. Es así como la bioética termina convirtiéndose en un capítulo avanzado de la botánica y la veterinaria. El dicho popular “somos tratados como animales” se cumple gloriosamente en la bioética. Con un poco de sentido común y dos dedos de frente pronto nos damos cuenta de que esta confusión de bioética, botánica y veterinaria es absolutamente inadmisible, como veremos en el apartado si

Pienso que lo epistemológicamente correcto es que la bioética quede encuadrada en el contexto de las ciencias de la vida. Este enfoque ayuda a establecer los criterios éticos más adecuados a la naturaleza de cada intervención biomédica sobre la vida humana sin confundir churras con merinas. Quiero decir, sin confundir la dignidad humana con la vida de las plantas y de los animales. Tanto la biotecnología como la bioética quedan así bajo el punto de mira de la ética racional de la cual reciben los principios que sirven de inspiración para establecer los juicios de valor ético-jurídicos correctos para ambas disciplinas. Mientras la biotecnología queda referida a las especies de vida inferiores al hombre, la bioética nos pone inmediatamente frente a la vida humana en situaciones críticas, susceptible de ser tratada con técnicas biomédicas avanzadas. La ética se reserva la discusión de los principios del obrar humano y la bioética los aplica en la ejecución de las técnicas biomédicas más avanzadas en el ámbito de la vida humana. De esta forma la bioética se decanta de la botánica y la veterinaria asumiendo la diferencia sustancial entre la vida humana y la vida de las otras especies inferiores. La bioética, en efecto, comparte aspectos comunes con la biotecnología pero sin menoscabo de su objeto específico propio que es la vida humana. De esta forma la bioética tiene entidad propia distinta formalmente de la botánica y de la veterinaria en tanto que está en función inmediata y directa de los seres humanos y sólo indirectamente de las especies vegetales o animales.

4. DEFINICIÓN TÉCNICA DE LA BIOÉTICA

Definir una cosa es como fijar las lindes de una propiedad con el fin de que cada cual sepa lo que tiene en común con los demás y lo que le es propio en exclusiva. Las definiciones de las cosas son como los mojones de las propiedades. Existen ya muchas definiciones operativas de la bioética de las que me he ocupado en otras ocasiones. Propongo aquí aquella que considero más objetiva y realista poniendo los mojones indispensables para evitar la confusión de la bioética con la botánica y la veterinaria. De esta forma hacemos lo que está de nuestra parte para evitar que las personas humanas sean tratadas en bioética como si fueran poco más que bellas plantas o animales de raza.

En la presente definición se recogen los aspectos positivos de muchas de las ya existentes excluyendo sus fallos, siendo el principal de todos ellos la identificación práctica de la bioética con la biotecnología, la botánica y las prácticas veterinarias.

Para evitar este error imperdonable proponemos la definición siguiente: BIOÉTICA ES LA ÉTICA DE LA VIDA HUMANA EN CUANTO QUE ES TRATADA CON TÉCNICAS BIOMÉDICAS AVANZADAS, EN TODAS SUS ETAPAS EXISTENCIALES DESDE EL MOMENTO DE LA FECUNDACIÓN HASTA LA MUERTE NATURAL, RESPETANDO SU DIGNIDAD O VALÍA ONTOLÓGICA Y PROMOVIENDO SU CALIDAD. Esto dicho así puede parecer difícil de entender pero no tanto si desglosamos el significado exacto de las palabras.

ÉTICA DE LA VIDA HUMANA

Etimológicamente bioética significa ética de la vida. Pero en la mayor parte de las definiciones existentes la ética ha pasado a ser subsidiaria de la bioética. En el mejor de los casos la ética es considerada como un capítulo de la bioética. Razonablemente hablando no es aceptable esta “perversión” de la bioética. Lo correcto razonablemente es asumir que la ética sea la matriz epistemológica de la bioética y no al revés. Lo contrario ha conducido a muchos a desvincular la investigación científica con seres humanos y las prácticas biomédicas del control de la razón, de la ley natural y más aún de la reflexión teológica sobre la vida.

Por otra parte, nadie pretende que la vida no sea el centro de atención de la bioética, pero muchos no especifican a qué especie de vida se refieren. En algunos casos es obvio que toman la vida en sentido universal y unívoco, metiendo a la vida humana en el mismo saco que la vegetal y animal. Con lo cual terminan confundiendo la bioética con la botánica y la veterinaria. Otros autores, con razón, ponen en primer término la vida humana, como objeto principal del estudio y de las prácticas biomédicas, pero no hacen ascos en añadir otras cuestiones de carácter zoológico y ecológico, con lo cual terminan confundiendo la bioética con la biotecnología pura y dura. Lo razonable y correcto es afirmar que el objeto propio y específico de la bioética es la vida humana en directo y todas las acciones científicas, farmacológicas y médico- sanitarias relacionadas con ella. De esta manera se despeja la confusión entre bioética y biotecnología, lo que evita la tentación de tratar la vida física del hombre como chatarra de experimentación científica y especulación económica. La experimentación científica con seres humanos, por ejemplo, no se puede llevar a cabo lo mismo que con ratas. Ni parece razonable que la procreación humana se lleve a cabo como si la especie bovina y la humana fueran la misma cosa. Para evitar estas lamentables confusiones aclaramos que la especie de vida que constituye el objeto formal de la bioética es la vida humana en directo así como las investigaciones y acciones biomédicas ordenadas a ella.

TRATADA CON TÉCNICAS BIOMÉDICAS AVANZADAS

Por ejemplo, las técnicas de ingeniería genética que se están llevando a cabo en el conocimiento y trato del genoma humano así como las técnicas de fecundación in vitro y clonación humana. Rigurosamente hablando, el término bioética evoca esas y otras técnicas similares desconocidas en el pasado. Por supuesto que los buenos servicios de las comadronas tradicionales también son bio¬ética y también los de los misteriosos boticarios. Pero hay que reconocer que el término bioética se aleja cada vez más de esas prácticas de ética vulgar y corriente. Consideramos que las técnicas biomédicas avanzadas, apoyadas a veces por ideologías malsanas, han sido el detonante histórico decisivo de la institución científica y social de la bioética en sentido estricto.

EN TODAS SUS ETAPAS EXISTENCIALES
Para legitimar con leyes las prácticas abortivas y con el pretexto de promocionar la investigación científica, se han elaborado conceptos preocupantes sobre la naturaleza del embrión humano. Por ejemplo, se habla de fetos viables y no viables, embrión, pre-embrión, antes y después de la anidación del óvulo fecundado, antes y después de los 14 días de la fecundación, enfermedad irreversible, clonación terapéutica y tantas otras expresiones eufemísticas o biensonantes.

Yo pienso que esa fijación de etapas en la historia de un ser humano, desde que es encendido a la vida mediante la fecundación es necesario desde el punto de vista cognitivo. El conocimiento humano de la realidad, en efecto, se realiza gradualmente por etapas, distinguiendo los diversos aspectos de la realidad para después analizarlos, sintetizarlos, razonarlos y deducir las conclusiones prácticas humanamente aceptables. Pero, por desgracia, no es éste el caso cuando muchos expertos en bioética hablan de etapas en la historia de los embriones humanos o de la vida antes y después de nacer. La realidad es que con esas finuras dialécticas lo único que pretenden es auto-justificarse para atentar contra la vida humana desde su irrupción inicial en la existencia. Esta actitud la hemos apreciado claramente durante los procesos de legalización del aborto y se fortalece cada día más bajo pretextos de investigación científica con embriones humanos. De ahí la necesidad de que la bioética, ya por definición, no se convierta en un aval de esas prácticas mortíferas en ninguno de los momentos existenciales de un ser humano. No se puede hablar en el contexto de la bioética de progreso humano y sentimientos verdaderos de humanidad cuando no se respetan todos los momentos históricos de un individuo humano desde que es encendido a la existencia hasta so ocaso natural.

RESPETANDO SU DIGNIDAD HUMANA Y PROMOVIENDO SU CALIDAD

Quiero decir que cada vida humana concreta es un valor en sí mismo cuya excelencia y superioridad respecto de los demás seres a nuestro alcance no puede ser cuestionada por nadie. El hecho mismo de haber sido encendidos a la vida nos hace dignos o merecedores de que nuestra vida individual sea respetada por todos. El fundamento ontológico de la dignidad humana es connatural al hecho mismo de existir. Por lo mismo, ninguna persona humana tiene necesidad de justificar su existencia, por más que ésta sea dolorosa o infeliz. Igualmente, nadie en particular ni ninguna institución social tiene derecho a poner precio a la vida de los demás. El hecho mismo de existir es un valor en sí mismo, que, como una fecunda semilla, se desarrolla o se deteriora después, pero jamás desaparece mientras está encendida la luz de su vida, aunque sea en un voltaje vital de mínimos.

El derecho de cualquier ser humano a seguir existiendo viene dado por la existencia misma y no por el reconocimiento de sus semejantes. De ahí que nadie está investido de poder para poner precio o decidir la suerte de la vida de los demás. El no reconocimiento de este principio elemental está en la base de todas las violaciones de derechos humanos. No se puede hablar de respeto a la dignidad humana donde se prejuzga o no se acata el simple y elemental hecho de vivir de los demás. Por lo mismo, tampoco puede invocarse el parecer de los demás para estipular la calidad básica de vida de una persona. Lo primero de lo que cualquier ser humano es digno es de que se le reconozca lo que por naturaleza le es debido cual es el valor troncal de su vida.

Es obvio que, biológicamente hablando, la calidad de vida de un discapacitado físico profundo es inferior a la de un superman o miss universo. Pero es igualmente cierto que la calidad humana y ética de una persona no se mide con parámetros biológicos o de expresividad. Aplicando ese criterio habría que reconocer más dignidad a un toro sano de raza brava que a muchas personas. Por eso, en la medida de nuestras posibilidades humanas, tenemos que tratar de curar a los enfermos y ayudar a vivir a los más necesitados hasta que la muerte por sí misma se los lleve de este mundo sin ser provocada por nadie. A los enfermos hay que ayudarlos a vivir y no provocar su muerte o ayudarlos a que se maten ellos a sí mismos.

LA CALIDAD DE VIDA HUMANA QUE SE HA DE PROMOVER CON LA BIOÉTICA IMPLICA:

Aceptación incondicional de toda vida humana en cualquiera de las etapas de su desarrollo, aunque no corresponda a los cánones predominantes de perfección en una cultura o personalmente más deseables. Lo contrario conduce al racismo selectivo. Prevención de defectos genéticos con finalidad terapéutica y no zanática, como ocurre cuando se practica el diagnóstico prenatal con intenciones abortistas.

Promover el saneamiento hereditario mediante análisis previos de los potenciales padres antes de lanzarse a la aventura de procrear de forma irresponsable. Con el paso del tiempo el chequeo de la capacidad reproductiva del hombre y de la mujer antes de lanzarse a la aventura de tener hijos con defectos genéticos previsibles será más sencillo e inocuo de llevar acabo de forma ética y responsable.

Cuidar con amor a los enfermos, sin discriminarlos por razón de la edad o de sus enfermedades ofreciéndoles todas las posibilidades biomédicas disponibles sin esfuerzos heroicos innecesarios o inútiles. En este orden de cosas la tentación de fijar la edad de los pacientes para ser admitidos o rechazados en los centros sanitarios es una monstruosidad ya que cada enfermo debe ser tratado individualmente en razón de sus necesidades y no en función de criterios legales inspirados en la mayor o menor rentabilidad financiera del paciente o de discriminación por razón de la edad.

Aliviar el dolor y el sufrimiento de las personas sufrientes con la ayuda de calmantes debidamente administrados bajo control médico reforzados con el apoyo moral y espiritual. La mejor bioética es la del amor. Por último, no prejuzgar jamás la presunta valía o minusvalía de la vida de nadie. Cuando estas condiciones no son respetadas la bioética degenera en biotanasia. Lo que debería ser amor a la vida se hace cómplice del culto a la muerte.

Lo que termino de decir puede resumirse diciendo que la bioética en sentido estricto es una ciencia nueva que trata de aplicar los grandes principios de la ética a las ciencias de la vida humana desde el momento de la fecundación hasta la muerte natural. La novedad respecto de la ética médica clásica y todas las actividades relacionadas con la salud consiste en los avances que se han llevado a cabo en el campo de la investigación biomédica, del conocimiento del genoma humano y la sustitución del sexo reproductivo por técnicas de laboratorio análogas a las que se aplican en botánica y veterinaria. Estas novedades son las que han dado lugar la bioética como una dimensión nueva de la ética clásica referida a toda acción humana realizada de forma razonable y humana. En este sentido la bioética no sustituye a la ética sino que se convierte en el capítulo más importante de la misma por el solo hecho de tratar de la vida humana en sus momentos más críticos aplicando nuevas técnicas biomédicas hasta hace poco tiempo desconocidas.

5. LAS GRANDES CUESTIONES DE LA BIOÉTICA

A comienzos del siglo XXI cabe hablar ya de ámbitos y problemas fundamentales de la bioética. Existe una bioética general que se ocupa de los valores y principios éticos de base que han de inspirar las acciones propias de la bioética. Son aquellos que se formulan o proponen desde los diversos sistemas de ética filosófica y teología moral relativos al comportamiento humano. Luego está la aplicación práctica de esos principios a los casos concretos de la vida bajo el perfil biológico, médico y jurídico. Es lo que se llama bioética aplicada o especial. Es obvio que la praxis biomédica en el campo de la bioética práctica depende del enfoque antropológico adoptado en la bioética general o de los principios éticos en los que se inspira. Por lo que se bioética, cabe destacar los siguientes:

- Área de la Genética humana y de la farmacología: se extiende al conocimiento del genoma humano, las biotecnologías farmacológicas, la terapia génica, la clonación de seres humanos, producción de embriones y utilización de las denominadas “células madre”, troncales o estaminales.

- Área del embrión humano: producción artificial de embriones humanos para fines científicos o terapéuticos, diagnóstico prenatal y aborto, intervenciones diversas con embriones humanos como la congelación y crio-conservación, con o sin trasplante de los mismos.

- Área de la procreación humana: sexualidad y transexualidad, técnicas de inseminación in vitro y derivadas o asociadas, anticoncepción, esterilización, técnicas y prácticas abortivas.

- Área de la vida humana en la fase terminal: dolor y ensañamiento terapéutico, cuidados paliativos y eutanasia, muerte encefálica y trasplantes de órganos. En cada una de estas áreas se producen constantemente novedades importantes, sobre todo en el área del embrión y genoma humano y de las técnicas de procreación humana de laboratorio. En cualquier caso el blanco de los estudios más apasionantes es el embrión humano. Muchas veces la cuestión de la vida en bioética está condicionada por la naturaleza y el trato reconocido al embrión humano en los diversos modelos de bioética dominantes. El asunto es grave y por ello recordaremos en el capítulo último los datos científicos más granados existentes sobre el estatuto del embrión humano como respuesta a las ideologías y los intereses políticos que tratan de legitimar la biotanasia en el contexto de la bioética.


CAPÍTULO II. QUÉ ES LA BIOTANASIA

De lo que termino de decir en el capítulo anterior cabe deducir que la mejor definición práctica de la bioética es el amor a la vida. Veamos ahora cómo y de qué manera la biotanasia es el reverso negativo de la bioética que nos lleva derechamente al desamor y destrucción de vidas humanas.


1. BIOTANASIA CONTRA BIOÉTICA


Corría el año 1970 cuando el oncólogo Van Rensselaer Potter trataba de poner un buen título al artículo que terminaba de escribir para su publicación y lo formuló así: “Bioethics. The science of survival. Así apareció por primera vez en la historia el término Bioética. En el año 2000 trataba yo también de encontrar una palabra con la cual significar todas las formas de destruir la vida humana, introducidas en el contexto de la bioética, y me pareció que la más adecuada era la palabra BIOTANASIA. Este término lo utilicé por primera vez como neologismo en un artículo titulado Genómica y biotanasia en la revista Studium 40 (2000/3) 491-537. En el año 2004 apareció de nuevo en mi obra La bioética y los hijos del futuro (Madrid, Ed. Vision Net) y en el año 2008 no dudé de que este término era el más adecuado para lo que lo había acuñado. En consecuencia, lo utilicé una vez más con la intención de consolidarlo de forma definitiva en un artículo titulado Bioética y biotanasia, el cual fue publicado también en la revista Studium 48 (2008/2) 239-275.

En abril del 2008 recibí una invitación desde la ciudad de Oradea, Rumania, para hablar de los problemas de la bioética a una asociación de médicos, y aproveché aquella oportunidad para profundizar con aquellos profesionales en el significado del término biotanasia como el reverso negativo de la bioética. Dado el interés suscitado por el significado práctico de este neologismo y su divulgación preferencial en Internet me ha parecido conveniente retomar el tema para precisar mejor su significado habida cuenta de que, si la bioética es una cuestión de vida, la biotanasia es siempre, como el mismo término indica, una cuestión de muerte a la vida. A la altura del año 2010 el término BIOTANASIA no existía todavía en ningún diccionario pero Internet lo había divulgado remitiendo a los artículos antes mencionados como lugares de referencia histórica obligada. La importancia del tema es obvia por estar en juego la vida humana. No es cuestión de sutilezas verbales sino de afrontar los problemas de la vida humana con dignidad en el contexto de la bioética asumiendo sus consecuencias en el ámbito de las instituciones públicas que favorecen o incluso imponen formas concretas de biotanasia en nombre de la ley y del Estado de Derecho.


2. NAZISMO, CULTURA DE LA MUERTE Y BIOTANASIA


Hay quienes no soportan que se relacione la bioética promocionada por algunos profesionales con las prácticas nazis, pero la honestidad intelectual no permite esquivar esta neurálgica cuestión. Los hechos están ahí y el recuerdo de los programas de exterminio y las cámaras de gas nazis siguen horrorizándonos por más que muchos parecen no darse cuenta de que aquellas prácticas nazis, promovidas y protegidas por las leyes de Nuremberg (Reichsbürgergesetz y Blutschutzgestz, 1935), comparadas con algunas de las prácticas legalizadas en el contexto actual de la bioética, son poco más que un juego de niños. Es inútil ocultar esta realidad por el mero hecho de que quienes llevan a cabo esas actividades cuentan con la clientela necesaria que asegura su negocio, y con leyes que permiten hacer con las personas casi todo lo que es factible en veterinaria con los animales. Por otra parte, sus archivos y bancos de datos están bien protegidos por un sospechoso secreto legalmente establecido contra cualquier incursión de investigadores «ajenos a la propiedad». Así se protegían también los científicos nazis de la opinión pública en la puesta en marcha de su programa de regeneración de la raza aria y exterminio de judíos y otros colectivos sociales.

En 1924 Adolf Hitler publicó Mein Kampf poniendo las bases de lo que actualmente se denomina “los derechos reproductivos”, donde puede leerse lo siguiente: “El Estado hará de la raza el centro de su vida. Quienes sean física y mentalmente insanos o débiles no tienen derecho a perpetuar sus sufrimientos en la carne de sus hijos”. El 14 de julio de 1933 el Parlamento alemán aprobó una ley de esterilización forzosa contra todos aquellos que pudieran transmitir enfermedades físicas o mentales a sus descendientes. Sólo la Iglesia Católica se atrevió a protestar. Poco después un padre pidió a Hitler la eutanasia para su hijo discapacitado y el Fhürer encargó a su médico personal el asesinato del niño en 1939. Poco después pidió al personal sanitario que practicaran la eutanasia a quienes la solicitaran para después imponerla de forma sistemáticamente programada. Para el Dr. Pfannmüller, el asunto no tenía vuelta de hoja. Para mí –dijo- en tanto que nacionalsocialista, estas criaturas (discapacitadas, con taras físicas o psicológicas, o enfermedades incurables) no son más que una carga pesada para nuestros conciudadanos. Nosotros los eliminamos, matizó, pero no a través del método de las inyecciones letales, lo cual sería mal visto por la prensa internacional, sino simplemente dejándolos morir de hambre suministrándoles una alimentación deficiente.

En 1940 estaba ya en marcha el programa de eutanasia activa Aktion T-4. Un comité de cuatro médicos hitlerianos y un químico proveedor de monóxido de carbono se encargó de decidir a qué pacientes había que aplicar la eutanasia. Se dice que las primeras ejecuciones decretadas por este diabólico equipo sanitario tuvieron lugar en la prisión de Brandenburgo el 4 de enero de 1940. La Iglesia Católica protestó por lo que las ejecuciones empezaron a llevarse a cabo de manera secreta bajo la consigna de Aktion 14, F13 y Solución Final. Y además con más contundencia.

Así comenzaron las ejecuciones en masa en los campos de concentración y exterminio de los considerados socialmente indeseables. Según la mentalidad nazi, hay vidas indignas de ser vividas y son una carga económica insoportable para la sociedad fuerte y sana por lo que esas personas deben ser eliminadas. En consecuencia, las leyes públicas debían indicar los criterios de eliminación y las formas a seguir por los médicos en la puesta en práctica del plan nazi de exterminio. Por otra parte, los nazis manejaron magistralmente el aparato propagandístico y no tuvieron pudor en presentar la Aktion 4 como un signo de “humanidad” y trato digno de la condición humana sufriente. En una película producida por el Ministerio de Propaganda del Reich se trató de justificar un programa destinado a eliminar a todos aquellos considerados por Hitler indignos de vivir. Bajo la fotografía de un niño discapacitado podía leerse: “porque Dios no puede querer que los enfermos se reproduzcan”. Era sólo el ensayo previo de lo que después sería el holocausto judío. Estaba además el argumento económico. En un poster de la Oficina de Políticas Raciales del Reich podía leerse: “60.000 marcos es lo que esta persona que sufre un defecto hereditario cuesta a la comunidad durante su vida. Alemán, ése es también tu dinero”. Lo sorprendente de todo este asunto es que, entrados ya en el siglo XXI, la filosofía nazi se ha instalado en la bioética como en su casa sin más protestas plausibles que las de la Iglesia, como en los tiempos álgidos de Hitler. Expresiones como “calidad de vida”, “muerte digna”, “interrupción del embarazo”, “carga social”, “diagnóstico genético”, “derechos reproductivos”, y tantas otras similares, incorporadas al diccionario de la bioética, con frecuencia tienen un significado práctico esencialmente hitleriano.

En 1935 la «Orden Negra» (las SS) comenzó a poner en práctica la Ley para la Protección de la Sangre y el Honor Alemanes o proyecto «Lebensborn». Su objetivo inmediato era asegurar científicamente la pureza de la raza aria considerada como superior a todas las demás por su presunta perfección biológica. El propio Himmler seleccionó a los miembros de las SS entre los más altos, rubios y de ojos azules como rasgos externos fácilmente identificables. Según las previsiones de Himmler y Bormann, una vez ganada la guerra, los superhombres de las SS pasarían a convertirse en un batallón de sementales destinados selectivamente a mujeres arias de 1,60 de estatura mínima, rubias y con ojos azules.


La puesta en marcha del proyecto requería una campaña de mentalización y el maestro de la operación fue Goebbels, el cual pedía a las mujeres alemanas que aceptaran orgullosas la función reproductora que se les asignaba como un servicio generoso a la causa de Hitler. A él debían ofrecer sus hijos para reemplazar a los soldados muertos en la guerra y edificar la sociedad alemana del futuro con hombres y mujeres biológicamente perfectos. A cambio de estos generosos servicios al Führer serían recompensadas con privilegios sociales y beneficios económicos. Las esposas de los miembros de las SS podrían criar y retener a los hijos como suyos. Pero las mujeres reclutadas para la reproducción selectiva, por poseer las características arias, eran consideradas como madres ilegítimas a pesar de su maternidad genética. Todos los hijos nacidos de este programa racial eran considerados como propiedad del Reich, para lo cual había que disociar la maternidad genética de la legal haciendo prevalecer esta segunda sobre la primera. En consecuencia, si las madres se negaran a renunciar espontáneamente a sus hijos, éstos les serían retirados por la fuerza y los nacidos con alguna deficiencia física serían eliminados sin piedad. Para llevar a cabo este programa de reproducción científicamente selectiva se crearon clínicas especiales en lugares apartados y bien vigilados para asegurar el secreto que encubría sus sospechosas actividades. Estas clínicas recibieron el significativo sobrenombre de «burdeles biológicos» y «apareaderos humanos».

Durante la primera etapa de la guerra los nazis se apresuraron a implantar el programa de reproducción selectiva en los países invadidos. Para ello enviaron expertos seleccionadores de raza con el fin de instalar «criaderos arios». Sólo en Noruega se dice que fueron construidos nueve centros de selección racial, amén de los implantados en Francia, Luxemburgo, Bélgica y Holanda. Se practicaba un riguroso registro de nacimientos, pero haciendo desaparecer el nombre del padre. Cuando se trataba de niños entregados a matrimonios de las SS, en recompensa por algún servicio notable prestado a la causa del Führer, se les retiraba el nombre y los apellidos de los padres genéticos donantes. Los seleccionadores raciales, enviados a Polonia y otros países del Este, capturaban los niños que reunían las características arias para su germanización. Se habla de unos doscientos mil raptados para el programa de los «Lebensborn» o «burdeles biológicos». Sometidos a un riguroso chequeo racial, los considerados útiles eran clasificados, eliminando sus nombres propios y fechas de nacimiento. Algunos eran entregados en adopción a familias nazis. La mayoría de ellos, sin embargo, fueron tratados como cobayas y material de investigación científica. Las niñas, por ejemplo, a partir de los diez años de edad, eran sometidas a tratamientos hormonales con vistas a convertirlas en máquinas reproductoras o animales de cría para las SS.


Los expertos coinciden en que el reclutamiento selectivo de niños sobrepasó el millar en poco tiempo. Son los hijos del Führer y del Reich, muchos de los cuales han buscado después inútilmente a sus padres genéticos y que se autodenominan «huérfanos de los nazis». Los hay que desean angustiosamente todavía saber cómo fueron sus padres y pedirles una explicación de por qué se sometieron a aquellos planes racistas monstruosos. Se sienten profundamente avergonzados de sus progenitores. Otros han llegado a conocer a sus padres reales o biológicos, pero les han decepcionado profundamente. Las personas nacidas en aquellas revolucionarias clínicas nazis o «burdeles biológicos» se consideran víctimas inocentes de los monstruos humanos que las crearon y pusieron en marcha su funcionamiento. Cuentan también que esas clínicas eran instaladas en castillos y grandes fincas, a salvo de las miradas indiscretas, lo que nos hace pensar en los criterios que sirvieron para la creación de la primera clínica de fecundación “in vitro” en Inglaterra. Los niños allí nacidos, de acuerdo con el programa de selección racial, eran bautizados según el rito de las SS, que sustituía al rito cristiano. La ceremonia tenía lugar en un salón decorado con retratos del Führer y la cruz gamada. El niño, colocado sobre un cojín, era escoltado durante la ceremonia por tres oficiales de las SS en uniforme de gala.

Según los testimonios de Rauschning, Hitler lo tenía todo muy claro. Su política estaba basada e inspirada en el conocimiento científico de las leyes de la naturaleza y de la vida humana. Había que abrir la historia de la humanidad a una nueva era con hombres nuevos científicamente conseguidos en centros de investigación y de reproducción selectiva. Para lograr este objetivo profético había que seguir el mismo criterio que con la especie animal. A saber, exterminio radical de los indeseables y promoción científica de los biológicamente más perfectos. La revolución política hitleriana pretendía así legitimarse en nombre del progreso científico y racial. Según el testimonio de Helmut Poppendick durante el proceso de Nuremberg, la política racial nazi consistía en promover la natalidad entre las familias alemanas y el exterminio de los no arios mediante el aborto, la esterilización forzosa, la eutanasia y otras medidas similares.

La ley de prevención de enfermedades hereditarias de 1933 ordenaba la esterilización de todos los alemanes que padecieran esquizofrenia, síntomas maniaco-depresivos, mal de San Vito, epilepsia, sordera, ceguera, deformidades físicas importantes y dependencia del alcohol. Se ha dicho que en sólo seis años fueron esterilizados cerca de medio millón de alemanes en cumplimiento de esta ley. Según el párrafo 14 de la misma, la eventual ineficacia de la esterilización debía ser compensada con el complemento del aborto. Primero se alegó como excusa la salud de la madre, que debía dar su consentimiento. Pero pronto fue legalizado el aborto como medida racial contra judíos, polacos, gitanos y otras minorías sociales consideradas como indeseables. Según una circular del comisario del Reich Kaltenbrunner, fechada el 9 de junio de 1943, se debía realizar un riguroso diagnóstico prenatal a todas las mujeres embarazadas. En caso de que el diagnóstico racial fuera satisfactorio, no se podía practicar el aborto. En caso contrario, el aborto se imponía de forma ineludible. Poco después se autorizó el aborto para todas las mujeres polacas. Terminada la guerra, diez dirigentes nazis fueron condenados por «promover y forzar los abortos», tipificando estas prácticas entre los crímenes contra la humanidad.
El programa nazi de purificación racial entró en una nueva fase en 1944. Al parecer, las campañas de esterilización no habían dado los resultados esperados. Quedaban todavía muchas «bocas inútiles» en el Reich. Tales eran los enfermos crónicos y los dementes e inválidos con defectos físicos congénitos o adquiridos, los cuales no contribuían al logro de la perfección o calidad de vida auspiciada. Comenzó así la etapa decisiva de la eutanasia clínica. Un grupo de médicos obtuvo la autorización para eliminar a miles de alemanes mediante un programa de eutanasia médica. Había que mejorar la raza o calidad de vida a cualquier precio. Si no bastaba el recurso ordinario a la esterilización y las prácticas abortivas, había que rematar la obra con la eutanasia. La masacre de judíos, polacos, rusos, gitanos y otros grupos humanos, considerados de calidad biológica o racial inferior a los arios, comenzó en 1942.

Estos crímenes en los campos de concentración eran la ampliación lógica de la esterilización y de las prácticas abortivas. Primero se planificó la castración masiva obligatoria de cuantos pudieran transmitir algún defecto hereditario. Los hijos de éstos debían ser abortados implacablemente, como todos los de aquellos padres catalogados como racialmente inferiores a la raza aria. Siguió el plan de exterminio de todos los alemanes defectuosos, potenciado con la implantación de la eutanasia como medida técnica para acabar de una vez por todas con los grupos étnicos considerados racialmente deficitarios. Las víctimas de los campos de concentración fueron utilizadas como material de experimentación científica.

Se les sometía, por ejemplo, a terribles pruebas de temperatura para comprobar la capacidad de resistencia a la muerte. O se les inyectaba virus de diversas enfermedades para comprobar sus efectos en el organismo humano. Sin olvidar las terribles y sádicas vivisecciones. Otras veces esterilizaban a las personas con rayos X, les inyectaban sustancias químicas experimentales, o bien las utilizaban brutalmente como material de investigación. Estas personas así tratadas eran las «bocas inútiles», sin otro valor reconocido que el de su eventual utilidad como material biológico de experimentación científica.
El cardenal Faulhaber, arzobispo de Munich, denunció las prácticas nazis descritas y su filosofía de fondo durante el Adviento de 1933. En Pascua de 1934, el obispo Galen de Muenster identificaba al nazismo con el nuevo paganismo. A principios del verano de 1934, el episcopado alemán en pleno, reunido en Fulda, dirigió una pastoral a católicos y no católicos del mundo entero acusando al nazismo de pretender fundar una nueva y diabólica religión basada en el mito racial. El documento episcopal fue censurado y confiscado por las autoridades nazis, que prohibieron su lectura en las iglesias. Alegaban que la Iglesia se había comprometido a respetar las leyes del Reich. Los obispos respondieron que la Iglesia no podía callar ante las tropelías morales que se estaban perpetrando. Las autoridades nazis respondieron con una persecución a cara descubierta mediante una campaña de supresión de organizaciones, periódicos y colegios católicos. Por el año 1934 había centenares de sacerdotes y religiosos en prisión por negarse a obedecer las órdenes de la policía nazi o criticar el Hitlerjugend. El 15 de junio de 1935 Göering ponía en guardia a los nazis ante la obstinada resistencia de la Iglesia católica a los planes del Reich.

Los que piensan que estas referencias a las prácticas nazis son un agravio comparativo demuestran su ingenuidad, o que no tienen las manos limpias. El testimonio personal del pionero de la bioética francesa, Jacques Testart, es elocuente. Pero no lo es menos el de expertos que están actuando rutinariamente en muchas clínicas y laboratorios en el más absoluto secretismo legalmente protegido, y que no consiguen tranquilizar su conciencia, que les traiciona al menor descuido, porque son conscientes de que están haciendo cosas éticamente sospechosas. Pero dejemos a un lado la intimidad de la conciencia de esos profesionales de la bioética que todavía conservan el sentido de la responsabilidad moral y vayamos al realismo de los hechos, que es harina de otro costal.

Muchos expertos en bioética dan por supuesto, como los nazis, que entre la especie animal y el hombre no existe diferencia sustancial ninguna. Existiría sólo una diferencia gradual. Por lo mismo, entienden que todo cuanto es científicamente factible con plantas y animales está éticamente legitimado para ser practicado con las personas humanas. Se admiten algunas limitaciones, pero éstas vienen dadas sólo por el cálculo estadístico de consecuencias no deseables y la eventual repugnancia emocional ante ciertas prácticas biomédicas a las que todavía no estamos habituados. Otra limitación viene dada por el riesgo de especulaciones políticas o financieras a que pudieran dar lugar dichas prácticas. Pero este aspecto tiende a ser irresistiblemente tolerado. Se da por supuesto que los intereses científicos, emocionales y económicos deben prevalecer sobre cualesquiera otros.


Las leyes de Nuremberg y las clínicas nazis no tenían nada que envidiar sustancialmente a muchas clínicas de bioética actuales. El proyecto nazi, en su filosofía de fondo y en sus realizaciones prácticas, no fue más que la punta del iceberg de la manipulación del genoma humano y de la reproducción de laboratorio actuales con todas sus consecuencias, entre las cuales la planificación racial es una entre muchas otras no menos preocupantes. Y si comparamos las leyes nazis de Nuremberg con bastantes de las legislaciones vigentes sobre bioética, se concluye con relativa facilidad que los sueños de Hitler se están cumpliendo gloriosamente a la sombra de esas modernas legislaciones. Estos son los hechos que por honestidad intelectual y objetividad científica no pueden ser descartados del discurso bioético. El racismo nazi no fue más que un capítulo introductor a la bioética actual. Por lo tanto, si mantenemos su condena, como parece lo más razonable, tendremos que ser consecuentes y hacer lo mismo con la filosofía y las prácticas bioéticas, que ya estaban contempladas en el nazismo bajo pretextos científicos, políticos y raciales. Nos hallamos ante un nazismo sumergido en la bioética que hay que desenmascarar y superar llamando a las cosas por sus nombres en vez de ocultarlas con actitudes farisaicas.

Por supuesto que hablo de hechos y no de intenciones. Quienes se rasgan las vestiduras cuando se habla de bioética y prácticas nazis se refugian en que su intención es distinta de la de los nazis. Pero la intención no cambia la naturaleza objetiva de los hechos. Un aborto legalmente provocado, por ejemplo, es objetivamente una obra de muerte. Lo mismo da que se practique en una clínica nazi por motivos racistas que en una maternidad actual por otros motivos. Ahora bien, el aborto es una práctica de bioética ampliamente extendida y legalmente protegida, y la eutanasia tiende a serlo como lo fue en la Alemania nazi. La experimentación científica con presos y minusválidos, tratándolos como material de usar y tirar, tampoco es exclusiva nazi. Muchos expertos en bioética trabajan en el sector de la reproducción humana aplicando sustancialmente los mismos criterios de conducta y las mismas técnicas que en veterinaria, dando por bueno el principio nazi sobre la presunta univocidad de la vida en todas sus manifestaciones. ¿Y qué decir de la destrucción sistemática de los «embriones sobrantes», de la producción y desguace de embriones humanos bajo pretextos científicos o terapéuticos o del secretismo sobre almacenamiento y uso de gametos? ¿O de los proyectos legales de esterilización de minusválidos físicos y deficientes mentales?

Se dirá que las leyes nazis fueron impuestas por la fuerza, mientras que las prácticas biomédicas homólogas que se llevan a cabo actualmente en el contexto de la bioética se realizan respetando la libertad de las personas implicadas. Esta observación tiene su parte de verdad, pero no responde al problema de fondo. También los nazis militantes, que en su día fueron muchos, aceptaron el programa hitleriano de regeneración de la raza voluntariamente y hasta con orgullo, y no por eso dejaron de ser tratadas esas prácticas como crímenes contra la humanidad. Tampoco el estado de libertad cambia la naturaleza objetiva de los hechos que se ejecutan. El grado de libertad y el estado de legalidad sirven, en efecto, para evaluar la responsabilidad personal, pero no para modificar la naturaleza objetiva de las acciones realizadas. La sombra nefasta del nazismo se cierne sobre la bioética y es preciso afrontar el reto en lugar de buscar los tres pies al gato o rasgarse hipócritamente las vestiduras.

La esterilización de los deficientes mentales parecía la cosa más lógica en el contexto de la mentalidad nazi. Pero en nuestro tiempo crece la simpatía por esas prácticas en el contexto de la biotecnología. Su ejecución sólo depende de la voluntad de los tribunales de justicia, sin que algunos juristas encuentren razones de principio en contra. Según el reportaje «Historia de Lynchburg», desde 1905 a 1972 unos 70.000 norteamericanos habrían sido obligados a esterilizarse por no ser considerados aptos por el Estado para la procreación. Y desde 1927 a 1972 los esterilizados habrían sido 8.000 niños y jóvenes. La mayor parte de ellos fueron intervenidos en el sanatorio de Lynchburg en Virginia. ¿Cuántos fueron esterilizados en los 27 estados en los que se pusieron en práctica leyes sobre esterilización?

Cuando Hitler llegó al poder en Alemania en 1933 puso en marcha su programa nazi, el cual no era otra cosa que el programa eugenésico norteamericano regulado por la ley Laughlin. Conviene recordar también que la actual asociación internacional «Mensa» promueve en alguna de sus revistas el exterminio de vagabundos, retrasados mentales, ancianos y enfermos. Por otra parte, la bioética pretende asumir todas esas actividades en las que está en juego la planificación científica de la vida y la muerte. Los hechos son hechos y no se los puede eludir con gestos hipócritas y deshonestidad intelectual. Es imposible ser objetivos negando la coincidencia de la mentalidad y de algunas prácticas nazis antihumanas con la forma de pensar y de actuar actualmente en el ámbito de la bioética.

Actualmente no cabe duda de que Hitler sólo fue un buen discípulo de geneticistas y juristas norteamericanos e ingleses y que la bioética puede convertirse en la amnistía y absolución de todos ellos. En 1927 la joven Carrie Buck fue esterilizada en Virginia con todas las de la ley, la cual permitía que pudieran correr la misma suerte todas las personas diagnosticadas como incapacitadas o que pudieran transmitir deficiencias físicas, psicológicas o sociales. Las palabras del magistrado Oliver Wendell Holmes no dejan lugar a dudas: «Hemos visto en más de una ocasión que el bienestar público puede exigir el sacrificio de la vida de sus mejores ciudadanos. Sería extraño que no pudiera exigir, a aquellos que ya socavan la fuerza del Estado, menores sacrificios, percibidos con frecuencia como importantes por las personas afectadas, a fin de evitar que la incapacidad inunde nuestra existencia. Es mejor para el conjunto del mundo que, en vez de tener que llegar a ejecutar a unos descendientes degenerados debido a sus acciones delictivas, o dejarles morir de hambre a causa de su imbecilidad, la sociedad pueda impedir que aquellos que están manifiestamente incapacitados sigan propagando su propia especie. El principio que apoya la vacunación obligatoria es lo bastante amplio como para justificar la ablación de las trompas de Falopio».

Esta mentalidad se propagó como la peste y Hitler la puso masivamente en práctica. Holmes diagnosticó que «tres generaciones de imbéciles son suficientes» y Hitler simplificó el problema poniendo manos a la obra allí donde tales personas hicieran su presencia. Según D.J. Kevles, muchos de los expertos nazis contaban con el apoyo de colegas norteamericanos y británicos. De todo lo cual cabe deducir que los nazis no fueron más que discípulos aventajados del eugenismo norteamericano y británico y poco más que aficionados o debutantes si los comparamos con los “expertos” actuales de la bioética que, en nombre de la libertad y del progreso científico, deciden de forma despótica y arrogante sobre el nacimiento, vida y muerte de aquellos y aquellas que les caen en gracia o desgracia en clínicas y laboratorios legalmente autorizados para el ejercicio controlado de sus sombrías e inhumanas actividades.

Cuando actualmente se habla, por ejemplo, del derecho a abortar, de los derechos reproductivos, de la condición presuntamente subhumana de los embriones, o de “facturación” por servicios de aborto para justificar la existencia de las clínicas especializadas en realizar abortos de alto riesgo, se está llevando a la práctica la misma forma de pensar de los denostados nazis. Estos son los hechos que muchos no quieren ver y que incluso amenazan a quienes razonable y respetuosamente se los recuerdan. ¿Por qué será? La expresión “cultura de la muerte” fue acuñada por Juan Pablo II en la encíclica Evangelium vitae en la que describió las diversas formas tradicionales de destruir la vida humana a las que se suman otras nuevas en el contexto de la bioética. Paradójicamente se tiene la impresión de que existe una conjura orquestada contra la vida desde una mentalidad en la que las instituciones políticas y sanitarias están implicadas. Nos hallamos ante una realidad caracterizada por la difusión de una cultura contraria a la solidaridad, que en muchos casos se configura como verdadera "cultura de muerte", promovida por corrientes culturales, económicas y políticas basadas en la eficiencia. En este horizonte sitúa Juan Pablo II la guerra de los poderosos contra los más débiles, que va más allá de las luchas personales clásicas. La cultura de la muerte equivale a una conjura organizada contra la vida humana desde sus orígenes hasta su ocaso.

Como formas de conducta más características de la cultura de la muerte en nuestros días cabe destacar las siguientes:
Los fuertes en salud tratan de eliminar a los enfermos y minusválidos y los Estados poderosos a los Estados débiles.
La mentalidad anticonceptiva como actitud de fondo contra la vida no deseada por sí misma la cual lleva derechamente al aborto y la eutanasia.
Las técnicas de reproducción humana de laboratorio y el uso del diagnóstico prenatal con fines no terapéuticos sino eugenésicos. En ambos casos tiene lugar la destrucción de vidas humanas en estado embrional bajo pretextos diversos.
Las prácticas abortivas en el inicio de la vida y la eutanasia para los ancianos y enfermos irreversibles. Igualmente la política demográfica impuesta por los países ricos a los países pobres. En lugar de tratar de resolver los problemas de superpoblación mediante una política familiar y social humana se promueven faraónicos programas de anticoncepción, esterilización y aborto para los países pobres superpoblados.

En esta conjura contra la vida por parte de los países ricos están implicadas "instituciones internacionales, dedicadas a alentar y programar auténticas campañas de difusión de la anticoncepción, de la esterilización y del aborto. Cómplices de esta conjura son con frecuencia los medios de comunicación social creando en la opinión pública una cultura que presenta la anticoncepción, la esterilización, el aborto y la misma eutanasia como un signo de progreso y conquista de la libertad al tiempo que descalifican a las personas e instituciones comprometidas con la defensa de la vida. Por una parte se multiplican las iniciativas particulares, colectivas e internacionales en defensa de los derechos humanos fundamentales y, al mismo tiempo, se acepta cada vez con más generosidad la destrucción de la vida humana en los momentos más emblemáticos de la existencia, como son el nacimiento y la muerte. ¿Cómo conciliar la cacareada sensibilidad por la vida y la promoción de los derechos del hombre con el rechazo sistemático y programado de los más débiles, de los niños antes de nacer y de los ancianos?

Caminamos hacia una sociedad de marginados, rechazados y eliminados. La teoría de los derechos humanos queda así reducida a un ejercicio de retórica estéril. Es lo que se ha denominado “la gran contradicción” en la que se incurre cuando el respeto a la vida humana deja de ser la piedra angular y punto de referencia inamovible de todo razonamiento humano correcto para discernir lo que es bueno o malo en la conducta de las personas honestas y de las instituciones públicas justas y equitativas.
La teoría de los derechos humanos se fundamenta precisamente en la consideración del hecho de que el hombre, a diferencia de los animales y de las cosas, no puede ser sometido al dominio de nadie en particular ni de las instituciones públicas. Lo contrario conduce a la cultura de la muerte en la cual la destrucción de vidas humanas, bajo pretextos científicos, terapéuticos y políticos, termina formando parte integral de las costumbres arraigadas en los pueblos y sus instituciones legales, políticas y sanitarias. El destruir vidas humanas se convierte así en una ocupación rutinaria con una aceptación más generosa incluso que el robo o la calumnia. Con la mentalidad de la cultura de la muerte la destrucción de vidas humanas inocentes e indefensas termina pareciendo más justa y comprensible que robar o calumniar. Después de esta clarificación sobre la “cultura de la muerte” resultará más fácil ahora comprender el significado del término biotanasia. Hablamos de “cultura de la muerte” como una mentalidad según la cual la destrucción de seres humanos es una forma de vida aceptada por las leyes sociales y las costumbres de los pueblos.


3. DEFINICIÓN Y ÁREAS DE LA BIOTANASIA


En el contexto de esta mentalidad reflejada en el nazismo y la “cultura de la muerte” la biotanasia o muerte a la vida, (bios=vida y thanatos=muerte) significa las diversas formas concretas de producir y daa vidas humanas en el ámbito de la nueva disciplina denominada bioética. Para mayor claridad me parece oportuno añadir inmediatamente que el término biotanasia puede ser utilizado en sentido amplio y en sentido estricto.

En sentido amplio la biotanasia se refiere a todas las formas de destrucción de vidas humanas como son, por ejemplo, las guerras, la aplicación legal de la pena de muerte y los actos terroristas. Las formas clásicas por antonomasia de destruir vidas humanas eran el aborto, la eutanasia, la guerra, los genocidios y la pena de muerte. Por lo que se refiere al aborto provocado cabe recordar que hasta las primeras décadas el siglo XX las prácticas abortivas eran consideradas como acciones detestables en grado máximo. Lo que se discutía sobre estas prácticas no era su maldad objetiva, de la que casi nadie dudaba, sino el grado de culpabilidad atribuible a quienes las aconsejaban y practicaban con vistas a determinar las responsabilidades penales derivadas. Pero en el contexto de la bioética esta mentalidad ha sufrido una transformación profunda. La mayoría de los técnicos de la procreación “in vitro”, por ejemplo, y del diagnóstico prenatal, consideran la provocación del aborto como un mero proceso técnico sin tener en cuenta para nada el problema ético fundamental subyacente sobre la destrucción de vidas humanas. El embrión o feto que no interesa es eliminado y asunto terminado.

Sobre la guerra y la pena de muerte siempre se alegaron razones para justificar esas matanzas humanas en nombre del principio de legítima defensa individual o colectiva. Actualmente ha aumentado la sensibilidad contra esas actividades mortíferas pero al mismo tiempo se han potenciado de forma dantesca las máquinas de guerra y el comercio de armas cada vez más sofisticadas y mortíferas. Sobre la pena de muerte contra los máximos criminales ni siquiera los que piden a gritos su abolición cuestionan al Estado su presunto derecho a penalizar con la muerte a determinados malhechores en nombre del principio de defensa colectiva y la primacía del todo social sobre los individuos humanos integrantes.

Sobre la eutanasia ha ocurrido algo semejante a lo acontecido con el aborto. De hecho, hasta muy recientemente el provocar directamente la muerte de los ancianos y enfermos irreversibles o de larga duración de una manera dulce se interpretaba como un acto de inhumanidad y de cobardía humana. Actualmente hay médicos y enfermeras que practican la eutanasia por su cuenta hasta que son descubiertos pero las leyes civiles tienden a proteger esas prácticas legalizándolas. En este contexto se habla también del “suicidio asistido”. En otros tiempos el que consideraba que era mejor para él quitarse la vida que seguir viviendo se marchaba a un lugar solitario y se ahorcaba. Los más modernos se pegan un tiro o ingieren una cantidad proporcionada de barbitúricos. Para evitar estas situaciones en solitario muchos consideran que la opinión de quitarse uno la vida es tan respetable como cualquiera otra y que, en consecuencia, hay que asistir clínicamente al candidato suicida a satisfacer su deseo de la forma menos desagradable posible. Hablando en plata, al suicida hay que ayudarle a matarse. Yo mismo he oído llamar “crueles” a quienes se niegan a facilitar la eutanasia y existen organizaciones “pro eutanasia” en nombre de los derechos del hombre. Una aclaración importante es que cuando se trata de justificar la pena de muerte se insiste en que el condenado a morir es siempre un malhechor de alto voltaje que puede defenderse mientras que cuando se trata de dar cobertura legal a las prácticas abortivas se evita sistemáticamente decir que el condenado es un ser inocente débil e indefenso.

En el contexto de la bioética la posibilidad de destruir vidas humanas con cobertura legal se ha disparado. Las espantosas técnicas abortivas tradicionales se han sofisticado y las clínicas dedicadas a ese criminal servicio se han multiplicado como hongos venenosos. Cada vez son más los ancianos y enfermos de alto coste económico y asistencial que son eliminados en menos de lo que canta un gallo y las leyes tienden a “regular” tan inhumano servicio para que todo se haga bajo el control público de la ley y no en solitario o en la clandestinidad.

Por otra parte se ha logrado un espectacular avance en el descifrado del genoma humano lo cual es un acontecimiento digno de ser celebrado. Pero al mismo tiempo se ha abierto la posibilidad casi ilimitada de manipular a los seres humanos desde sus genes, lo mismo para ayudarlos a disfrutar de una mejor calidad de vida humana en el futuro que para destruirlos anticipadamente o destinarlos a fines inhumanos hasta ahora inimaginables. Por si esto fuera poco, muchos científicos reclaman como buitres que se les autorice utilizar para fines científicos los embriones “sobrantes” de las fecundaciones “in vitro”, los abortados y los congelados. Algunos van más lejos y piden que se les permita producir ellos mismos artificialmente embriones de laboratorio para utilizarlos como “bebés medicamento”. O sea, para extraer de ellos las células troncales con fines terapéuticos, o simplemente para realizar con ellos experimentos científicos. En cualquier caso se trata de una forma de destruir científicamente vidas humanas que tiende a convertirse en una rutina con cobertura legal. Se da así la paradoja de que la bioética, que por definición es una cuestión de vida, muchas veces es una cuestión de muerte. La bioética degenera así en biotanasia o muerte a la vida. De todo lo cual se infiere que las formas de dar muerte a la vida son muchas y todas ellas son biotanasia. Pero hay formas específicas solapadas en la bioética y que llamamos biotanasia en sentido estricto. Veamos cómo y de qué manera.

La biotanasia tomada en sentido estricto significa las diversas formas de destruir vidas humanas en el ámbito de la nueva disciplina denominada bioética alegando motivos científicos, terapéuticos, sociales, raciales y sexualmente discriminatorios. Toda acción en el campo de la bioética que implica destrucción directa y voluntaria de alguna vida humana a partir del momento de la fecundación es biotanasia. Así, la eutanasia, el aborto y todas las demás formas de destruir vidas humanas son formas de biotanasia. Hecha esta aclaración cabe destacar como áreas específicas de la biotanasia en el contexto de la bioética en sentido estricto las siguientes.

Área de la genética. La biotanasia comprende todas aquellas intervenciones sobre el genoma humano que conllevan manipulación o destrucción del mismo con fines eugenésicos, reproductivos, terapéuticos o exclusivamente científicos. La terapia génica, por ejemplo, constituye un capítulo fascinante y esperanzador de la bioética pero las intervenciones sobre el genoma pueden degenerar en prácticas racistas neo-nazis mediante la selección genética del genoma o la utilización del mismo con fines estrictamente científicos.

Área de la reproducción humana de laboratorio. Como es sabido, en el campo de la reproducción humana de laboratorio la producción de varios embriones por razones pragmáticas es una práctica rutinaria. Ha surgido así la polémica cuestión de los “embriones sobrantes”. ¿Qué hacer con ellos? Hasta ahora su destino fatal ha sido la destrucción de los mismos de formas diversas, pero todas ellas al final mortíferas. Esto es biotanasia pura y dura en el contexto de la bioética dominante.

Área del diagnóstico prenatal, del aborto y de la eutanasia. La práctica del diagnóstico prenatal es siempre sospechosa. Hay ginecólogos que aconsejan dicho diagnóstico no porque estén interesados en salir al encuentro, ya desde el seno de sus madre, de los problemas de salud del que va a nacer, sino todo lo contrario. De lo que se trata en realidad es de saber si lo que se está gestando es niño o niña, chequear su estado de salud y destruirlo provocando el aborto si no responde a los deseos y expectativas de los padres. Cuando el diagnóstico prenatal va así asociado al aborto y no a la terapia prenatal nos hallamos ante una obra de muerte y por lo mismo en el campo propio y específico de la biotanasia.

Área de la investigación científica. Es el caso de los investigadores que producen, utilizan y destruyen los fetos humanos a fin de incrementar nuestro conocimiento. Tradicionalmente las investigaciones médicas y farmacológicas se llevaban a cabo utilizando primero animales selectos de usar y tirar sobre los cuales se realizaban todos los experimentos necesarios para garantizar la utilidad de los fármacos para las personas. Ahora existe una tendencia brutal a experimentar directamente con fetos humanos y con enfermos desahuciados. A estos profesionales les parece que el incremento más rápido del conocimiento científico en sí mismo es más importante que la vida de las personas que hayan de morir durante el proceso de esos experimentos. Aparte de absurda, esta mentalidad es muy peligrosa y cae obviamente en el campo de la biotanasia.

Área de la investigación terapéutica y de los “niños medicamento”. Como es sabido, la producción, natural o artificial, de los denominados “niños medicamento” lleva consigo la producción y destrucción de embriones humanos para ser utilizados como los clásicos “conejillos de indias” por motivos terapéuticos en el contexto de la nueva eugenesia o neo-nazismo infiltrado en la bioética. Se producen embriones humanos para extraer de ellos las “células madre”, para ser utilizadas después como medicinas. Objetivamente este procedimiento lleva consigo la producción de embriones humanos en el laboratorio para ser destruidos al extraerles las células madre con la intención de curar la enfermedad de otros. En la práctica este procedimiento se lleva a cabo en un contexto emocional y sentimental muy elevado pero ello sólo contribuye a que la brutalidad objetiva del mismo pase lo más desapercibida posible.


CAPÍTULO III. LA BIOTANASIA DE ESTADO


La biotanasia, hemos dicho, es una palabra nueva que significa todas las formas de destruir vidas humanas en el contexto de la bioética. En este contexto la biotanasia de Estado es también una expresión nueva que pone en evidencia la brutalidad del Estado de Derecho cuando promueve o se hace cómplice de la destrucción de vidas humanas en general y de modo especial en el contexto de la bioética. Tal promoción o complicidad se lleva a cabo dando cobertura legal al aborto, la eutanasia, la procreación humana de laboratorio, algunas investigaciones sobre el genoma humano y la protección legal de clínicas donde se practican los abortos. Sin olvidar la protección legal de técnicas de reproducción humana de laboratorio las cuales conllevan la destrucción rutinaria de embriones humanos. Pero vayamos por partes aunque sólo sea de una forma sucinta y esquemática.


1. DEFINICIÓN Y ÁREAS DE LA BIOTANASIA DE ESTADO

Entrados en el siglo XXI resulta ineludible destacar el rol del presunto Estado de Derecho en materia de biotanasia. De hecho los Parlamentos de todos los países del mundo han legislado ya sobre estas cuestiones y existe un cuerpo jurídico impresionante a escala mundial sobre las mismas. Paralelamente existe un cuerpo doctrinal de la Iglesia sobre las mismas cuestiones. Pues bien, cuando la muerte de seres humanos se produce como consecuencia de decisiones materializadas en leyes respaldadas por profesionales del poder político y legislativo tiene lugar la biotanasia de Estado. Llamamos, pues, biotanasia de Estado a toda forma de destruir vidas humanas en nombre del Estado de Derecho. Nos hallamos ante una obra de muerte impuesta o favorecida por las personas e instituciones que ejercen el poder político y legislativo en la sociedad. De una forma simple y esquemática cabe describir la génesis y proceso de este lamentable fenómeno del modo siguiente.

Primero empezaron los moralistas a discutir académicamente sobre el trato científico que algunos estaban dando a la vida humana a raíz de la segunda guerra mundial. Luego se produjo la división de opiniones en la medida en que algunos irresponsables empezaron a justificar las prácticas abortivas respetando unas condiciones previamente consensuadas. Otros idealizaron el ejercicio de la libertad y de la promoción del progreso científico relegando a un segundo plano el valor troncal de la vida humana desde su orto hasta su ocaso natural. En este caldo de cultivo los cuerpos legislativos se aplicaron a la creación de leyes favorables a esta mentalidad y los políticos de turno más irresponsables la sancionaron aprobando leyes en materia de bioética favorables a la práctica de la biotanasia. Como es sabido, una vez que se aprueba una ley, el Estado se compromete a facilitar su cumplimiento penalmente si fuere menester, al margen de que objetivamente la ley sea buena, mala, justa o injusta. Este criterio se aplica literalmente a la biotanasia.

Como áreas específicas de la biotanasia de Estado cabe destacar las siguientes:
- Los conflictos bélicos y el terrorismo de Estado.
- Holocaustos y genocidios.
- La pena de muerte como castigo legal.
- La legalización de las prácticas abortivas y de la eutanasia activa.
- Legalización de todas las prácticas biomédicas que llevan consigo la destrucción de embriones humanos. Por ejemplo, el diagnóstico pre-implantatorio con fines abortistas, racistas o discriminatorios.
- El uso y destrucción de los denominados “embriones sobrantes” por razones científicas, o simplemente pragmáticas, en el contexto de las técnicas de reproducción in vitro y de la clonación humana.
- La destrucción de embriones humanos, producidos natural o artificialmente, para ser utilizados como “bebés medicamento”.
- La destrucción de embriones humanos congelados al cabo del periodo de tiempo legalmente autorizado para su conservación.

Por extensión cabe hablar también de biotanasia de Estado cuando la obra de muerte se lleva a cabo en los hospitales por decisión de los Comités de Ética o Bioética, los cuales toman decisiones mortíferas sobre determinados pacientes de acuerdo con normas y reglamentos internos legalmente autorizados. Hay biotanasia de Estado, objetivamente hablando, siempre que se realiza deliberadamente una obra de muerte al amparo de una ley pública o de una normativa privada no desautorizada. Como ejemplos prácticos emblemáticos de biotanasia de Estado cabe destacar las decisiones que desde 1994 empezaron a tomar algunos Gobiernos con vistas a destruir todos los “embriones sobrantes” que llevaban cinco años en el congelador. En 1996 el Gobierno británico, por ejemplo, tomó una decisión draconiana al respecto y en el 2009 el nuevo presidente de los Estados Unidos no tuvo otra idea más feliz que la de apresurarse a levantar las restricciones económicas vigentes contra el uso y abuso científico de embriones humanos alegando pretextos terapéuticos. La biotanasia de Estado ha irrumpido así en la bioética de forma descarada, insaciable y amenazante. Como ejemplo práctico de este paradójico fenómeno cabe recordar la ley abortista aprobada en España en el año 2010 como si abortar pudiera ser un derecho y la realización de los abortos un deber profesional del personal sanitario. Se llega al extremo de que las obras de muerte terminan siendo equiparadas a las obras de vida si es que no son tratadas legalmente con más respeto. El ser humano es tan paradójico e insensato que es capaz de llegar a estos extremos. Luego se sorprende de que la vida le pase factura con un incremento constante y proporcionado de desencanto e infelicidad.


2. DERECHOS REPRODUCTIVOS Y ABORTO COMO ACTIVIDADES MERCANTILES


La biotanasia de Estado, tal como queda definida, se ha potenciado de forma espectacular durante la primera década del siglo XXI. En esta línea la Secretaria de Estado de los EU, Hillary Clinton, dijo en abril del 2009 ante la Cámara de Representantes lo siguiente: “Estimamos que la planificación familiar es una parte importante de la salud de las mujeres y la atención a la salud reproductiva incluye acceso al aborto, que, a mi parecer, debe ser seguro, legal y poco frecuente”. Luego trató de justificar estas palabras manipulando el sufrimiento de muchas mujeres a las cuales se les estaría negando su presunto derecho a abortar en el contexto de la promoción de la salud. El aborto sería, según esta pintoresca y poderosa mujer, la respuesta políticamente justa y humana a los problemas del aborto tratado como un asunto de planificación familiar en el contexto de los denominados “derechos reproductivos”. La secretaria de Estado norteamericana dijo, como quien se bebe un vaso de agua, que la salud de la reproducción comprende el acceso al aborto seguro y legal.

Los “derechos reproductivos”, en cuyo contexto se propugna el aborto como un derecho humano, son aquellos derechos –dicen- que protegen la libertad y autonomía de las personas para decidir con responsabilidad tener hijos o no, cuántos, en qué momento y con quién. Los derechos reproductivos dan la capacidad a todas las personas de decidir su vida reproductiva. Tales derechos, -siempre según esta mentalidad-, son inalienables y se consideran vulnerados cuando se excluye el acceso al aborto por parte de las mujeres embarazadas que lo solicitan. Según esta mentalidad, el presunto derecho a abortar es tratado en el mismo plano que el derecho a trabajar en el ámbito de los derechos humanos en general. El derecho de la mujer a decidir sobre tener o no tener hijos, cuándo y de qué manera es considerado como la esencia de estos derechos de reproducción, ya que sólo cuando una mujer se ve enfrentada a un embarazo no deseado puede decidir si desea continuar o no el embarazo. En consecuencia, siempre según esta pintoresca forma de pensar, los gobiernos de las naciones están obligados a respetar ese presunto derecho humano básico facilitando a la mujer el acceso al aborto de calidad como un servicio más entre todos los demás existentes en el contexto de la salud.

La novedad de todo esto no está en afirmar los auténticos derechos de las mujeres embarazadas, de los niños y de los adolescentes, sino en el contenido que se atribuye a los mismos. El núcleo del problema radica en que se pretende legitimar cualquier tipo de conducta relacionada con la procreación humana basándose en un ilimitado y absoluto derecho a la autodeterminación física, lo cual equivale a reconocer al individuo facultades soberanas sobre su cuerpo hasta el extremo de afirmar que el derecho a elegir es más importante que lo elegido, que es la vida misma. Por lo mismo, el Estado debe limitarse a garantizar la libre elección individual a favor o en contra de la vida. Su función consistiría en proteger las decisiones reproductivas y facilitar los medios para acceder fácil y legalmente a todas y cada una de ellas. Entre esas decisiones la de abortar sería una más. Esta es una de las características propias de la biotanasia de Estado, el cual decreta o favorece mediante leyes y ayudas materiales diversas formas de destruir la vida humana entre las cuales se cuentan las prácticas abortivas.

Pero esto no es todo. Esta ideología, de la que se alimenta la biotanasia de Estado, se ha potenciado aún más con el trato legal de esas prácticas inhumanas en clave de mercado y competitividad mercantil. Esta mentalidad infantil e irresponsable de pensar se ha acentuado durante los últimos veinte años de forma galopante y estremecedora. Lo más degradante de esta forma de pensar sobre los derechos humanos tiene lugar cuando el aborto es contemplado también como forma de protección de los derechos reproductivos de la adolescencia con vistas a facilitar su acceso a las prácticas abortivas. Y lo que es más. Esta mentalidad sobre los derechos reproductivos en el contexto de la promoción del derecho a la salud está apoyada, desde 1998, por la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) y el Fondo de las Naciones Unidas para las Actividades en Materia de Población (FNUAP). Según los analistas más objetivos, la promoción de las prácticas abortivas bajo la denominación de "derechos reproductivos" y sus interpretaciones a todos los niveles es promovida y respaldada por las Naciones Unidas (ONU) con lo cual la biotanasia de Estado tiene asegurado su futuro. Esta es una de las características propias de la biotanasia de Estado, el cual decreta o favorece mediante leyes y ayudas materiales diversas formas de destruir la vida humana entre las cuales se cuentan las prácticas abortivas.

En las clínicas estas prácticas inhumanas son tratadas de hecho como un asunto de competitividad laboral y de rentabilidad económica. La práctica de los abortos es considerada por los profesionales de la ley y de la administración política como un asunto más de competitividad laboral, volumen de servicios prestados y facturación anual en millones de euros. Las clínicas especializadas en abortos de alto riesgo son favorecidas y los conflictos de competitividad entre esos centros macabros se resuelven en clave de servicios públicos y de eficacia. Por lo mismo, las autoridades públicas se limitan a arbitrar normas que impidan el monopolio o la competencia económica desleal siguiendo criterios ideológicos de inspiración socialista y comunista en complicidad con los criterios laborales y financieros del capitalismo salvaje. En la primera quincena de agosto del año 2009 la prensa española publicó reportajes antológicos en los cuales se reflejaba abiertamente esta “mentalidad biotanásica” como eco del nazismo sumergido en la bioética de la mano de la economía de mercado. Durante los meses de mayo, junio y julio del 2010 se consumó legalmente el macabro proyecto abortista de inspiración socialista y comunista. Aquello de “poderoso caballero es don dinero” y “los negocios son los negocios” se cumple sin piedad en el campo de la biotanasia de Estado. Y es que cuando el dinero habla las buenas razones y la dignidad humana guardan silencio.


CAPÍTULO IV. LA BIOTANASIA REPRODUCTIVA


Biotanasia en sentido estricto, hemos dicho, significa dar muerte a la vida humana en el contexto de la bioética. Pues bien, las técnicas de reproducción humana de laboratorio ofrecen oportunidades científicas para llevar a cabo diversas formas de biotanasia las cuales coinciden todas ellas en la destrucción de vidas humanas. Por ello, así como es necesario conocer el código de circulación para evitar accidentes de tráfico mortales sobre el asfalto, de modo análogo o parecido quienes optan por ser padres de forma responsable deben conocer el código científico de la procreación de laboratorio para evitar la destrucción de vidas humanas durante el viaje de la transmisión de la vida.


1. EL DRAMA DE LA MATERNIDAD RESPONSABLE

La procreación humana es un capítulo fascinante de la bioética originado por el hecho angustioso de la esterilidad, que ha favorecido el recurso a las diversas técnicas artificiales de procreación en un esfuerzo supremo por ayudar a las parejas que desean tener hijos y no pueden. De hecho, el pionero Informe Warnock (WR) reconoce ya desde el principio que su planteamiento está marcado por el nacimiento de Louise Brown en julio de 1978, como resultado de un complicado proceso de inseminación de laboratorio y posterior trasplante de embrión al seno de una mujer diagnosticada estéril de solemnidad. El recurso a estos procesos de laboratorio es considerado desde el principio por el histórico Informe británico como solución de alivio de la infertilidad. El término alivio es muy sofisticado. Literalmente no significa que esas técnicas sean la respuesta adecuada a la esterilidad de las parejas, pero subliminalmente sugiere su aceptación como si realmente lo fueran. De hecho, la esterilidad es burlada pero no desaparece. Se satisface un deseo y se mitiga o hace desaparecer un estado de angustia. Al menos aparentemente ya que la realidad es otra. Es conmovedor cuando un médico de profesión, por ejemplo, confiesa delante de su esposa e hija de ocho o diez años de edad, conseguida gracias a técnicas de fecundación “in vitro”, que le persigue la conciencia por haber tenido a su hija de esa forma. Como médico sabía muy bien que el precio de su hija se había saldado con la producción técnica y destrucción de otros embriones humanos. Ahora bien, eso es biotanasia pura y dura.

Como invitación a la reflexión y a la responsabilidad por parte de las mujeres que se obsesionan por tener hijos a cualquier precio, me parece oportuno responder a las siguientes cuestiones. ¿En qué consiste la esterilidad humana y qué problemas humanos genera? ¿Es la procreación de laboratorio la respuesta correcta a esos problemas? ¿Hasta qué punto el tener hijos recurriendo a esas técnicas puede ser un derecho humano? La mayor parte de las mujeres que se someten a los programas de fecundación “in vitro” están obsesionadas por la maternidad. Ahora bien, la obsesión es la peor consejera para llevar a cabo una maternidad o paternidad responsable. Otras veces son mujeres caprichosas e irresponsables que buscan notoriedad o dinero. No en vano muchas de ellas son psicológicamente amaestradas para que se sometan a los programas de procreación “in vitro”, no obstante lo cual, terminan aburriéndose y abandonando el programa más frustradas que nunca.


2. ESTERILIDAD TRAUMÁTICA Y DERECHO DE PROCREACIÓN


A veces se habla indistintamente de esterilidad e infertilidad, lo cual exige alguna aclaración. Las personas o parejas estériles son aquellas que carecen irreversiblemente de capacidad de fecundación. Por ejemplo, un hombre que ha sufrido una ablación testicular o una mujer a la que se le ha practicado una histerotomía son, a partir de ese momento, estériles. Obviamente la esterilidad puede ser de nacimiento. La infertilidad, en cambio, se refiere a la incapacidad actual de concebir, de forma irreversible o transitoria, pero no implica necesariamente incapacidad para producir células germinales. Lo que ocurre es que dichas células encuentran obstáculos para desembocar en una eventual fecundación feliz. Una mujer que padece obstrucción severa de trompas, por ejemplo, pero que ovula con normalidad, es infecunda, pero no estéril. Un hombre con atrofias peniculares puede resultar infértil y no necesariamente estéril. Lo mismo puede decirse análogamente de las parejas. Hay parejas infértiles o estériles por ambas partes o por parte de alguna de ellas. Incluso una de las partes puede ser estéril y la otra infértil. Estas aclaraciones son esenciales para emitir un juicio ético correcto sobre la validez del recurso a las técnicas artificiales de procreación humana como presunta solución objetiva a la esterilidad humana.

Algunos piensan que la esterilidad es una enfermedad y, por lo mismo, cualquier tratamiento de los pacientes orientado a remediarla, aunque no desaparezca la causa que la origina, debe ser aceptado como medida terapéutica. Pero este enfoque de la cuestión es objetivamente falso. Si la causa real y efectiva no desaparece, la presunta terapia no existe más que en la imaginación y todo el proceso está basado en un cimiento realmente falso. La esterilidad femenina puede ser ovárica, tubárica y uterino-vaginal. La primera puede deberse a la ausencia congénita o adquirida de gónadas. Por ejemplo, es frecuente la ablación de los ovarios cuando generan quistes o pequeñas tumoraciones. Otras veces se produce una menopausia precoz. O existen folículos en los ovarios, pero no maduran. En este último caso es relativamente fácil inducir médicamente el proceso de maduración y consiguiente ovulación.

La esterilidad de causa tubárica se debe principalmente a una obstrucción en las trompas de Falopio, que hace imposible el encuentro del óvulo con el espermatozoide. En la raíz de estos y otros trastornos tubáricos hay siempre algún proceso inflamatorio como factor responsable. En la esterilidad de causa uterina o vaginal los factores responsables pueden ser la falta de permeabilidad en alguna zona del útero o de la vagina que impide el acceso de los espermatozoides. Otras veces la esterilidad es debida a alteraciones en la secreción útero-vaginal, las cuales impiden también el ascenso de los espermatozoides. Sin olvidar las causas de origen inmunológico. La existencia de un número elevado de células inmunológicas en el endometrio provoca la aparición de anticuerpos anti-espermatozoides que causan la muerte de éstos. Tradicionalmente la mujer solía cargar con toda la responsabilidad de la infecundidad de las parejas. Pero cada vez más los hombres van asumiendo sus responsabilidades en esta materia y se someten a los exámenes pertinentes en los que se descubre su eventual esterilidad. Las causas masculinas de esterilidad pueden deberse a patologías localizadas en los testículos, en las vías excretoras, vesículas seminales y en la próstata. En algunos casos la infertilidad masculina es debida a trastornos funcionales de eyaculación y a problemas psicológicos. Los pedagogos y psicólogos tienen mucho que decir al respecto. También en el hombre la esterilidad puede ser de origen inmunológico. Tal ocurre cuando aparece una auto-inmunidad contra los antígenos testiculares y seminales causando la muerte de los espermatozoides. Analizando estos factores puede descubrirse que la esterilidad es total o relativa, según que se trate de una azoospermia absoluta irreparable, o de una oligospermia potenciable. Sin olvidar que cada vez más la esterilidad es el precio justo que la naturaleza impone a quienes han violado sus derechos mediante prácticas anticonceptivas irracionales y, sobre todo, como ajuste de cuentas por los eventuales abortos provocados con anterioridad. La naturaleza siempre pasa factura.

En psicología se estudia la tipología de las personas estériles y se obtienen datos como los siguientes. Hay mujeres que psicológicamente rechazan el embarazo. Por ejemplo, las mujeres física o emocionalmente inmaduras, las de tipo masculino-agresivo, las que se entregan al erotismo y las crónicamente poseídas por el miedo o la ansiedad. En los hombres el rechazo de la fertilidad puede ser una reacción de algún complejo de inferioridad sexual por el hábito arraigado de la masturbación y el abuso del alcohol. El temor a resultar sexualmente débiles ante la mujer les inhibe y buscan disculpas para evitar la responsabilidad de ser padres. Tanto en la mujer como en el hombre, las relaciones afectivas con los padres condicionan psicológicamente su grado de fertilidad. La excesiva dependencia afectiva de los padres, por ejemplo, es causa muchas veces de la impotencia sexual psicógena de los hijos. En cualquier caso, cualquiera que sea la causa de la esterilidad, ésta tiene siempre repercusiones desestabilizadoras en la mayoría de las parejas estériles o simplemente infértiles. La esterilidad es una prueba dura para los cónyuges y son muchos los que no la superan.

Una foto robot de la personalidad emocional de la persona estéril podía ser la siguiente.
Alto nivel de angustia, la cual se manifiesta en el temor a ser abandonado o abandonada por no ser capaz de darse un hijo.
Susceptibilidad y hasta irritabilidad con tendencia al auto-castigo, sobre todo por parte de la mujer que se ve señalada como causante de la infertilidad de la pareja.
Hiper-protección por parte de la mujer, que asume toda la responsabilidad de la esterilidad dejando al marido fuera de cualquier implicación. Por razones diversas ella desea que la “culpable” sea ella con todas las consecuencias.
Tendencia a la depresión por parte de la mujer que vislumbraba esta situación antes de casarse y la ocultó. Otras veces se sabía que habría problemas, pero se pensó equivocadamente que, llegado el momento, los problemas serían felizmente resueltos. Culpabilidad compartida. Se deprimen alternativamente. Así, cuando el marido se encuentra buena forma, la esposa asume el peso de la culpa, y viceversa.
Sensación de fracaso. Se trata de un fracaso profundo que va más allá del hecho de no poder tener un hijo. Esto ocurre, sobre todo, cuando el hombre siente como si no fuera viril. En este fenómeno influye mucho el contexto cultural. En la mujer la sensación de fracaso se acentúa más cuando en la familia o entre sus amistades hay muchos niños.
Sentimiento de vergüenza y necesidad de ocultar la situación ante propios y extraños, los cuales a veces se comportan cruelmente con las parejas sin hijos, las son sometidas a la curiosidad constante de los demás, a las presiones familiares y a los comentarios incluso folclóricos de la gente. Amenaza de un posible castigo. En determinadas culturas la esterilidad es asociada a alguna presunta culpa. El no poder tener hijos se interpreta popularmente como castigo.
Rechazo de las parejas prolíferas. Éstas les molestan enormemente. Parece como si existiera un duelo oculto de competitividad entre los más viriles y las más femeninas y los/las menos. De ahí que la presencia de parejas muy prolíferas sea motivo de incomodidad y de rechazo por parte de algunas parejas estériles.
Abundancia de fantasías psico-sexuales de tipo castrativo y temores a ser castigados por presuntas culpas del pasado.

Muchas parejas estériles se debaten en ese estado psicológico, por cierto nada envidiable —al menos temporalmente—, y se comprende que no tengan en principio grandes reparos en someterse a cualquier técnica de reproducción artificial con tal de encontrarse algún día con una criatura en casa sin reparar en cómo lo han conseguido. Para muchas parejas, el no poder tener un hijo equivale a una frustración total y ello puede ser causa de conflictos personales muy serios, incluida la ruptura matrimonial. Otras personas hay que asumen esa situación felizmente y sienten necesidad de dedicarse a hacer el bien a los demás como proyección sublimadora y positiva de su esterilidad biológica. Pero en otros casos el deseo de tener descendencia se convierte en una obsesión patológica fuera de todo control racional. Estas situaciones son las que, con toda razón, han suscitado tanto interés por encontrar alguna solución clínica al problema de la esterilidad humana. La cuestión está ahora en saber si el puro deseo o apetencia emocional de tener un hijo justifica el recurso a las técnicas artificiales de procreación. Pero antes es preciso resolver otra cuestión importante. ¿El deseo legítimo de tener un hijo equivale a un derecho fundamental que haya de ser inexorablemente correspondido a cualquier precio? ¿Existe el derecho a procrear? De la respuesta que demos a esta cuestión dependerá en buena parte la que hayamos de dar sobre la obligación de satisfacer cualquier deseo de procrear mediante el recurso a las técnicas artificiales de laboratorio.

Piensan algunos que no es propio hablar de derecho a tener hijos. Los derechos son sobre las cosas y no sobre las personas. Las personas no pueden ser tratadas como objetos de propiedad. Más bien habría que hablar del derecho de los nascituros a tener padres. Otros, en cambio, suponen que se trata de un derecho a todo trapo ilimitado en su ejercicio. En consecuencia, el deseo de tener un hijo equivale a la expresión del derecho absoluto a tener un hijo sin reparar en los medios para lograrlo. Así las cosas, correspondería a la iniciativa privada de cada persona tomar las decisiones correspondientes en la búsqueda de su propio bien por encima de cualquiera otra consideración. En el contexto de esta mentalidad la procreación sería es un derecho individual ilimitado de cualquier mujer casada, soltera, separada, divorciada o viuda, lo mismo si la procreación se lleva a cabo de forma natural o artificial. Y lo mismo cabe decir por parte del hombre. El derecho a tener hijos sería, según esta mentalidad, absoluto e ilimitado y como tal ha de ser reconocido y garantizado por las leyes.

En el artículo 16 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, por ejemplo, puede leerse lo siguiente: «Los hombres y las mujeres, a partir de la edad núbil, tienen derecho, sin restricción alguna por motivos de raza, nacionalidad o religión, a casarse y fundar una familia; y disfrutarán de iguales derechos en cuanto al matrimonio, durante el matrimonio y en caso de disolución del matrimonio». A todo hombre y a toda mujer se les reconoce el derecho a casarse y a fundar una familia. En esta expresión se da por supuesto el derecho a procrear y tener hijos. En el artículo 23 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos «se reconoce el derecho del hombre y de la mujer a contraer matrimonio y a fundar una familia si tiene edad para ello». El derecho a procrear y a tener hijos va incluido en el derecho a fundar una familia. Todos los documentos que hablan de los derechos de la familia reconocen implícitamente la existencia del derecho a procrear y tener hijos sin ninguna limitación. En el Magisterio de la Iglesia el reconocimiento de ese derecho de los esposos a la procreación es constante. Más aún, es un derecho específico de las parejas unidas en legítimo matrimonio, de tal manera que ningún poder social se lo puede válidamente arrebatar, negar o reprimir. En este contexto, la Carta de los Derechos de la Familia, publicada por la Santa Sede el 22 de octubre de 1983, es explícita y contundente: «Los esposos tienen el derecho inalienable de fundar una familia y decidir sobre el intervalo entre los nacimientos y el número de hijos a procrear, teniendo en plena consideración los deberes para consigo mismos, para con los hijos ya nacidos, y de acuerdo con el orden moral objetivo que excluye el recurso a la contracepción, la esterilización y el aborto». Después descalifica a las autoridades públicas y organizaciones privadas que tratan de limitar la libertad de los esposos en las decisiones acerca de sus hijos. Estas intromisiones en la responsabilidad de los esposos constituyen una ofensa grave a la dignidad humana y a la justicia. Por otra parte, a las parejas estériles, obsesionadas por tener hijos a cualquier precio, la Donum vitae les recuerda que el derecho a tener un hijo es relativo y nunca el hijo puede ser considerado como objeto de propiedad, sino como un don específico del amor conyugal. Por lo mismo, las autoridades públicas no tienen competencia directa sobre los asuntos que atañen a la vida intra-conyugal.
Para entender correctamente el sentido de estas afirmaciones hay que añadir algunas aclaraciones. La misión de procrear responsablemente es un deber específico de la institución matrimonial. Se trata además de un derecho natural. Es decir, algo exigido por la naturaleza misma de la unión matrimonial y no una concesión de las autoridades públicas o instituciones privadas. Sin embargo, no es un derecho absoluto en el sentido de que tenga que ejercerse al ritmo de los procesos biológicos sin la regulación de éstos por la razón o de una manera fatal sin libertad. Natural es lo que procede de la naturaleza, que en los seres humanos está informada por el ejercicio de la razón y de la libertad. De ahí que ni las autoridades públicas ni las instituciones privadas puedan válidamente imponer criterios de procreación a los esposos. Al contrario, han de ayudarles legal y materialmente a cumplir responsablemente con esa misión que les ha confiado la naturaleza. Tampoco los esposos tienen derecho a tener hijos abandonándose fatalmente al instinto sexual, como los animalitos, o a sus deseos al margen de la razón, que mira a las condiciones imprescindibles para que la traída al mundo de un nuevo ser humano pueda ser considerada como razonable y responsable. Sobre todo en lo que se refiere a las condiciones que afectan al bien propio del niño llamado a nacer.
Paradójicamente, estas exigencias de la paternidad y maternidad responsables son justamente las que, como veremos después, no suelen cumplirse en la mayoría de los casos en los que las parejas recurren a las técnicas de procreación artificial de laboratorio. Por lo general, los deseos suplen a las razones y el bien del niño llamado a nacer es el que los futuros padres, los legisladores y médicos menos tienen en consideración. Pero hay otra paradoja. Los que piensan que el derecho a tener hijos es absoluto son con frecuencia los mismos que defienden la intervención de las autoridades públicas y sanitarias para controlar la natalidad mediante la contracepción, la esterilización y el aborto. Por el contrario, entre los que admiten que el tener hijos es un derecho natural, pero relativo, los hay que se escandalizan ante cualquier forma de autocontrol matrimonial responsable de su natalidad.

Estas paradojas nos invitan a ser razonables. Cualquier persona con dos dedos de frente y diez minutos de reflexión entiende que sólo la vida en sí misma es un débito natural absoluto. El deseo de tener hijos está condicionado, como todo deseo humano, a la razonabilidad. El tener hijos es un derecho natural como el comer y el beber. Es natural y necesario comer y beber, pero de forma razonable. Una dieta irracional en la comida y la bebida puede ser el camino más corto para llegar antes al cementerio. Por algo reza el refrán que «de grandes cenas están las tumbas llenas». Este mismo criterio es válido analógicamente para la procreación. El derecho a procrear es indiscutible y natural. Pero siempre y cuando se haga uso de él razonablemente y no egoísta pensando sólo en los intereses de los padres, sin reparar en los medios para llegar a serlo y pasando por alto los derechos y bienes de los hijos llamados a nacer.

La experiencia enseña que una dieta sexual y reproductiva irracional es todavía peor que la alimenticia, porque suele llevar a la muerte a los seres inocentes que irracional e injustamente han sido concebidos. Los que tienen hijos irracionalmente son los que después con más facilidad tienden a eludir las responsabilidades contraídas con ellos y recurren a la esterilización y al aborto. En cualquier caso quede claro que las autoridades públicas y las instituciones privadas abusan de sus poderes cuando usurpan el derecho del hombre y de la mujer, unidos en matrimonio, a establecer libremente los criterios de razonabilidad por los que se han de regir en su misión de transmitir la vida humana.

He conocido casos muy tristes de obsesión patológica por tener un hijo a cualquier precio al margen de toda razón. Comprendo desde la grandeza de la transmisión de la vida la nobleza de quienes desean tener hijos. Pero toda acción humana en cuya ejecución no se tiene en cuenta el sentido común (ese instinto espontáneo de las personas psicológicamente sanas sobre lo que es realmente bueno o malo), o no se hace uso correcto de la razón, está condenada a pagar la factura de esa preterición. A través de los hechos que se describen a continuación el lector puede tomar conciencia de la grandeza de la inteligencia del hombre en su lucha contra la esterilidad humana, pero también de las barbaridades que pueden cometerse contra la vida desde su origen.

3. INSEMINACIÓN ARTIFICIAL SIMPLE

El esperma es inyectado directamente en la cavidad uterina, en un momento próximo a la ovulación. Esta técnica está técnicamente recomendada cuando el esperma es escaso o su movimiento demasiado lento. También es una opción cuando el hombre no es capaz de eyacular en la vagina, bien por impotencia psíquica, eyaculación precoz u otras causas médicas. La inseminación artificial simple puede realizarse con el semen del cónyuge (IAC), o bien con semen de donante anónimo (IAD). El semen se "lava" para separar los espermatozoides del líquido seminal, evitando así que éste penetre en el útero con la posibilidad de irritarlo. Con esta operación se incrementa también la posibilidad de que los espermatozoides fecunden el óvulo. Se realiza a través del cuello uterino mediante una cánula muy fina. En la mayor parte de los casos es necesario hacer un tratamiento previo para inducir la ovulación con los controles de ecografía y análisis de sangre correspondientes para valorar la respuesta y realizar la inseminación. Con la estimulación ovárica se favorece el tiempo de la denominada "ventana ovulatoria" para la fecundación y se controla mejor el momento en que ésta tiene lugar. Sustancialmente es el mismo procedimiento que se sigue en veterinaria para la fecundación artificial de cualquier hembra.

Como datos a tener en cuenta para la valoración ética de esta técnica reproductiva cabe destacar los siguientes. No hay relaciones sexuales, las cuales son suplantadas por un proceso tecnológico. La inseminación y la fecundación es intracorpórea, lo cual significa que tienen lugar dentro del cuerpo de la mujer. La cuestión ahora está en el número de óvulos a inseminar y en el destino de los embriones o fetos obtenidos y no deseados. Se introduce el protagonismo de terceras personas que irrumpen en el proceso de procreación relegando la intimidad personal y el amor a un segundo plano o a ninguno. Las cuestiones éticas van en aumento a medida que las técnicas de reproducción son más refinadas y se alejan del compromiso personal, de las relaciones sexuales normales y del amor. Lo cual queda de manifiesto en las técnicas que describimos a continuación. De todos modos, y esto es lo que quiero resaltar, la inseminación artificial simple que termino de describir en el contexto de la bioética no excluye la producción y destrucción de embriones humanos y, en consecuencia, además de otros abusos obvios, deja las puertas abiertas a la biotanasia.

4. EL PRIMER SER HUMANO PROCREADO EN UN TUBO DE ENSAYO

La noche del 25 de julio de 1978 tuvo lugar un acontecimiento histórico singular. Me refiero al nacimiento por cesárea del primer ser humano fecundado en una probeta de laboratorio y transferido al seno de la señora Lesley Brown. El científico evento tuvo lugar en el Hospital General de Oldham en Lancashire, Gran Bretaña. Los pasos decisivos del pionero proceso de fecundación “in vitro” y transferencia de embrión (FIV-ET) fueron los siguientes. Lesley fue sometida a un tratamiento hormonal para estimular la maduración de óvulos en sus ovarios. Por medio de una incisión abdominal y la exploración del laparoscopio se detectó el óvulo maduro el cual fue depositado en una probeta de laboratorio que contenía sustancias nutrientes o medio de cultivo, al que seguidamente se añadió el esperma del padre para fertilizarlo. Una vez fecundado el óvulo por alguno de los espermatozoides, se lo trasladó a otro recipiente donde permaneció en un medio de cultivo adecuado produciéndose la división celular hasta el estadio de blastocisto. Tras un nuevo tratamiento hormonal, el pequeño embrión fue implantado en el útero de Lesley donde se desarrolló hasta el momento de su nacimiento.

El nacimiento de Louise Brown fue sólo el pistoletazo. En 1997 había más de 1000 clínicas de fecundación “in vitro” distribuidas en 40 países y en 1998 habían nacido ya por fecundación “in vitro” 200.000 bebés. Sólo en España se habían producido 7.000 nacimientos desde 1984 en que nació Victoria Ana. En el 2003 el número de seres humanos nacidos por fecundación “in vitro” superaba el millón y en 2005 más de 2.000.000. Cualquiera que lo desee puede satisfacer su curiosidad informativa en Internet sobre estos sorprendentes servicios de reproducción convertidos ya en una rutina cotidiana. A continuación presentamos una vista panorámica de dichas técnicas en sus aspectos esenciales y que deberían conocer al detalle antes de lanzarse a la aventura irresponsable de procrear de una manera técnica al margen del sexo y del amor.
5. MOMENTOS RELEVANTES DE LA FECUNDACIÓN IN VITRO CON TRANSFERENCIA DE EMBRIÓN (FIVET)

La fecundación in vitro es un capítulo fascinante de nuestra cultura cuyos hitos más significativos son los siguientes.

1776: Spallanzini realizó experimentos mediante la congelación de espermatozoides con nieve. Su material de trabajo fue la rana, que es muy fecunda y cuyos huevos pueden observarse a simple vista. Posteriormente se utilizaron los erizos de mar. Había una razón científica práctica muy poderosa para su elección. En el erizo de mar, en efecto, su fecundación tiene lugar naturalmente fuera del cuerpo de la hembra. Por efecto de la luz y de la temperatura expulsan sus células sexuales maduras al mar cuyo oleaje transporta los espermatozoides y los huevos facilitando así la fecundación en el medio marino. Nos hallamos ante una fecundación natural extracorpórea que presagió la actual fecundación in vitro”.

1799: Hunter consigue la gestación de una mujer con semen de su marido. 1886: Montegazza propone la creación de bancos de semen congelado. 1899: Dickinson practicó en EE.UU la inseminación artificial con semen de donante. En 1950 se habla por primera vez de la fecundación in vitro y en 1953 de inseminaciones artificiales con semen congelado y en 1969 se sabe que estas técnicas son aplicadas febrilmente en las personas.

El año 1978 es una fecha histórica culminante. Después de una década de intentos apasionados y frustrados, el 25 de julio, como queda dicho, nació en Inglaterra Louise Brown, el primer ser humano nacido por fecundación in vitro y transferencia de embrión. Como queda dicho, el feliz acontecimiento tuvo lugar en el Hospital de Oldham con el protagonismo del médico Patrick Steptoe y el biólogo Robert Edwards.

En 1984 tuvo lugar en EE.UU el primer nacimiento de un óvulo fertilizado de otra mujer y en Australia nace la niña Zoe de un embrión congelado. La congelación de embriones supone un avance técnico trascendental. La pequeña Zoe (regalo de la vida) pasó por un congelador cuando sólo tenía la edad de unas pocas células. La posibilidad de congelar embriones permitió la reserva de embriones para su uso ulterior en nuevos intentos.

Pero ¿qué hacer con los embriones congelados que no se utilizan? Surgió el problema ético de los embriones “sobrantes”. Los expertos australianos se convirtieron en los pioneros de los procesos de congelación y descongelación de embriones humanos. En julio de este mismo año nació Victoria Ana, primer nacimiento en España de una niña por la FIVTE, y al año siguiente nació en Bilbao el primer niño siguiendo la misma téc¬nica.

En 1984 surgió en EE.UU la E.T o trasplante de embriones. Una mujer californiana tenía serios problemas de ovulación y una segunda mujer fue inseminada artificialmente con esperma del marido de la primera. Pasados cinco días, el útero de la segunda mujer fue lavado con una solución nutritiva, dentro de la cual se recuperó un embrión todavía no implantado, que fue introducido en el útero de la mujer estéril. Al cabo de los nueve meses nació el niño, al que pusieron el nombre de E.T, o sea, las iniciales de la técnica utilizada (embryo-transfert).

Por las mismas fechas Carl Wood consiguió en Australia el nacimiento de otro niño con una técnica similar. En lugar de inseminar a la segunda mujer, tomó de ella un óvulo y lo inseminó en el laboratorio con el semen del marido de la estéril. Dicho óvulo fecundado fue trasplantado al útero de la mujer estéril, con el consiguiente embarazo. Con la técnica del trasplante de embriones se propició el fenómeno de las llamadas madres de alquiler o del útero prestado, de las que hablaremos después.

En 1994 las técnicas de fecundación in vitro eran ya una rutina. Aunque los fracasos seguían siendo bastante elevados, se calculaba en más de un cuarto de millón los niños nacidos por fecundación in vitro. Según datos de la Oxford In Vitro Fertilization Unit, sólo en el Reino Unido de 1983 a 1995 habían pasado por el programa de fecundación in vitro 4.212 mujeres de las cuales 1.140 habían quedado embarazadas. En 1998 se hablaba de 200.000 “bebés probeta” nacidos mediante la fecundación in vitro y por la misma fecha sólo en España desde 1984 habían nacido 7000.

En 1986 empezaron a usarse las técnicas GIFT o transferencia directa a las trompas de Falopio de óvulos y espermatozoides. También la ZIFT o transferencia del óvulo ya fertilizado a esos conductos. En 1989 se utilizó por primera vez el diagnóstico genético pre-implantatorio para detectar enfermedades hereditarias. En 1992 la microinyección o ICSI abre la posibilidad a varones estériles (a causa de su semen de mala calidad) de tener descendencia. Se trata de inyectar directamente un espermatozoide en el óvulo. En 1997 surge una gran polémica en torno a la transferencia citoplasmática que es una técnica mediante la cual el núcleo del óvulo materno es transferido al gameto de una donante. En el año 2007 se produjeron otras novedades.


6. LA EXPERIENCIA DE FECUNDACIÓN “IN VITRO” CON ANIMALES

En tiempos pasados lo normal era que los experimentos científicos en el campo de la medicina y de la salud humana se realizaran previamente con animales y así ocurrió con las técnicas de reproducción. En 1954, por ejemplo, el equipo parisino de C. Thibault logró fecundar “in vitro” óvulos de coneja. Otros expertos como R. Yanagimachi y MC Chang consiguieron en 1964 los mismos resultados con hámsteres y ratones. La gran dificultad consistía en que se desconocía lo que ocurre con los espermatozoides antes de la fecundación. Luego descubrieron que los espermatozoides de los mamíferos necesitan cumplir un requisito previo para poder fecundar el óvulo. En efecto, los espermatozoides necesitaban pasar un corto período de tiempo en el interior del aparato reproductor femenino.

Si mezclaban óvulos con espermatozoides frescos eyaculados, no se fecundaban. Por el contrario, si utilizaban espermatozoides que habían permanecido previamente durante algún periodo de tiempo en el tracto genital de la hembra, entonces tenía lugar la fecundación. Lo cual significa que el aparato genital femenino confiere al espermatozoide la capacitación espermática necesaria para fecundar al óvulo. Resultaba obvio que sin esa capacitación espermática previa las técnicas de fecundación extracorpórea in vitro no tenían futuro y, para lograrla, empezaron a utilizar espermatozoides obtenidos del epidídimo o eyaculados, los cuales se incubaban después en una solución capacitante, preparada en el laboratorio con características similares a un medio de cultivo. Este fue el primer paso decisivo para llegar al sueño de la fecundación “in vitro” tal como la conocemos hoy día aplicada a los seres humanos. Los momentos o etapas básicas que suelen seguirse en la fecundación in vitro de animales son los siguientes:

- Obtención y preparación de los espermatozoides. Unas veces se extraen mediante punción del epidídimo o del vaso deferente del animal vivo. Pero también en el matadero de animales muertos. O bien mediante electro-eyaculación.

- Lavado y selección espermática. Una vez obtenidos son lavados y seleccionados aquellos espermatozoides morfológicamente más idóneos y que presentan mayor movilidad. Seguidamente se procede a su capacitación en un medio de cultivo a base de sales minerales y moléculas orgánicas variables de acuerdo con la especie de la que se trate. Esta capacitación es básica y el tiempo puede oscilar entre unas pocas horas hasta una noche entera. En algunos laboratorios colocan los espermatozoides y óvulos juntos en un solo medio de cultivo común en el cual tienen lugar la capacitación y la fecundación al mismo tiempo.

- Obtención y capacitación de los óvulos. Cuando la operación se realiza de forma natural primero se identifica el momento preciso de la ovulación y se procede mediante una intervención quirúrgica a la extracción del óvulo maduro del oviducto. Cuando la obtención se realiza de forma artificial se procede después mediante inyecciones de hormonas con el fin de estimular una superproducción de óvulos disponibles para ser fecundados. Una vaca, por ejemplo, en el mejor de los casos sólo origina una cría por año. Mediante la superproducción de óvulos, en cambio, podría gestar más de diez crías por año.

De todos modos, los óvulos deben ser recogidos de las trompas de la hembra mediante un procedimiento quirúrgico. Este momento de la recogida es muy delicado porque pueden perderse o contaminarse los óvulos por el camino, con las consecuencias nefastas que de ahí podrían derivarse. Como los óvulos se encuentran en las trompas envueltos por las células granulosas y por la zona pelúcida, en algunos laboratorios optan por eliminar dichas células de forma que los óvulos quedan recubiertos únicamente por la zona pelúcida facilitando así el encuentro con el espermatozoide.

- La fecundación y su control. Un factor muy importante ahora es el medio de cultivo en el que se va a producir la fecundación en la probeta. Tanto los preparados para la fecundación in vitro como los de capacitación espermática, que son similares, se adquieren ya preparados y listos para su utilización en el mercado. Una vez que se dispone de los espermatozoides capacitados, de los óvulos y el medio de cultivo, sólo resta juntarlos en la plaqueta para que se produzca la fecundación. Luego se vigila atentamente sus movimientos con una lupa con el fin detectar el momento de la fecundación y controlar el proceso de división celular. Con la ayuda de un potente microscopio se advierte la presencia de los dos pronúcleos. Es de capital importancia identificar con precisión los óvulos fecundados, distinguiéndolos de los no fecundados, así como a los embriones defectuosos para promocionar los buenos y rechazar los defectuosos o indeseables.

- Destino de los óvulos fecundados. Una vez identificados los óvulos fecundados, estos son transferidos mediante una operación quirúrgica a las trompas de la hembra. La cual puede ser la madre natural, la madre receptora de la misma especie o incluso una madre receptora de otra especie. Otras veces se cultiva el embrión de una célula hasta estadios más avanzados, por ejemplo, de mórula o blastocisto. Otra alternativa puede ser la realización de una investigación puntual sobre los embriones con fines exclusivamente científicos. Por ejemplo, estudiar el papel que juega un anticuerpo o una droga sobre el desarrollo embrionario. Por último cabe proceder a la congelación del embrión o de los embriones obtenidos para su uso posterior.

Con fecha 26 de febrero de 2001 se produjo el nacimiento de 6 lechones obtenidos por fecundación in vitro como resultado del trabajo realizado por el equipo de investigación de Fisiología Animal de la Facultad de Veterinaria de la Universidad de Murcia en España. Desde hacía más de una década este equipo venía investigando en diversos aspectos relacionados con el aumento del rendimiento de la fecundación in vitro en el cerdo, ya que es una técnica que resulta especialmente problemática en esta especie si la comparamos con otras como el vacuno. En efecto, la penetración de los ovocitos por los espermatozoides en el laboratorio no es difícil, pero los embriones que se obtienen no suelen ser viables porque cada ovocito es penetrado por más de un espermatozoide y por lo tanto muere antes de llegar a estadios de desarrollo avanzados.

El primer nacimiento de lechones por fecundación in vitro tuvo lugar en el año 1985 en Cambridge, pero, a diferencia del experimento realizado en Murcia, tanto los ovocitos como los espermatozoides se obtuvieron de animales vivos. En el año 1989, un equipo italiano consiguió descendencia viva utilizando por primera vez ovocitos obtenidos de hembras muertas, a partir de ovarios recogidos en el matadero, y después de someter a estos ovocitos a un proceso previo de maduración que dura aproximadamente dos días. Poco después un equipo japonés consiguió el primer éxito utilizando espermatozoides que habían sido congelados previamente y este fue el caso del exitoso experimento realizado en la facultad de Veterinaria de Murcia.
Al igual que otros equipos alemanes y estadounidenses, el equipo murciano utilizó ovocitos y espermatozoides procedentes de animales ya muertos en el momento de la transferencia, y consiguió que se produzca la fecundación en el laboratorio. Los embriones obtenidos fueron transferidos e noviembre del año 2000 a una hembra porcina receptora y después de realizar las ecografías correspondientes se confirmó su estado de gestación. Las aplicaciones que tiene la producción de embriones porcinos en el laboratorio son muy numerosas e incluyen la posibilidad de obtener cerdos trans-génicos con las características de crecimiento, porcentajes de grasa, o resistencia e enfermedades que se seleccionen previamente. Asimismo, es importante la utilización de los cerdos trans-génicos en el campo de la salud humana como potenciales donadores de órganos para trasplantes.


7. LA FECUNDACIÓN IN VITRO EN LA ESPECIE HUMANA

El método aplicado a la especie humana es similar al descrito anteriormente para los animales de laboratorio. La variante principal se refiere a la forma de obtener el material genético, o sea, los óvulos de la mujer y los espermatozoides del hombre. Por otra parte, como el lector se habrá ya apercibido al describir el nacimiento de Louise Brown, la inseminación o fecundación in vitro (FIV) se realiza en el laboratorio y no en el cuerpo de la madre. Lo cual significa que se prescinde por completo de relaciones sexuales y que la fecundación no se realiza en el seno materno sino que es extra-corporal. Innecesario recordar que nos hallamos ante una revolución total de la procreación humana tradicional para la cual, de una forma o de otra, el amor y las relaciones sexuales entre hombre y mujer eran el referente absoluto de cara a la procreación humana. Como momentos principales del proceso me parece conveniente recordar los siguientes.

Lo más frecuente es inducir en la paciente una ovulación abundante con un tratamiento específico. Se sigue de cerca el proceso y en el momento más oportuno se practica una punción en los folículos maduros aspirando el líquido fo¬licular con los óvulos que contenga. El líquido folicular así obtenido es vertido en un recipiente esterilizado, al tiempo que se aclara la jeringuilla con el medio de cultivo. El cultivo es trasladado después a una cajita isotérmica a 37 grados de temperatura y se procede al análisis del líquido folicular en ambiente esterilizado. El cultivo de los ovocitos tiene lugar en un tubo estrecho enriquecido con albúmina sérica humana durante unas seis horas y en un desecador a 37 grados de temperatura. El contexto atmosférico está formado por un 5 por 100 de oxígeno y anhídrido carbónico y un 90 por 100 de nitrógeno. El semen se obtiene normalmente por masturbación. Hay clínicas en las que las enfermeras obtienen el semen masturbando manualmente en una sala común a los donantes de modo análogo a como se hace una toma de sangre en una sala común para hacer una analítica. Para los casos de fecundación con donante están previstos los bancos de semen congelado.

Antes de usar el semen se realiza un espermiograma con el fin de elegir los espermatozoides más aptos por su forma y movilidad. Seleccionados los más móviles se los capacita en un medio de cultivo específico. Primero se procede a su licuefacción y se lo lava por centrifugación. Luego sigue la concentración y selección de los espermatozoides más aptos por su movilidad para fecundar el óvulo. Lo deseable por razones de eficacia es obtener más de 100.000 espermatozoides móviles y transcurridas entre seis y veinticuatro horas se ponen en contacto los óvulos y espermatozoides in vitro y se une mecánicamente a cada uno de los óvulos con los espermatozoides seleccionados los cuales permanecen juntos durante 16 horas en una placa de vidrio. Entre 16 y 18 horas después se realiza la primera observación para saber cuáles son los óvulos que han quedado fecundados, los cuales son trasladados a un medio de cultivo adecuado dentro del refrigerador.

Terminada la fase de inseminación y fecundación in vitro, se procede ahora a la transferencia de los embriones (TE) o (ET) al útero de la mujer a través del cuello uterino mediante un catéter muy fino. Esta operación se realiza en el quirófano no antes de las veinticuatro horas de la fecundación para evitar el contacto precoz del embrión con la mucosa uterina. Se retira el catéter y se comprueba que todos los embriones han sido transferidos. La mujer permanece varias horas en reposo y un par de semanas después se procede a la verificación del embarazo. Unas veces son transferidos todos los embriones a la madre. Otras se dejan en conserva algunos de ellos para operaciones posteriores en caso de que los primeros intentos de embarazo resultaran fallidos. Esta conservación ha sido posible gracias a la técnica de congelación de embriones.

En los casos de fecundación in vitro de una pareja casada o en situación socialmente equiparable lo más normal es que el semen se obtenga mediante el recurso a la masturbación y los óvulos sean extraídos del cuerpo de la mujer a través de la vagina visualizando la extracción mediante ecografía. De esta forma se trata de reducir al máximo las molestias que anteriormente se producían con la incisión abdominal.

Cuando la fecundación in vitro se va a realizar con semen donado por tercera persona anónima lo habitual es sacarlo del depósito o estufa de semen previamente almacenado y congelado. Actualmente existe un impresionante aparato de propaganda, sobre todo en Internet, invitando a las mujeres a que donen sus óvulos y a los jóvenes su semen para los servicios de fecundación in vitro. Estas donaciones así como la prestación o “alquiler del útero” han terminado convirtiéndose en una especie de “opción laboral” económicamente rentable para jóvenes sin escrúpulos y con problemas psicológicos en línea roja.

8. DONACIÓN Y ALMACENAMIENTO DE SEMEN, ÓVULOS Y EMBRIONES

De la descripción sucinta que hemos hecho de la fecundación in vitro aplicada a los animales y a las personas se aprecia ya hasta qué punto científicamente hablando se puede confundir la bioética con la veterinaria. Por otra parte, además de las formas de obtener el material genético (espermatozoides y óvulos), así como el destino de los embriones eventualmente resultantes, están las cuestiones sobre la crio-conservación de embriones y bancos de esperma y óvulos. En otros tiempos se suponía que cuando una pareja no podía tener hijos era debido a algún fallo por parte de la mujer. Actualmente sabemos con toda certeza que muchas veces la causa la causa del fallo está en el hombre. Bien porque sus testículos no producen espermatozoides, bien porque estos no son suficientes y sanos. Es entonces cuando las parejas echan mano de un donante de esperma con el cual fecundar a la esposa o compañera.

Se cuenta que la primera donación de semen tuvo lugar a finales del siglo XVII y se popularizó a partir de 1930 cuando se demostró que la infertilidad de origen masculino era muy frecuente. A partir de 1953 se empezó a congelar y descongelar los espermatozoides con relativo éxito con el fin de conservar el semen para realizar pruebas de laboratorio con vistas a asegurar que estaba libre de enfermedades transmisibles. Precaución que se ha incrementado con la aparición del SIDA.

Hasta recientemente el recurso al semen donado y almacenado era lo habitual cuando el paciente carecía por completo de espermatozoides (azoospermia total), la mayoría de los espermatozoides estaban muertos (necrospermia), producía una cantidad insuficiente (oligozoospermia severa), o bien los espermatozoides estaban dotados de muy poca movilidad (astenozoospermia). En todos estos casos se recurría de forma rutinaria a la IAD o fecundación artificial con semen donado. Pero en 1992 surgió la tecnología de la inyección intra-citoplasmática de espermatozoides (ICSI), con lo cual cabía pensar que en adelante sólo en los casos de azoospermia total, cuando el varón sufra enfermedades genéticas transmisibles y en casos de incompatibilidad de Rh, la alternativa del semen donado mantendría su vigencia.

Según un cartel publicitario bien conocido, entre los muchos existentes, los requisitos para ser donante de semen son los siguientes: Tener entre 18 y 35 años de edad, ser estudiante universitario o poseer un coeficiente de inteligencia normal, no padecer por parte del donante ni de sus familiares directos trastornos genéticos ni enfermedades hereditarias, no padecer enfermedades como asma, diabetes, epilepsia o hipertensión arterial, ser seronegativo para la hepatitis vírica, sífilis, herpes, virus de la inmunodeficiencia humana y citomegalovirus, no padecer infecciones bacterianas evaluables en cultivos de sangre y semen y, finalmente, poseer un semen con características suficientes para sobrevivir a la congelación con garantías.

El semen donado por estos jóvenes se conserva congelado a –196ºC por un periodo de seis meses como mínimo con el fin de practicar las pruebas de laboratorio que permitan asegurar la ausencia de los inconvenientes antes indicados. Descartadas las enfermedades hereditarias y congénitas señaladas, se procede al examen de la primera muestra de semen en el microscopio para detectar la cantidad y movilidad de los espermatozoides. Días más tarde se repite la prueba. Si se confirma el resultado positivo se procede a una prueba de descongelación de la muestra, que es posteriormente descongelada para comprobar su capacidad de supervivencia a la congelación. Si ésta fuera aceptable, se procede a realizar los cultivos de sangre y semen y a continuación se cita al donante para que realice sus próximas entregas. Aunque se habla del carácter altruista de estas donaciones de esperma o semen surgen motivos múltiples para convertirlas en un mercadeo seminal y fuente de ingresos económicos para los donantes a la sombra del anonimato irresponsable tanto por parte de los donantes como de los receptores.
Por lo que se refiere a la donación de óvulos por parte de mujeres jóvenes, los carteles publicitarios no son menos explícitos y contundentes. La donación de óvulos se define como la entrega anónima, gratuita y altruista de algunos óvulos de una mujer para que con ellos otra mujer pueda gestar un hijo. Estos óvulos proceden de la reserva natural que existe en los ovarios y que habitualmente nunca llegan a ser utilizados. En la donación de ovocitos una mujer recibe los ovocitos producidos por otra, los cuales son fecundados con los espermatozoides del compañero en el laboratorio dentro de los programas de fecundación in vitro.

El programa de donación de óvulos tiene como objeto proporcionar la posibilidad de un embarazo a mujeres con ausencia de funcionalismo ovárico. Son mujeres que carecen de ovocitos propios, bien porque carecen de ovarios o porque han dejado de funcionar prematuramente. Actualmente, en los programas de fecundación in vitro se extraen ovocitos de una mujer y se los insemina con el semen del marido de la mujer favorecida en cuyo seno se implanta el embrión para su ulterior gestación y alumbramiento.

Para ser donante de óvulos, como para la de semen, se imponen algunas condiciones cautelares ineludibles. ¿Qué hay que hacer para donar óvulos? Según las instrucciones publicitarias de una doctora bien conocida en la materia, por poner un ejemplo entre tantos otros similares que pueden encontrarse en el apabullante aparato propagandístico existente, la donación de óvulos consiste en la entrega de varios óvulos de una mujer a otra de forma anónima para que ésta última pueda conseguir tener un hijo. En esta técnica, la mujer receptora recibe los óvulos producidos por otra mujer (donante), los cuales son fecundados en el laboratorio in vitro con los espermatozoides del marido de la mujer receptora. Los embriones así producidos se introducen un par de días después en el útero de la mujer receptora con objeto de que continúen su desarrollo, se implanten y den lugar a un embarazo.

Requisitos para ser admitida. Puede ser donante cualquier mujer física y psíquicamente sana con una edad entre 18 y 35 años sin antecedentes de enfermedades hereditarias o patologías ginecológicas previas. Una vez informada de todos los aspectos de la técnica, si decide que le interesa y antes de ser admitida como donante, se realiza gratuitamente un análisis de sangre (hepatitis, HIV, etc.), una citología y una ecografía para descartar la existencia de enfermedades infecciosas o patologías ginecológicas. Estas pruebas se realizan en un sólo día y los resultados están disponibles en una semana. El hecho de haber sido madre es un dato positivo a la hora de valorar su admisión como donante.

Qué hacer para ser donante de óvulos. La mujer donante debe realizar bajo estricto control médico las siguientes fases. Someterse a un tratamiento médico durante un periodo de tiempo de 15 a 25 días y la propia mujer se auto-administra las inyecciones por vía subcutánea en casa siguiendo las instrucciones del equipo médico. El objeto de esta medicación es conseguir más de un óvulo para que la eficacia de la donación sea mayor. Acudir 3 ó 4 veces a la consulta durante todo el proceso para hacerse una ecología ginecológica de unos 15 minutos de duración. Después de una de las ecografías el ginecólogo o la ginecóloga fija el día en que se realizará la extracción de los óvulos. Normalmente esta operación se hace por la mañana mediante una intervención quirúrgica con anestesia local o general que suele durar unos 15 minutos. A través de ecografía vaginal se ven los ovarios de los cuales es aspirado el líquido ovárico del cual son recogidos los óvulos, que son enviados al laboratorio. Al cabo de unos cinco minutos, si es anestesia local o de una hora, si es general, la paciente puede desplazarse a su domicilio y hacer vida normal. Su función como donante ha terminado. A partir de ahora todas las fases se realizan en la mujer receptora. Así las cosas, las campañas de presión sobre las mujeres jóvenes para que se hagan donantes de óvulos van en aumento. Pero digámoslo de una vez: de donación, nada de nada. Los expertos piden que se aumente la compensación económica a las jóvenes por sus “donaciones”.

Por último, dos palabras sobre la crio-conservación de embriones. Me refiero a la conservación de gametos o embriones durante largos períodos de tiempo a bajas temperaturas con el fin de utilizarlos después en la procreación humana de laboratorio o para fines científicos. Las informaciones relativas a los efectos de la congelación/descongelación de embriones humanos no son de fiar y cada equipo científico trata de destacar aquellos que más favorecen a sus intereses científicos o antropológicos. Con todo cabe recordar algunos datos orientadores al respecto. Los primeros estudios sobre congelación de embriones se realizaron hace medio siglo, demostrándose que es posible congelar y descongelar oocitos fecundados de conejo en presencia de un crioprotector. Más tarde se logró el nacimiento de crías viables de ratón a partir de embriones congelados a -196°C y -269°C Q). Los primeros intentos de crio-preservación de embriones humanos y transferencia de los mismos tuvieron lugar a comienzos de 1980 y actualmente se han convertido en una rutina en el tratamiento de la infertilidad, con unas tasas de implantación aproximándose a las obtenidas con embriones no congelados. Según un estudio realizado en Francia, el análisis de miles de casos ha permitido concluir que la gestación por embrión es menor con embriones crio-preservados que en embriones frescos. Por otra parte, se ha observado también que el daño experimentado por los embriones como consecuencia del proceso la de congelación-descongelación es del orden de un 30%. Los embriones son congelados en un medio de cultivo de tejidos que contienen crioprotectores y azúcares para lograr una congelación y formación de cristales adecuados. En forma alternativa, se utilizan protocolos de vitrificación en los que se evita la formación de cristales de hielo mediante el empleo de elevadas concentraciones de crioprotectores y velocidades de congelación muy rápidas. La descongelación se realiza cuidadosamente con la presencia de concentraciones adecuadas de azúcares no permeables con el objeto de evitar la sobrehidratación de las células al tiempo que se produce la dilución del crioprotector. Es habitual, antes de proceder a la transferencia de los embriones realizar un cultivo in vitro de los mismos descongelados durante un periodo de 24 horas para estar seguros que continúan el desarrollo. Algunos piensan que el problema no está en que la congelación afecte a la viabilidad del embrión -ya que este sería un problema técnico llamado a ser resuelto con el tiempo -, sino en el contexto en que se produce. Congelar unos días hasta acoplar su estado de desarrollo al ciclo biológico de la madre que lo va a recibir y gestar no es más que un paso más en la tecnología de la fecundación in vitro. El problema médico, ético y humano estaría es producir embriones en exceso, cosa cada vez más desaconsejable por los expertos. Los embriones producidos por fecundación, por ejemplo, de una docena de óvulos obtenidos por multi-ovulación son defectuosos dada su procedencia de óvulos menos maduros que los que se forman en un ciclo natural en cuanto a su desarrollo y capacidad de anidación. Si, a su vez, se seleccionan los mejores de entre ellos, es obvio que los "sobrantes" que se congelan son precisamente los más débiles y a los que más les afecta el proceso de congelación-descongelación. Es precisamente la sospecha de la mayor debilidad que presentan una de las causas para que los padres biológicos que ya consiguieron un hijo los abandonen en las clínicas de fecundación asistida y, obviamente, no sean fácilmente "adoptados" por otras parejas pasando, tras el tiempo que permita la ley, a disposición del centro bio-sanitario para acabar siendo destruidos o utilizados como material biológico de usar y tirar en la investigación científica. La misma probabilidad de ser defectuosos es motivo suficiente para que estos embriones sean eliminados cuando son obtenidos para uso eventualmente terapéutico. Sobre todo ante la perspectiva de que la investigación aplicada logre dominar las células madre embrionarias que proceden de ellos. Muchos exigen ya leyes que les permitan producir nuevos embriones para obtener de ellos células madre con fines terapéuticos o simplemente científicos. Después de lo que termino de decir el lector se habrá dado cuenta sin dificultad de que la bioética se diferencia muy poco de la veterinaria y que, por lo mismo, la biotanasia es asumida en el ámbito de la reproducción humana de laboratorio como una rutina. En la década de los años 1980 comenzaron a perfilarse nuevas técnicas de procreación presuntamente más eficaces y éticamente menos brutales. Recordémoslas brevemente destacando la novedad de cada una de ellas.


9. TRANSFERENCIA INTRATUBÁRICA DE GAMETOS (TIG)


Equivalente a la sigla inglesa GIFT (Gamete Intra Fallopian Transfer), consiste en poner los óvulos en contacto con los espermatozoides directamente en el interior de las trompas de Falopio suprimiendo la fecundación in vitro. Primero se obtiene el semen del marido o del donante. Luego se procede al chequeo de capacitación y selección de los espermatozoides más valiosos al tiempo que se hace un seguimiento monitorizado de los ovarios de la mujer previamente estimulados. A continuación se realiza la succión por laparoscopia de los óvulos maduros para ponerlos en contacto directo con los espermatozoides en el interior de las trompas de Falopio. Es importante destacar que tanto la inseminación como la fecundación tienen lugar in vivo, dentro del cuerpo de la madre, con lo cual se elimina la fecundación in vitro o extracorpórea así como la transferencia de embriones. Nos encontramos ante una inseminación esencialmente mecánica o artificial, pero mucho más suave que la inseminación in vitro con transferencia de embrión. Esta técnica requiere que las trompas estén sanas para que se produzca dentro de ellas la fecundación y está clínicamente indicada en los casos de baja calidad de semen de la pareja, cuando existe infertilidad de origen inmunológico e incluso cuando a la receptora se le implantan óvulos de otra mujer.



10. TRANSFERENCIA DEL CIGOTO U ÓVULO FECUNDADO A LAS TROMPAS (ZIFT)

La sigla ZIFT se traduce en inglés como Zygote intra-Fallopian transfer. Ahora lo que se coloca en la entrada de las trompas, en lugar de depositarlo directamente en la matriz, no son los gametos, como en el caso anterior, sino el óvulo ya fecundado in vitro. Dicen los técnicos que procediendo así se obtienen mejores resultados en relación con la FIVET. La novedad está en la modalidad de la transferencia del embrión quedando intacto todo el proceso de fecundación in vitro, que no desaparece. Otro detalle importante de la ZIFT consiste en que el óvulo es fertilizado mediante inyección citoplasmática de la que hablaremos enseguida. Como variantes de la ZIFT está la TET o transferencia intratubárica de embriones. La diferencia está en que la transferencia del embrión se realiza cuando éste se encuentra en un momento más avanzado de su desarrollo. También la PROST, que significa la trasferencia intratubárica en estado de pronúcleos. O sea, en un estado muy primario. La EIFT (Embryo Intrafallopian Transfer) es esencialmente lo mismo que la ZIFT con la particularidad de que el nuevo óvulo fecundado permanece fuera del cuerpo en un cultivo durante dos días hasta que alcanza el tamaño de 4 a 6 células. Sólo entonces se procede a su transferencia al cuerpo de la mujer. Los expertos dicen que estas modalidades de la fecundación in vitro están indicadas para mujeres en edad avanzada y cuando la fecundación “in vitro” con transferencia de embrión se ha llevado a cabo varias veces sin éxito.


11. INYECCIÓN INTRACITOPLASMÁTICA DE ESPERMATOZOIDES (INTRACYTOPLASMIC SPERM INJECTION ICSI)


Esta técnica comenzó a divulgarse en 1994 como clínicamente indicada para los casos de esterilidad masculina y consiste en inyectar un solo espermatozoide en el citoplasma del ovocito por medio de una sofisticada micropipeta, con lo cual se sortean todas las barreras físicas y químicas que pudieran impedir la fertilización. Esta delicada operación permite obtener la fecundación con un espermatozoide de baja calidad, previamente obtenido del testículo. Con el ICSI se elimina de antemano la competición natural de los espermatozoides, ya que se caza solo a uno para ser inyectado al óvulo. Estos son los pasos a seguir en la fecundación in vitro por microinyección de un espermatozoide en el óvulo: Obtención de los óvulos y espermatozoides como habitualmente se hace en los programas de fecundación in vitro mediante biopsia de uno de los testículos con anestesia local o mediante masturbación. El óvulo es colocado en el micromanipulador para ser observado bajo el microscopio al tiempo que se lo sujeta con una pipeta. A continuación se succiona un espermatozoide y se lo inyecta en el óvulo. Una vez que han aparecido los pronúcleos, se procede, como en toda fecundación in vitro, a incubar los embriones hasta estadios más avanzados, a su transferencia inmediata al útero materno o a su eventual congelación para usos posteriores procreativos o científicos.

Ahora bien, teniendo en cuenta que se trata de un espermatozoide débil, se platea la cuestión sobre la posibilidad de que transmita anomalías genéticas a causa de su debilidad congénita. Por otra parte, al inyectar el espermatozoide en el citoplasma se abre la vía a un eventual contaminante. Por ejemplo, un producto químico, algún virus incontrolado o incluso un ADN extraño. Esta técnica, considerada por algunos como “estrella”, se ha popularizado de forma poco responsable sin tener suficientemente en cuenta los riesgos que conlleva. En cualquier caso, si triunfa, ello significaría la superación de la FIVET para los casos de infertilidad masculina y del recurso a los donantes de semen. En 1999 algunos expertos detectaron anomalías en los niños nacidos mediante esta técnica.


12. INYECCIÓN SUBZONAL DE ESPERMATOZOIDES (SUZI) Y MICROINYECCIÓN DE NÚCLEOS DE ESPERMATOZOIDES

El espermatozoide es inyectado en el espacio perivitelino del óvulo por debajo de la zona pelúcida y después de haber finalizado la reacción acrosómica. Con esta técnica se ha obtenido un respetable porcentaje de ovocitos dañados tras la inyección, pero también un porcentaje de fertilizaciones normales del 35 por ciento. No hay resultados claros sobre las ventajas de esta técnica por relación a la anterior. Este procedimiento es clínicamente indicado cuando existe teratozoospermia severa; es decir, cuando el esperma está alterado y presenta alguna anormalidad en el 85% de una muestra se semen analizada. Como es obvio y sabido, la principal aportación del espermatozoide es su núcleo cargado de material genético. De ahí que la posibilidad de microinyectar en un óvulo el núcleo de un espermatozoide desemboque naturalmente en la unión artificial de los patrimonios genéticos paterno y materno. El procedimiento para obtener estos núcleos es relativamente simple. La microinyección de un núcleo es más sencilla, en efecto, que la del espermatozoide completo que requiere ser inmovilizado antes de ser aspirado con la pipeta. Conviene recordar que esta técnica se ha venido realizando hasta ahora sólo en veterinaria. Tratándose de la especie humana, es prefiere la micro-inyección de espermatozoides completos.


13. MICROINYECCIÓN DE CÉLULAS ESPERMÁTICAS DE ESPERMATOZOIDES MUERTOS

Células espermáticas son las que preceden al espermatozoide propiamente dicho y que poseen ya un núcleo con las características de los espermatozoides completos. Antes de transformarse en espermatozoides en su etapa final pasan por diversos estados, uno de los cuales es el denominado espermátida redondeada por la forma de su núcleo. De ahí la sigla inglesa: ROSI, (Round Spermatid Injection). Una vez aisladas estas células se microinyectan completas en el óvulo. La técnica es clínicamente indicada para los hombres que no eyaculan espermatozoides. El proceso a seguir es el siguiente.

Primero se seleccionan y extraen mediante biopsia testicular las células espermátidas y a continuación se las cultiva in vitro para que evolucionen y se conviertan normalmente en espermatozoides, con los cuales se procede a la fecundación in vitro y a la transferencia del embrión o de los embriones obtenidos al útero de la mujer. Con esta técnica se pretende superar el escollo de la esterilidad masculina evitando el recurso en muchos casos a los donantes y bancos de semen. De todos modos, hay pacientes que ni siquiera producen células espermátidas con lo cual esta técnica tampoco es válida para ellos.

En los últimos tiempos se han realizado experimentos importantes con ratones. Uno de ellos consiste en someter espermatozoides de ratón a tratamientos físicos y químicos drásticos microinyectándolos después en óvulos normales. Se observó que en algunos casos se formaban pronúcleos y se iniciaba la embriogénesis. En algunos ensayos fueron utilizados espermatozoides de ratón previamente congelados por desecación lo que produjo su muerte. Pero después de varios meses fueron inyectados en óvulos normales lo que dio lugar a un desarrollo normal que terminó en partos normales. El mismo equipo de R. Yanagimachi ha utilizado estos espermatozoides muertos como vectores de genes para crear animales transgénicos. La conclusión inmediata que se sigue de estos experimentos, según los expertos, es que el núcleo del espermatozoide de los mamíferos es una estructura muy resistente capaz de funcionar después de haber sufrido condiciones extremas, lo cual no ocurre con otras células del organismo. Así las cosas no es extravagante la pregunta sobre si en un futuro todavía lejano no será posible “revificar” óvulos y espermatozoides humanos científicamente para su posterior fecundación in vitro.

Con estos datos a la vista el lector se habrá percatado ya de que hay muchos aspectos biológicos comunes a la especie animal y humana los cuales invitan a tratar la procreación humana con los mismos métodos y criterios científicos que son aplicados en el campo de la veterinaria al margen del sexo y del amor personal. Y lo que es más. En la mayoría de las leyes (bioderecho/biojurídica) existentes sobre estas materias queda siempre alguna puerta abierta a la destrucción de embriones humanos. Obviamente, cuando tal cosa ocurre ya no podemos hablar propiamente de bioética sino de biotanasia pura y dura tal como la hemos definido. Esta derivación desde la bioética a la biotanasia puede agravarse aún más con el uso irresponsable del genoma humano y las técnicas de clonación humana de las cuales me he ocupado en otras ocasiones. Por todo lo dicho hasta aquí a título informativo mucha gente razonable y sensata se pregunta cómo se han podido corromper los nobles ideales de la bioética a favor de la vida con las sórdidas prácticas biomédicas que han sido ya avaladas por leyes parlamentarias hasta poder hablar de la biotanasia de Estado. Intentaré responder a esta pregunta en el capítulo siguiente recordando la perversión de valores humanos fundamentales que se ha producido en la cultura occidental durante la segunda mitad del siglo XX.


CAPITULO V. TRAVESTISMO DE VALORES

La corrupción de los valores humanos es como el deterioro de la fruta en el frutero. Lo lógico y sensato es que tan pronto nos percatamos de que hay una manzana podrida la retiremos del frutero para que no corrompa a las demás. Pues bien, el travestismo de valores añade una novedad a la corrupción de los mismos. Dicha novedad consiste en que, en lugar de eliminar la fruta podrida sustituyéndola por otra sana, se la recicla mental y legalmente y se la pone de nuevo en la cesta de la fruta como si fuera de más calidad aún que la anterior antes de su deterioro. Recordemos sólo algunos ejemplos ilustrativos de este fenómeno de reciclaje de valores humanos previamente putrefactados.



1. EL PRIMADO DE LA LIBERTAD CONTRA LA VIDA

Por sentido común cabría pensar que la vida de cada persona es la piedra angular de su ser y de sus derechos. Como reza el dicho popular, “mientras hay vida hay esperanza”. O bien, “lo importante es que haya salud”. Cuando elevamos la copa para celebrar un acontecimiento feliz indefectiblemente nos deseamos salud. Una persona se encuentra con un amigo al que no ve desde hace mucho tiempo y espontáneamente exclama con alegría “cómo te va la vida”. Luego se informan sobre la muerte de familiares y amigos comunes y la salud de los sobrevivientes. Todas estas expresiones y tantas otras similares expresan de una u otra forma que el solo hecho de estar vivos es la base de cualquier otro valor humano o circunstancia vital. Con estos hábitos de conducta ponemos de manifiesto que la vida es el primer valor sin el cual todos los demás carecen de fundamento y de sentido. La “lucha por la vida” se convierte así en el primer deber de nuestra existencia de suerte que todo lo demás nos es dado por añadidura.

Cuando, también en el lenguaje popular, se dice que “venga el milagro aunque sea del diablo”, lo que está en juego es la vida que a cualquier precio tenemos que salvar. De hecho, cuando se habla de “salvar”, en realidad se está hablando de salvar la vida evitando su eventual destrucción por la muerte. El miedo a la muerte no es más que el reverso del amor a la vida como lo más importante para nosotros. Ella, la vida encendida, es el motor de todo cuanto hacemos por la salud, la felicidad y la defensa de nuestros derechos frente a los demás. Con la vida lo tenemos todo, al menos potencialmente, y con la muerte lo perdemos todo, incluida la esperanza. De ahí también el dicho “más vale vivir enfermo y con dificultades en casa que muerto y feliz en el cementerio”.

Si planteamos la cuestión en el contexto de la teoría de los derechos humanos llegamos sin dificultad a la misma conclusión. La defensa razonable de cualquier derecho humano como, por ejemplo, la libertad, la salud, el salario justo o el acceso a los centros de salud o a los servicios médicos, carece de sentido sin el reconocimiento previo de todas y cada una de las personas a su vida concreta de carne y huesos, desde su orto existencial hasta su ocaso. El correcto uso de la razón no permite bajo ningún concepto que unas personas o instituciones sociales se conviertan en árbitros de la vida concreta de los demás. El verdadero humanismo y los verdaderos sentimientos de humanidad pasan por el respeto incondicional a la vida humana, sobre todo en sus momentos más débiles y menesterosos.

No obstante lo que termino de decir, en el nuevo humanismo que se ha infiltrado en la bioética el primado del respeto a la vida es frecuentemente suplantado por el primado del ejercicio de la libertad. La denominada “era de la libertad”, en el sentido que termino de indicar, se cimentó sólidamente con la experiencia de las dos guerras mundiales que asolaron la tierra en la primera mitad del siglo XX. El logro de una paz sostenida no era posible sin el reconocimiento efectivo de las libertades fundamentales que habían sido sistemáticamente reprimidas. La necesidad de paz y libertad llevó a los políticos y hombres de leyes a hacer concesiones en perjuicio de la vida humana. Sobre este escabroso tema me he ocupado en diversas ocasiones analizando el proceso de elaboración de la Carta de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas. Posteriormente el valor de la vida como piedra angular de los demás derechos humanos se ha ido devaluando progresivamente hasta el punto de que en la bio-jurídica o documentos legislativos surgidos en el contexto de la bioética casi siempre quedan resquicios o puertas abiertas para que, en nombre de la libertad personal para decidir sobre los asuntos privados, de los derechos de las autoridades públicas para decidir sobre los asuntos públicos y del derecho de investigación científica, la vida humana pueda ser eventualmente destruida mediante las prácticas abortivas, la eutanasia, el suicidio asistido y la destrucción de embriones humanos, natural o artificialmente producidos, alegando razones terapéuticas, ideológicas o simplemente científicas. Se supone que cualquiera de estas opciones es aceptable por el mero hecho de haber sido tomada democráticamente en nombre de la libertad. Lo importante no es que se respete o no esta o aquella vida concreta sino que la decisión adoptada a favor o en contra de ella sea expresión del ejercicio de la libertad personal o colectiva. En consecuencia, si una mujer opta por abortar o una persona cualquiera decide quitarse la vida, la ley, de acuerdo con esta mentalidad, tiende a asumir esas opciones como correctas y a facilitar que puedan llevarse a cabo de la forma más fácil y menos dolorosa posible.

Una vez que se ha invertido la escala de valores poniendo la libertad en el lugar que corresponde a la vida, las leyes se limitan a controlar los eventuales abusos económicos que pudieran darse y a castigar a quienes no respeten los controles o limitaciones legales. Resulta así que las leyes públicas, en lugar de defender y proteger incondicionalmente la vida como la piedra angular de todo el edificio legislativo, defienden por encima de todo la libertad aunque ello lleve consigo la eventual destrucción de vidas humanas. Son pocos los documentos legislativos emanados en el contexto de la bioética en los que no esté operativa esta mentalidad según la cual el valor de la vida es suplantado por el valor de la libertad. Ahora bien, sin entrar en la polémica generada por esta sinrazón, cabe preguntarnos qué sentido tiene hablar de derecho a la libertad si no tenemos vida. La libertad es para la vida y no la vida para la libertad. Es obvio que, si la muerte es lo peor que puede ocurrirnos es porque la vida es lo mejor que tenemos. Sin mucha libertad se puede vivir e incluso ser felices. Sin salud y vida la libertad no sirve para nada. Las leyes, por tanto, que optan por defender más la libertad de las personas y de las instituciones que la vida de todos, especialmente la de los más débiles e indefensos, son injustas y nadie está en conciencia obligado a acatarlas. Esta exaltación de la libertad y rebajamiento del respeto a la vida, insisto, quedó claramente reflejada en la Carta de las Naciones Unidas sobre los derechos humanos.


2. MANIPULACIÓN DE LOS SENTIMIENTOS CONTRA EL USO DE LA RAZÓN

Los embarazos no deseados, los achaques de la vejez y las enfermedades muy prolongadas perturban fácilmente el estado emocional de las personas. Con la circunstancia agravante de que a medida que avanzamos en edad nuestras capacidades físicas y psíquicas van disminuyendo implacablemente sin marcha atrás. Un dicho popular que refleja a las mil maravillas esa triste realidad es el siguiente: “¡con lo que yo he sido, que no se me ponía nada por delante!”. O este otro: “no pasan los años por ti”. En realidad lo que se quiere decir es que la edad causa estragos en las personas y el equilibrio emocional ante estas situaciones es profundamente perturbado lo cual contribuye poderosamente a tomar decisiones irracionales o irresponsables. La joven embarazada, por ejemplo, habla de “este puto embarazo” que no la permite seguir llevando una vida alegre e irresponsable y pide a gritos los servicios de aborto para que la quiten lo antes posible lo que lleva dentro. La mujer que tiene dificultades para conseguir un hijo acepta cualquier proposición para conseguirlo y busca un hombre a cualquier precio para que la preñe, o se somete a cualquier programa de reproducción de laboratorio. Por otra parte, hay enfermos cuyas facultades mentales llegan a debilitarse tanto a causa del dolor o de la irreversibilidad de la enfermedad que juzgan más razonable y sensato quitarse la vida por sí mismos o con la ayuda del personal sanitario, antes que seguir viviendo.

Que todo esto ocurra es comprensible. Cuando los sentimientos, cualquiera que sea su origen, perturban el uso de la razón, la lógica sentimental se impone a la lógica racional y se convierten en los peores consejeros. Pero esto, insisto, es muy comprensible cuando se conoce los entresijos de la naturaleza humana. Lo que no es razonablemente comprensible es la crueldad de quienes manipulan esos sentimientos buscando justificaciones jurídicas y falsas razones para que tales deseos provocados por el sufrimiento y el dolor sean satisfechos. Que una mujer, por ejemplo, esté obsesionada por tener un hijo contra viento y marea es comprensible. Como lo es el que una mujer quede embarazada contra su voluntad y acepte ir a una clínica abortista para abortar con todas las de la ley. Es comprensible que un desesperado quiera suicidarse indoloramente en un hospital o que un enfermo crónico pida la eutanasia. Lo que no cabe en ninguna cabeza sana y bien armada es que, en lugar de ayudar a vivir más y mejor a esas personas que se encuentran en dificultad, se colabore directamente con ellas a destruir sus vidas o la de sus hijos antes de nacer.

La perversión y travestismo de valores en estos casos se produce cuando los profesionales de la ética, de los servicios sanitarios y de las leyes públicas tratan de hacernos comulgar con ruedas de molino haciéndose eco de esos sentimientos perturbados para presentarlos como razones humanitarias y, en consecuencia, darles satisfacción mediante su protección legal. Resulta así la paradoja de que los esfuerzos por ayudar a esas personas a superar esos estados emocionales hostiles a sus vidas y a la vida de los que dependen de ellas, son presentados en el contexto de la biotanasia como signo de incomprensión y de crueldad. Como alternativa a esa presunta incomprensión y crueldad las leyes facilitan el aborto, la eutanasia, el suicidio asistido y la destrucción de embriones humanos a quienes lo pidan. Mediante la manipulación de los sentimientos se llega así a ver lo blanco como negro y lo negro como blanco. La clarividencia de esta corrupción y travestismo de valores relacionados directamente con la vida se aprecia sobre todo en las mujeres que estuvieron decididas a ir a abortar y tuvieron la suerte de encontrarse con alguien que las ayudó a dar marcha atrás. Los sentimientos desvinculados de la razón o presentados como razones son muy malos consejeros y, desgraciadamente, son los que imponen su ley en el campo de la biotanasia de Estado.


3. LEGALISMO DISFRAZADO DE ÉTICA IRRESPONSABLE

En el contexto académico existió siempre una gran pelea dialéctica entre juristas, moralistas y profesores de ética. Los hombres de leyes tienen la tendencia a aferrarse a lo que prescriben las leyes, los moralistas a los hábitos y costumbres y los titulares de la ética en el campo de la filosofía a la discusión de los principios que legitiman las leyes y regulan o deben regular la conducta humana. Pero en el humanismo clásico castizo esta polémica apenas trascendía más allá de los debates académicos sobre la primacía o interrelación entre el derecho, la ética y la moral. Sólo a título de excepción había quienes sostenían que las leyes públicas y los diversos hábitos personales y sociales de conducta se legitiman al margen de los grandes principios de la ética humana y de la teología como lugar referencia a Dios.

La novedad del nuevo humanismo en este orden de cosas consiste en que el único criterio funcional para discernir entre el bien y el mal de la conducta humana es lo que legalmente es aprobado por los cuerpos legislativos de los países denominados “democráticos”. La fuente del bien y del mal no está en la naturaleza racional del ser humano o en Dios, sino en los Parlamentos democráticamente constituidos, en los cuales los deseos y la voluntad de la mayoría de los votantes allí reunidos son sancionados y reconocidos como norma suprema e inapelable de conducta. Una vez expresados los deseos en votos y los votos se traducen en leyes escritas, los ejecutivos de las leyes abstraen de referencias éticas o principios que cuestionen esas leyes. Tanto es así que el juez que en sus decisiones se sale del marco señalado por la ley, aunque ésta sea objetivamente inhumana, es castigo como prevaricador.

Se podrá discutir sobre los sentidos de la ley y su eventual aplicación práctica de acuerdo con un sentido u otro. Pero en ningún caso saliéndose del espacio delimitado por la misma ley. Por ejemplo, una mujer quiere abortar. Desde la mentalidad legalista lo que importa no es si el aborto voluntario es una acción en sí misma humana o inhumana sino que se realice de acuerdo con las normas establecidas por la ley. Este es sólo un ejemplo patético para que se vea mejor lo que significa el legalismo sin responsabilidad ética que está de fondo en el nuevo humanismo que ha invadido el campo de la bioética. Los denominados modelos bioéticos actualmente operativos son el ejemplo más claro de cómo se ha pretendido suplantar a la ética de toda la vida por la bioética desde esta perspectiva de la dictadura de las leyes al margen de la ética de la razón y del sentido común. El legalismo o abuso de las leyes es aún más temeroso que la falta de respeto a las leyes justas y razonables. Ambos extremos son indeseables pero lo es más aún el imperio de las leyes fuera de razón que atentan directamente contra la vida humana más débil e indefensa como ocurre en el campo de la biotanasia. En este contexto de travestismo de los principios éticos en legalismo irresponsable se inscribe el denominado humanismo publicitario y de apariencias. Es otro rasgo del nuevo humanismo y consiste en la idealización de las apariencias y del prestigio social a través de los medios de comunicación social de alcance masivo. Lo importante no es ser y realizarse como personas sino aparecer y ser idealizados en los medios de comunicación. Cualquier forma de conducta, por extraña e irracional que sea, desde el momento en que los medios de comunicación social la magnifican o la presentan como buena, se convierte automáticamente en un punto de referencia a seguir e imitar.

En el caso de la bioética, los medios de comunicación social se convierten casi siempre en los portavoces de aquellas formas de conducta menos recomendables. Si, por ejemplo, un equipo de científicos pide autorización legal para producir embriones humanos y destruirlos en un momento dado, invocando razones científicas o terapéuticas, lo más probable es que la mayoría de los medios informativos apoyen esta petición presentando a la opinión pública la cuestión como un proyecto humanitario absolutamente loable. En este nuevo humanismo la gente prefiere la imagen publicitaria a la realidad y la apariencia al ser. Los sentimientos y los deseos se imponen a la razón, los medios de comunicación los idealizan públicamente, los hombres de leyes los hacen legalmente buenos y los políticos sancionan eficazmente su ejecución. Ocurre entonces que, al descartar la existencia de valores y principios objetivos universalmente válidos para todos los seres humanos, se impone la absolutización del relativismo y de las opiniones con menoscabo del conocimiento real de las cosas. Lo cual equivale a establecer como principio humanitario el que las cosas sean como a cada uno le parecen prescindiendo de cómo ellas son en su realidad pura y dura. Se confunde así la percepción subjetiva de la realidad a través de los sentimientos, las emociones y de los deseos con la realidad que sólo se percibe adecuadamente aplicando el sentido común y la razón. La verdad o adecuación de nuestras percepciones subjetivas a la realidad pura y dura pierde interés en el nuevo humanismo siendo suplantada por los deseos en bruto que son satisfechos sin pasar por el filtro previo de la razón. Lo mismo ocurre con el amor. En tiempos pasados recientes el amor quedó prácticamente reducido a técnicas sexuales entre hombre y mujer. Últimamente las técnicas sexuales son suplantadas por las técnicas de la reproducción humana sin necesidad del recurso a las relaciones sexuales. Con lo cual también el amor en el sentido fuerte del humanismo clásico queda devaluado en el nuevo humanismo que ha penetrado en el campo de la bioética. Al final terminamos cayendo en el culto a las leyes parlamentarias basadas sólo en los deseos y los sentimientos sin pasar por el filtro del sentido común o sensatez natural y de la razón.


4. PROCREACIÓN DE LABORATORIO DISFRAZADA DE PATERNIDAD RESPONSABLE

Paternidad o maternidad responsable significa que los hijos se tienen de forma razonable y prudente en un contexto de amor maduro y no como resultado de un capricho o de un golpe emocional sexualmente consumado. En la reproducción entre los animales el instinto de reproducción se consuma sin libertad ni responsabilidad. El macho y la hembra se unen ciegamente arrastrados por la fuerza bruta del instinto sin conocimiento de causa sobre lo que hacen ni libertad para hacerlo de otra manera. Por lo mismo, no son responsables ni culpables de nada. En las personas surge igualmente el instinto reproductivo natural pero esa fuerza instintiva, para humanizarla, tiene que ser procesada racionalmente y aplicada en un contexto de libertad personal. Un hombre y una mujer, antes de aventurarse a tener un hijo, se lo piensan dos veces teniendo en cuenta su situación personal y los derechos del hijo destinado a nacer. Pero una vez que un hombre y una mujer deciden libremente tener un hijo y lo enganchan a la vida, los padres ya no son libres para impedir que esa vida sea interrumpida bajo ningún pretexto personal o social. Quienes así lo hacen son literalmente unos irresponsables porque no responden a las exigencias naturales de esa nueva vida que ha sido encendida.

Es obvio que el tener hijos por falta de una educación adecuada de la sexualidad, dejándose llevar por la espontaneidad emocional, es una actitud irresponsable. Tener hijos, como cualquiera otra forma de conducta personal, no dispensa a nadie de ser razonable. Sin la aplicación del uso de la razón los actos de las personas son privados de la dignidad humana que les corresponde y de ahí la irresponsabilidad de los mismos. Igualmente son irresponsables frente a la vida quienes tienen hijos sólo por intereses económicos, de prestigio social o de autocomplacencia personal. Largo sería hablar de todo esto pero de momento sólo me interesa destacar aquí que el derecho a tener hijos no es absoluto y está condicionado principalmente por el amor a la vida y los derechos del los niños que van a nacer y no por los intereses egoístas o sociales de los padres o de la sociedad.

Hasta el año 1978, fecha en que nació el primer ser humano como resultado de un proceso científico de laboratorio, la paternidad o maternidad responsable estaba relacionada con los medios anticonceptivos y el aborto. Pero en 1978 quedó claro que para ser padres no se necesita ni amor ni sexo. Sólo se necesita someterse a una tecnología análoga a las que se usan en veterinaria, permiso legal y dinero para pagar los servicios de reproducción de laboratorio. En este contexto aquello de que cada cual es hijo de su madre no resulta tan claro como en otros tiempos. De hecho se habla ya de madres genéticas, biológicas, legales y alquiladas.

¿Y de los padres?, mejor no preguntarlo. El semen se compra y se obtiene con la misma facilidad que una muestra de sangre para una analítica. Pero esto no es todo. El concepto de paternidad responsable se ha corrompido y travestido con las técnicas de reproducción de laboratorio y muchos consideran tan responsable tener un hijo amorosa y sexualmente como conseguirlo artificialmente en un laboratorio al margen del sexo, de la razón y del amor. Con la circunstancia agravante de que la producción científica y destrucción de embriones humanos se ha convertido en una rutina y práctica habitual como quien se bebe un vaso de agua. Esto significa la derivación de la bioética hacia la biotanasia legalmente reconocida y protegida. De esta forma el verdadero concepto de paternidad responsable ha sido corrompido y presentado con un rostro nuevo aparentemente más interesante y fascinante. La procreación humana de laboratorio se disfraza así de paternidad responsable prescindiendo del sexo humano y del amor.


5. CLONACIÓN HUMANA, “NIÑOS MEDICAMENTO” Y BIOTANASIA


Entre las diversas técnicas de reproducción humana de laboratorio reviste particular interés la clonación de seres humanos. En febrero del 2004 un equipo surcoreano de catorce científicos aseguró haber clonado embriones humanos con fines terapéuticos siguiendo la misma técnica del equipo americano que clonó la famosa oveja “Dolly”. Para llevar a cabo su hazaña el equipo surcoreano recibió 242 óvulos de 16 mujeres y con ellos produjeron 30 embriones clónicos para cultivarlos hasta alcanzar el estado embrional de blastocistos. O sea, hasta 7 días después de la fecundación cuando el nuevo ser concebido posee ya unas 64 células y está listo para iniciar el proceso de implantación en el útero. Este fue el momento en que los científicos procedieron a aislar y extraer las denominadas células madre del blastocisto el cual, al ser “desguazado” privándole de dichas células muere sin remedio.

El equipo surcoreano que llevó a cabo esta hazaña fue acusado de mentir. Pero es obvio que si se avanza en este sentido aplicando las técnicas de clonación animal a la especie humana hemos cruzado la frontera de la bioética y nos hemos introducido en el campo de la biotanasia, independientemente de que la producción de embriones y su inevitable destrucción se lleve a cabo con intenciones científicas, reproductivas o terapéuticas. Lo esencial en estos casos no es la intención de curar o de investigar sino el hecho de que, sea cual sea la intención con la que se realizan esas técnicas, objetiva y realmente se causa deliberadamente la muerte de seres humanos en estado embrional, lo cual es no es bioética sino biotanasia pura y dura. Pues bien, los “bebés medicamento” son aquellos embriones humanos producidos en el laboratorio por fecundación in vitro para ser usados después como fuente de material terapéutico aprovechando sus células madre. Unas veces el embrión es desguazado extrayendo directamente la masa celular interna del embrioblasto. Cuando esto ocurre el embrión muere automáticamente. Otras veces, siempre previo diagnóstico pre-implantatorio, se destruyen los embriones no considerados terapéuticamente válidos, se selecciona sólo aquel que es considerado sano para ser implantado en la madre, la cual lo gesta y da a luz para extraer después de su cuerpo las células compatibles con las del paciente que se trata de curar. El procedimiento científico realizado en España puede ser descrito del modo siguiente.

La madre de Andrés, el niño enfermo, fue sometida a fecundación in vitro y se obtuvieron de esa forma 16 embriones, cuyo desarrollo se detuvo a los tres días. A continuación extrajeron varias células de cada embrión y el análisis del ADN de cada célula permitió identificar el gen responsable de la enfermedad en cuestión, beta-talasemia, y se descartaron los embriones portadores de dicho gen. El embrión sano o compatible fue implantado en el útero de la madre para su ulterior gestación y tras el alumbramiento se extrajo la sangre del cordón umbilical del bebé con un catéter. La toma de sangre fue depurada para evitar infecciones y se procesó para incrementar la concentración de células madre. Seguidamente esta sangre fue almacenada en un banco de cordón umbilical. Antes de ser intervenido, Andrés (el niño enfermo) fue sometido a numerosas sesiones muy agresivas de quimioterapia para vaciar su médula ósea. Cuando consideraron que era el momento oportuno, la sangre fue transferida al niño enfermo por vía venosa para que las células madre se dirigieran de manera natural hasta el interior de su sistema óseo donde se renuevan la médula ósea.

Desde el punto de vista técnico-médico la cuestión es cómo encontrar un donante totalmente compatible con aquellos enfermos que padecen enfermedades hematológicas, síndromes de inmunodeficiencia o metabólicas cuya única opción de curación por el momento depende de encontrar a ese donante de células madre sanas en la línea genética del enfermo. Pero esta técnica, en sí misma y sin entrar en cuestiones éticas, ¿funciona? A la altura del año 2009 sólo en un 10% de los casos se conseguía un bebé que pudiera facilitar esas células compatibles con el hermano enfermo y no más exitoso resultaba el trasplante de las mismas. Por otra parte, para lograr un solo caso con éxito había que producir artificialmente en el laboratorio muchos embriones condenados fatalmente a ser destruidos, lo cual nos lleva directamente al campo de la biotanasia. Una matización importante es la siguiente. En el caso presente no se procedió a extraer las células madre de la masa celular interna del embrioblasto de los embriones producidos sino que se seleccionó el embrión considerado útil para que naciera y posteriormente extraer de su cordón umbilical la sangre cuyas células madre fueron consideradas útiles para que Andrés, el hermano enfermo, las recibiera con el fin de curar la anemia congénita que padecía.

Insisto en que la concepción pionera del “niño medicamento” español se llevó a cabo mediante la selección genética de embriones para lo cual se sometió primero a la madre a un tratamiento de fecundación in vitro convirtiendo el acto reproductivo en un acto mecánico de tecnología pura y dura. Por otra parte, se produjeron varios embriones deteniendo su desarrollo a los tres días cuando tenían ocho células. Gracias a una biopsia y un análisis posterior de ADN se descartaron después los embriones incompatibles con el receptor de la donación y se implantó sólo uno en el útero de la madre, lo cual equivale a una práctica eugenésica por todo lo alto. En resumidas cuentas, se trae a la vida a unos de una forma mecánica y artificial sin otro motivo que matarlos con la intención de curar a otros violando el principio de ética elemental de que el fin bueno no justifica el recurso a medios objetivamente malos como es la producción de laboratorio de embriones humanos para ser utilizados y eventualmente destruidos en beneficio de otros. En el caso presente, en beneficio de un hermano nacido enfermo. Nos hallamos ante unas prácticas moralmente inicuas en la línea del nazismo más repugnante. Es un caso más en el que se cumple lo que hemos dicho más arriba sobre la biotanasia nazi sumergida en la bioética con la complicidad de leyes inspiradas en el sentimentalismo y el utilitarismo científico al margen de la razón y de los verdaderos sentimientos paternos de humanidad. Pero esta corrupción y travestismo de valores ha llegado ya a la cima de su apoteosis. Veámoslo en los dos apartados siguientes.


6. CELEBRACIÓN DE LO FALSO Y DE LA MENTIRA


Terminada la segunda guerra mundial se produjo un fenómeno en la civilización occidental digno de ser analizado en profundidad. Los horrores de la guerra fueron el caldo de cultivo de una actitud de reflexión responsable frente a los actos de inhumanidad, y otra de desencanto y revancha. Surgieron así personajes ilustres comprometidos con los derechos humanos y un movimiento espiritual animado por intelectuales de alta calidad preocupados por cuestiones de calado humano muy profundo relacionadas con Dios y la vida religiosa. Pero al mismo tiempo surgieron movimientos políticos y sociales liderados por personas vengativas dispuestas a resarcirse de formas diversas de los horrores de la guerra. La denominada “guerra fría” entre el bloque comunista, liderado por la Unión Soviética, y el bloque del mundo libre, liderado por los Estados Unidos de América, no consistió sólo en la carrera o lucha armamentística para dominar al mundo por las armas, sino también en la promoción de formas de conducta personales y sociales degeneradas como los secuestros, la muerte del adversario político, el terrorismo y los nacionalismos violentos, el consumo de drogas, la revolución sexual, la revolución cultural en China, el capitalismo salvaje, la prostitución, la experimentación con seres humanos, la legalización de las prácticas abortivas, la eutanasia y la procreación humana asociada a las prácticas veterinarias al margen del sexo y del amor personal. Los progresos científicos en el campo de la biotecnología y de las comunicaciones sociales han sido prodigiosos pero al mismo tiempo se han utilizado contra el hombre. Se ha progresado mucho en ciencia y tecnología pero no en humanidad. Reflexionando sobre este fenómeno paradójico me parece oportuno hacer una matización importante sobre la filosofía de fondo de la biotanasia tal como ha quedado descrita más arriba. Me refiero a la idealización primero y celebración actual de esas prácticas objetivamente inhumanas que han hecho posible la desviación de la bioética como obra de vida hacia la biotanasia como obra de muerte, como si ambas cosas fueran igualmente legítimas.

Los medios de comunicación, sobre todo los audiovisuales, cine, radio y televisión, contribuyeron poderosamente a la idealización de formas personales y sociales de conducta revolucionarias. La década de los años sesenta del siglo XX significó un momento crítico de este fenómeno con la revolución sexual, los pronósticos científicos y el desafío armamentístico entre la Unión Soviética y los Estado Unidos. La revolución de los estudiantes de 1968 fue como el crisol de este fenómeno mediante la alianza ideológica entre marxismo y freudismo llevada a cabo por Herbert Marcuse y otros ideólogos estrella del momento. Prensa, radio, cine y televisión fueron los medios que protagonizaron la idealización de la revolución cultural de valores puesta en marcha en aquella época. Pero la idealización de formas absurdas o irracionales de conducta no significaba necesariamente aprobación de las mismas. La espontaneidad sexual, las prácticas abortivas, la eutanasia, el recurso a la violencia como método políticamente correcto, la investigación con seres humanos, la promoción de la prostitución como servicio social y la simpatía creciente por los grupos terroristas hasta convertirlos en héroes nacionales, eran formas de conducta que generaban noticias del máximo impacto emocional o interés mediático, pero quedaba un margen razonable para discutir libremente sobre su aceptación como buenas. Los medios de comunicación social las idealizaban sin disimular su creciente simpatía por ellas pero los receptores de los mensajes podían expresar también con libertad su oposición con razones intelectuales sin ser molestados o castigados. Al menos en el bloque denominado “mundo libre” por relación al los países del “telón de acero” y sus satélites.

Ahora bien, ese periodo de idealización con margen razonable para la crítica intelectual desfavorable duró poco tiempo imponiéndose el criterio de lo “políticamente correcto” con lo cual se ha pasado de la idealización y la tolerancia crítica a la celebración social de esas y otras formas irracionales e inhumanas de conducta que han favorecido la consolidación de la biotanasia como una institución tan digna socialmente de respeto como la bioética. Para entender el significado de este paso de la idealización a la celebración de las prácticas biomédicas que se llevan a cabo en el contexto de la biotanasia bastará recordar algunos ejemplos ilustrativos. Cuando en julio de 1978 nació el primer ser humano como resultado de un programa de fecundación in vitro, el acontecimiento fue celebrado a bombo y platillo. Obviamente había razones para ello, pero en los medios de comunicación se puso todo el énfasis en el hecho científicamente consumado pasando por alto los puntos negros del proceso que había conducido a aquel final. Había que celebrar el resultado final como si la consumación del hecho fuera la razón legitimadora de todo el proceso. La filosofía de fondo era que todo lo que técnicamente es factible es humanamente legítimo cuando nos lo proponemos como objetivo a realizar. A partir de aquel momento las técnicas de reproducción in vitro y otras asociadas o derivadas se desarrollaron de forma admirable y se consolidó la mentalidad de que el fin de conseguir un hijo, aunque esto lleve consigo el tráfico y muerte de fetos humanos y el olvido total de los derechos del hijo llamado a nacer, está siempre justificado y debe recibir el apoyo legal correspondiente en el contexto de los derechos de reproducción. Primero se corrompió el verdadero concepto de paternidad responsable y ahora se lo sanciona como derecho humano legalmente protegido como si el loable deseo de tener un hijo convirtiera automáticamente en buenos a todos los medios utilizados para satisfacer ese deseo.

El caso de la legalización del aborto en España es un ejemplo patético pero altamente ilustrativo del travestismo de valores que se ha llevado a cabo en el contexto de la biotanasia. A finales de la segunda guerra mundial la legalización de las prácticas abortistas se convirtió en un objetivo generalizado siguiendo el ejemplo del socialismo sueco. Intelectuales, sociólogos, médicos y moralistas discutieron por activa y por pasiva este proyecto. La legalización del aborto era uno de los objetivos del humanismo socialista pero al principio quienes no eran favorables a ese proyecto inhumano podían expresar públicamente sus opiniones y razones contra el mismo. Aun los más cerriles e incivilizados reconocían por lo menos el derecho a la objeción de conciencia por parte del personal sanitario que se negara a llevar a cabo esas prácticas mortíferas tan cobardes. Pero actualmente las cosas han cambiado mucho.

En la primera década del siglo XXI la equiparación legal de las uniones homosexuales con el matrimonio natural, la legalización del aborto como un presunto derecho de cualquier mujer en el contexto del derecho a la procreación humana, la equiparación de la prostitución a los servicios sociales, el trato de preferencia social a los mayores ladrones y asesinos, todo esto y mucho más es celebrado y recibido como un signo de progreso social. Durante varias décadas de la segunda mitad del siglo XX esas y otras formas de conducta similares fueron idealizadas pero no aprobadas como formas de conducta humana recomendable. Últimamente, sin embargo, son celebradas como signos de progreso social y respeto de presuntos derechos humanos. Pero esto no es todo.

Quienes por dignidad personal, sentido común y uso correcto de la razón no pueden comulgar con estas ruedas de molino, se arriesgan a ser socialmente marginados y amenazados. La espantosa ley del aborto impuesta por la administración socialista y sus socios políticos en España en el año 2010 es un ejemplo palpable de cómo se trata de imponerla como un presunto derecho de la mujer hasta el punto de obligar a su ejecución poniendo el acatamiento al criminal precepto legal por encima de la objeción de conciencia. Es un caso elocuente en el que se ha podido apreciar un proceso de idealización, corrupción, celebración e imposición de una ley que se inscribe en el contexto de la corrupción y travestismo de valores humanos en el campo de la biotanasia de Estado. La mayor parte de los medios de comunicación idealizan las prácticas de biotanasia de Estado y los cuerpos legislativos las “regulan”, es decir, las protegen legalmente fijando las condiciones necesarias de lugar, tiempo y dinero para ser puestas en práctica con seguridad e impunidad por parte de quienes piden esos servicios y de quienes los prestan en nombre de la ley. Pero ¿cómo se puede llegar a estos extremos?, se preguntan las personas sensatas y de buena voluntad.

Después de muchos años de estudio y de experiencia profesional he llegado a la conclusión de que uno de los factores decisivos que contribuyen a la corrupción de los valores humanos primero, y a su presentación falsa y travestida después, es el dinero. Cuando el dinero suena o se busca el poder la sensatez y la razón guardan silencio. En este contexto se entiende perfectamente que los protagonistas de este fenómeno celebren actualmente el triunfo público de lo falso y de la mentira con escarnio de la vida y de los sentimientos más nobles de humanidad. Un caso práctico elocuente para ilustrar este lamentable fenómeno, insisto, puede ser la mentalidad que inspiró la ley del aborto en España en el año 2010. Se trata de biotanasia de Estado en toda su crudeza inhumana por lo que será útil recordar los criterios políticos y económicos que la respaldaron.


7. DON PODER Y DON DINERO


Basta darse un paseo por Internet para constatar la complicidad del poder político y del dinero en materia de biotanasia en el caso concreto de la ley abortista en España durante la administración socialista. Primero el Ministerio de Sanidad se negó a facilitar información sobre el número de abortos practicados en las clínicas privadas existentes. Esa cifra, se dijo, es fundamental “para saber quién se lleva el gato al agua en el lucrativo negocio del aborto”. Google no quiere ser difusor de las tesis abortistas y veta los anuncios relacionados con el aborto. Al requerimiento de esos datos informativos por parte de un senador la respuesta fue que no se haría público ese dato por respeto al secreto estadístico. Por otra parte, hasta julio del 2010 el buscador Google no había dado cobertura publicitaria a las clínicas abortistas en España pero el potente lobby de estas clínicas siniestras inició una campaña de denuncia contra el buscador por vetar los anuncios publicitarios de los abortorios españoles. Esto fue una muestra más del intento de imponer las tesis abortistas con el fin de aumentar los lucrativos beneficios económicos de esos macabros negocios. Y todo ello con el apoyo del oxígeno legal recibido por parte de la administración socialista.

Al principio Google se negó a dar cabida a este tipo de mensajes porque vulneraría su “guía editorial”, la cual tenía vetado anunciar webs que promocionaran servicios de aborto. El buscador aseguró que no tramitaría anuncios que contuvieran en las búsquedas expresiones como “diagnóstico prenatal”, “enfermedades venéreas”, “ginecología”, “planificación familiar”, “estudios de fertilidad” o “píldora del día después”. El comunicado fue enviado por Google a varias clínicas abortistas denegando su petición promocional con estos términos: “Entendemos que te preocupe que hayamos rechazado tu anuncio basándonos en nuestra política de abortos. AdWords de Google impide anunciar sitios web que promocionen servicios de aborto y que se orienten a los siguientes países y territorios: Alemania, Argentina, Brasil, España, Filipinas, Francia, Hong Kong, Indonesia, Italia, Malaisia, México, Perú, Polonia, Singapur o Taiwán”. Pero los propietarios de los centros abortistas amenazaron con apelar al Ministerio de Igualdad a fin de que presionara a Google para que retirara esta “política recriminatoria” sin excluir reclamar a la Comisión de la Competencia un posible abuso de posición dominante. ¿Resultado des estas presiones y amenazas por parte del lobby abortista? El pulso lo ganó el dinero, no la ética o la dignidad humana y el buscador dio a conocer el siguiente y vergonzante comunicado: "A raíz de algunos cambios recientes en la legislación española, hemos decidido modificar nuestra política de servicios publicitarios en materia de aborto. Desde el 13 de julio de 2010, es posible publicar anuncios relativos a servicios sanitarios de interrupción voluntaria de embarazos en España". En el mismo texto la Compañía matizó que trataba de adaptar su normativa publicitaria a la "sensibilidad cultural de cada país", además de a criterios de negocio y de carácter legal.
Con esta decisión el poderoso lobby informativo Google puso en evidencia que, por encima de consideraciones éticas o de humanidad, no está dispuesto a renunciar a los ingresos económicos de una industria multimillonaria, que ha hecho ricos a un grupo de empresarios desalmados, los cuales han basado su modelo de negocio en acabar con la vida de seres humanos inocentes y en ocultar a sus clientas las consecuencias físicas y psíquicas del aborto que quieren cometer. Los negocios son los negocios y las clínicas abortistas son un negocio seguro con mucho futuro una vez que cuenta con el respaldo legal necesario y la clientela segura entre las mujeres más desamparadas y desgraciadas del mundo. Las dos valoraciones éticas de este fenómeno tan paradójico e inhumano han sido expresadas en estas dos expresiones: “macarras de la moral” y “mercaderes de la muerte”. La primera calificación proviene del sector de los promotores y defensores de las prácticas abortistas contra sus oponentes, y la segunda del sector humanista que defiende la vida de los inocentes, que son las principales víctimas de las prácticas mortíferas. La conclusión a la que quería llegar con esta breve descripción de hechos relacionados con la biotanasia de Estado que tiene lugar con la legalización del aborto es que, cuando está de por medio el ejercicio del poder político y financiero, no hay más ética ni humanidad que la que permiten el poder y el dinero. En este contexto las prácticas abortistas y todas las demás formas de destruir vidas humanas en el contexto de la biotanasia, se han convertido en una empresa comercial altamente lucrativa que mueve volúmenes astronómicos de dinero.
Ante este hecho sociológico y cultural se rinden los políticos, los legisladores, el personal sanitario y hasta las propias víctimas del negocio de la muerte humana. Así las cosas, pienso que la única roca de salvación de la dignidad humana para la gente sensata y razonable es el refugio en la propia conciencia personal iluminada por la justicia y la bondad que brotan del Dios revelado en el cristianismo a través de la vida y hechos de Jesús de Nazaret. Lo cual no significa que hayamos de cruzarnos de brazos sin intervenir en la vida política y financiera sino todo lo contrario. No podemos quedar indiferentes sino que hemos de hacer lo que esté de nuestra parte para cambiar o al menos paliar esta triste situación. En este sentido me parece oportuno indicar algunos criterios prácticos de acción en el capítulo siguiente.


CAPITULO VI. DESAFÍO A LA BIOTANASIA DE ESTADO


¿Cómo actuar ante esta irrupción de la biotanasia cuando es promovida por las leyes públicas y las instituciones sanitarias? ¿Qué hacer ante la biotanasia de Estado blindada con leyes cómplices o que incluso fuerzan a realizar esas acciones en determinadas circunstancias? Baste pensar, por ejemplo, en lo que termino de decir sobre la legislación española sobre el aborto y lo que ocurrió con la legalización de la eutanasia en Holanda y Australia. Con la cabeza fría y un poco de sentido común cabe hacer las siguientes reflexiones de una forma lógica y graduada.


1. VOTAR EN DEMOCRACIA

Antes de nada me parece oportuno hacer una observación aclaratoria. Democracia significa literalmente gobierno del pueblo contra los gobiernos y regímenes políticos déspotas o tiranos. En la práctica la democracia lleva consigo el que los ciudadanos depositen su confianza en unas personas o grupos mediante el voto personal para que gestionen los asuntos del bien común mediante el respeto a leyes justas y humanas. Entre esos bienes comunes a gestionar el primero y fundamento de todos los demás es la vida. La diferencia fundamental, de hecho, entre un Gobierno democrático y un Gobierno dictatorial o tiránico consiste en que en las dictaduras personales un solo hombre dicta o impone a todos lo que se le antoja, ya sea ello bueno o malo, con la colaboración de unos pocos. En los regímenes democráticos, en cambio, los dictadores son los partidos políticos los cuales dictan leyes con el apoyo parlamentario de un grupo de seguidores a las órdenes de un líder. Como ejemplos de dictaduras democráticas cabe pensar en el comunismo y en el socialismo español. La democracia tiene un defecto importante que consiste en el recurso frecuente a la demagogia y manipulación del pueblo así como al falseamiento de la opinión pública. Pero tiene una gran ventaja, al menos en las dictaduras democráticas occidentales, por relación a las dictaduras personales en la medida en que los “partidos dictatoriales” (los más influyentes, insisto, se encuentran en el área del comunismo y del socialismo) pueden ser privados periódicamente del poder por otros partidos mediante el voto sensato y civilizado de los ciudadanos sin llegar a la violencia o el derramamiento de sangre.

Hecha esta aclaración previa, cabe ahora preguntarnos: ¿A quién votar sin ser cómplices de la biotanasia de Estado tal como ha sido descrita? La respuesta inmediata más razonable es no votar a los Gobiernos o regímenes políticos que legalmente la favorecen o promueven. Lo contrario equivale a colaborar directa o indirectamente en la producción legal de esas muertes humanas que tienen lugar en el contexto de la biotanasia. Es obvio que sobre la base del respeto incondicional a toda vida humana queda un margen muy amplio para votar a uno u otro partido político teniendo en cuenta las circunstancias históricas, económicas y culturales de cada país. Mientras es respetada la conciencia personal, el votante puede apoyar o retirar su apoyo de forma libre y responsable a los proyectos de un determinado partido político y al mismo tiempo votar en contra de los proyectos legislativos que favorecen la biotanasia. Pero en la práctica esta forma de proceder encuentra serias dificultades por el hecho de que los partidos políticos que promueven o favorecen la biotanasia de Estado no respetan la conciencia personal de sus militantes, los cuales son moralmente coaccionados para que voten de acuerdo con el ideario del partido de afiliación aunque ello los ponga en conflicto con los dictados de su conciencia personal. Es lo que se denomina “disciplina de partido” cuyo respeto ha favorecido la aprobación de leyes contra la vida humana. La aceptación de la disciplina de partido cuando tal disciplina lleva consigo la destrucción de vidas humanas en el ámbito de la biotanasia equivale a complicidad en esas obras de muerte. Quien vota a un partido político que avala legalmente la biotanasia colabora moralmente con quienes llevan a la práctica esas formas de destruir vidas humanas. Su conducta es equiparable a la de S. Pablo cuando sin tirar piedras contra S. Esteban colaboraba con quienes le apedreaban y la ley que se lo permitía.


2. ILEGITIMIDAD DE LOS GOBIERNOS QUE PROMUEVEN LA BIOTANASIA DE ESTADO


De lo que termino de decir surge la cuestión siguiente. ¿Es razonable poner públicamente en duda la legitimidad de aquellos Gobiernos o regímenes políticos que practican la biotanasia de Estado? Mi respuesta es que no sólo es razonable y justo sino necesario. La promoción y servicio a la vida de todos es la base natural que legitima el ejercicio de la autoridad pública. Por ello, en la medida en que un Gobierno actúa como presunto propietario de la vida y muerte de las personas pierde su legitimidad para seguir gobernando y por ello los ciudadanos pueden legítimamente sustituir a un Gobierno por otro de forma pacífica y civilizada pero eficaz. El cómo llevar a cabo esta sustitución gubernamental es un asunto que debe resolverse caso por caso teniendo en cuenta la idiosincrasia de los regímenes políticos en funciones que favorecen o imponen formas concretas de biotanasia. En cualquier caso, los que votan a esos gobiernos o simpatizan con ellos se convierten moralmente en cómplices de la biotanasia de Estado. No vale aquello de que yo voté a favor del programa económico de tal o cual partido y al mismo tiempo estoy en contra de la biotanasia de Estado que promueve o tolera. En primer lugar, el respeto a la vida humana es la piedra angular de la legitimidad de un Gobierno. Esto significa que su legitimidad para gobernar no le viene sólo del número de votos cuando estos son utilizados después para atentar contra la vida de los más débiles en el contexto de la biotanasia. El respeto a la vida de los más débiles es el criterio racional e inmutable de referencia para discernir entre la legitimidad o ilegitimidad de un Gobierno o régimen político determinado democráticamente constituido. Por lo mismo, cuando los votos se convierten en arma arrojadiza contra la vida por el uso que de ellos hacen los Gobiernos, éstos pierden su legitimidad para gobernar y deben ser sustituidos por otros lo antes posible respetando las reglas de juego establecidas por las democracias civilizadas.


3. EL DESACATO A LA DISCIPLINA DE PARTIDO


Para evitar la complicidad con la biotanasia de Estado cada vez se hace más necesario que los afiliados y militantes de los partidos políticos aprendan el arte de burlar la disciplina de partido cuando ésta favorece la destrucción de vidas humanas con respaldo legal. En este sentido pienso que es urgente preparar nuevas generaciones de gobernantes que rompan con los malos hábitos de los políticos tradicionales. Para ello hay que mentalizar a la gente joven sobre la primacía de la vida sobre la libertad y el ejercicio del poder, y la forma de hacer respetar el derecho a la objeción de conciencia personal contra la dictadura de la disciplina de partido cuando ésta nos hace cómplices de la biotanasia. Lo contrario es hipocresía o simplemente complicidad. Ocurre a veces que las leyes favorables a la biotanasia son promovidas gracias al voto consciente y deliberado de políticos movidos sólo por fanáticas ideologías, razones de poder o de estrategia política. Un caso muy escandaloso en este sentido tuvo lugar en España a finales del 2009 cuando salió adelante un proyecto de ley escalofriante sobre el aborto con la colaboración del partido nacionalista vasco, el cual había hecho siempre gala de su presunta inspiración cristiana, y de algunos pintorescos personajes que no hicieron ascos en confesarse públicamente católicos. Pero no nos engañemos a nosotros mismos con argumentos sibilinos o ingeniosos ni engañemos a los demás. La biotanasia, insisto, es la síntesis mejor lograda de nazismo actualizado y cultura de la muerte. En consecuencia, el que vota a favor de un partido político que promueve o facilita la biotanasia colabora al mayor de los males personales y sociales, cual es la destrucción de las vidas humanas más débiles e indefensas. Por lo mismo, es muy razonable y conveniente dudar de la legitimidad de aquellos gobiernos que practican la biotanasia de Estado.

La promoción y servicio a la vida de todos es la base natural que legitima el ejercicio de la autoridad pública. Por ello, digámoslo una vez más, en la medida en que un Gobierno actúa como presunto propietario de la vida y muerte de los ciudadanos o favorece legalmente la destrucción de vidas humanas, pierde su legitimidad para seguir gobernando y los ciudadanos pueden legítimamente sustituir a un Gobierno por otro de forma civilizada, eficaz y contundente. Cuando lo que está en juego es la vida humana de los más débiles e indefensos el desacato a la disciplina de partido es un deber de conciencia y no solo una opción legítima de libertad personal. En contrapartida está la obligación grave por parte del Estado de ayudar a las personas más débiles e indefensas como son las madres con dificultades para llevar a feliz término sus embarazos, los ancianos y los enfermos.


4. LA OBJECIÓN DE CONCIENCIA


Por lo que se refiere a los profesionales de la investigación médica y todo el personal sanitario o relacionado con los servicios sociales, pienso que estos tienen el deber grave de protegerse con la objeción de conciencia. Lo cual equivale a exigir sin ambages que la ley esté de su parte para negarse en rotundo a practicar acciones contra la vida humana como son el aborto, la eutanasia y otras acciones sofisticadas en el contexto de la biotanasia. La objeción de conciencia en general es el rechazo al cumplimiento de determinadas normas jurídicas por ser éstas contrarias a los principios éticos fundamentales de las personas. El conflicto entre lo que prescribe una ley y los dictados de la recta conciencia personal puede surgir en cualquier orden de la vida. Tradicionalmente era muy conocida la objeción de conciencia contra el servicio militar, contra la sumisión a los regímenes políticos totalitarios y contra las coacciones de las empresas informativas sobre la conciencia de los periodistas. En la actualidad el conflicto entre los mandatos provenientes del orden jurídico y los dictados de la conciencia personal surge constantemente en el contexto de la medicina y de los servicios de enfermería. Los médicos y el personal de enfermería se encuentran muchas veces coaccionados por la ley a realizar acciones incompatibles con los dictados de su conciencia profesional al servicio de la vida y no de la muerte. Hay profesionales de la medicina y de la enfermería que se encuentran solos sin más defensas que su propia conciencia para no intervenir en la muerte de algunos pacientes o simplemente para no ser cómplices de esas formas de conducta mortales. Esta situación resulta particularmente dramática por el hecho de que desde las instancias políticas y legislativas las prácticas abortivas, la eutanasia y el suicidio asistido tienden a ser consideradas jurídicamente como prestaciones de servicios sanitarios obligatorios con la correspondiente tarifación de los mismos en términos de financiación económica.

La nueva mentalidad dominante relativa a la biotanasia tiende sí a suplantar al tribunal de la conciencia profesional médica al servicio de la vida por el acatamiento sumiso a toda norma o mandato proveniente de los foros legislativos democráticos, aunque tales mandatos sean objetivamente irracionales o inhumanos. Frente a esta situación los profesionales de la sanidad tienen el derecho natural y el deber moral grave de exigir que, no solo el desacato a esas leyes por razones de conciencia no sea castigado, sino que sea respetado y protegido. Por otra parte están las personas que piden esos servicios mortales. Hay que escucharlas con inmensa paciencia y comprensión pero jamás ayudarlas a satisfacer sus deseos. Cada caso suele ser una triste historia y debe ser tratado de forma individual y personalizada. La obligación del Estado es crear instituciones equipadas con medios materiales adecuados para ayudar a esas personas a resolver sus problemas en lugar de crear “mataderos legales” de vidas humanas. Cualquier persona sensata que haya tenido que tratar con las personas que piden esos servicios de biotanasia comprenderá el significado de lo que termino de decir. La mayor forma de deprecio a una persona consiste en ayudarla a quitarse la vida a sí misma o a quitársela a otras cuando, por la razón que sea, se encuentra en un estado emocional perturbado que la impide usar correctamente la razón. No hay peor consejero que el sentimentalismo y el complejo de redención inspirado en el humanismo falso e hipócrita.


5. DESACATO A LA LEY Y PREVARICACIÓN CONTRA LA VIDA


Pero ¿qué hacer cuando las leyes pongan dificultades al ejercicio del derecho a la objeción de conciencia en materia de biotanasia? La respuesta es que, éticamente hablando, es lícito y obligatorio el desacato formal a la ley por parte de las instituciones sanitarias concernidas y de las instituciones administrativas de Estado que no quieran ser cómplices de esas formas de conducta. Por ejemplo, una Autonomía administrativa o una clínica tienen derecho natural a no acatar una ley general que dicta normas que promueven o favorecen la biotanasia de Estado. Este desacato no significa desprecio o insumisión general a las leyes públicas. Se trata simplemente de hacer uso efectivo del derecho personal y profesional al derecho de legítima defensa contra leyes particulares concretas que atentan directamente contra la vida humana en el contexto de la biotanasia de Estado. Por ejemplo, contra la legalización del aborto, la eutanasia y la destrucción de embriones humanos alegando pretextos diversos. Es obvio que quienes son capaces de promover o proteger esas formas de conducta profesional contra la vida humana más débil e indefensa no se retraerán de hacer cualquier cosa contra los que somos más fuertes y podemos defendernos por cuenta propia. Esto significa que hemos de hacer cuanto esté de nuestra parte para que jamás esas personas se sientan respaldadas con el voto político a su favor. Analizando el proceso de legalización del aborto en España durante la administración socialista resulta urgente el recurso a la insumisión y desacato a esa ley. De lo contrario puede llegar el día en que los mercaderes de la muerte que lideran esos “mataderos legales”, cuales son las clínicas abortistas y otras análogas, impongan su ley obligándonos a todos a pasar antes o después por ellas.

Por último, sería muy saludable mentalizar a la gente para que la biotanasia de Estado fuera tipificada en el derecho penal como delito de prevaricación contra la vida humana al modo como está tipificado el delito de prevaricación contra las autoridades y funcionarios públicos que, a sabiendas o por ignorancia culpable, toman decisiones arbitrarias o partidistas al margen del bien común protegido por leyes legítimamente establecidas y objetivamente razonables. ¿Por qué cualquier funcionario público puede ser acusado de prevaricación en el ejercicio de sus funciones por no respetar leyes y normas inventadas por hombres y mujeres como ellos, y al mismo tiempo los que prevarican contra la vida, que es la piedra angular de toda ley humana, quedan impunes? Esto es tan absurdo e insensato como tirar piedras contra el propio tejado. Pienso que sería bueno para todos el que se iniciara una nueva era de la jurisprudencia en la que cualquier funcionario de la administración pública que haya dictados sentencias contra la vida haciéndose cómplice de la biotanasia de Estado pueda ser llevado a los tribunales para ser juzgado por delito de prevaricación contra la vida.


6. Cigoto y secuencias alu

A pesar de todo lo dicho hasta aquí, no faltará algún listo o ingenuo que ponga reparos en nombre de la ciencia a los juicios negativos vertidos contra la biotanasia. Por ello me parece oportuno terminar este pequeño discurso recordando dos hallazgos científicos de alta calidad. El término técnico Cigoto es fundamental en genética y para cualquier discurso ético cualificado sobre cuestiones biomédicas. Literalmente es la traducción del término griego zigotós que significa uncido, y zigós que significa yugo. Ambos, a su vez, tienen su matriz en el verbo zigow que significa uncir. De ahí el uso de este término en biología para significar la célula u organismo procedente de la unión de dos células las cuales constituyen una nueva unidad o individuo biológico distinto de cada una de las células uncidas. Más exactamente, cigoto (o zigoto) es la célula inmediata resultante de la unión de un óvulo y un espermatozoide. En el contexto de la clonación cigoto es el resultado inmediato de introducir el núcleo de una célula (embrional o adulta), en un óvulo previamente desnucleado. Es lo que en biotecnología pura y dura se denomina transferencia nuclear. Cabe afirmar sin lugar a dudas que el momento clave para resolver el problema del estatuto biológico del embrión humano y del respeto que le es debido se encuentra en su etapa de pre-implantación y concretamente en el cigoto.

Para entender todo el alcance de esta afirmación me parece oportuno recordar los datos mejor conocidos del proceso de fecundación y del desarrollo del embrión antes de la implantación en el útero materno. Durante este tiempo previo a su implantación en el útero materno el embrión es llamado blastocisto. Pues bien, es preciso insistir en que el término inmediato de la fecundación es un individuo de la especie humana en desarrollo, de acuerdo con la programación biológica impresa en el genoma. Este es un dato científico constatado sobre el cual no caben dudas sustanciales razonablemente justificadas. Ahora bien, ese sujeto activo o individuo orgánico, resultante de la fecundación, ¿ha de ser tratado ya desde el primer momento como una persona humana? ¿Es lo mismo decir ser humano que persona humana? La respuesta es afirmativa pero vayamos por partes.

El resultado inmediato de la fecundación o fusión de óvulo y espermatozoide se denomina CIGOTO o embrión unicelular. Nos hallamos ante un nuevo organismo de la especie humana. Nuevo, por relación a los gametos antes de su fusión, y de la especie humana en el supuesto de que proceden de un hombre y una mujer. Pero antes de llegar hasta este extremo han ocurrido muchas cosas de las que cabe destacar las siguientes. 1) La denominada reacción acrosomial, que permite al espermatozoide atravesar la frontera de las células glanulosas que rodea al óvulo y unirse a la zona pelúcida. 2) Cruce rápido de la zona pelúcida y fusión de gametos o singamia, que activa el metabolismo del óvulo fecundado con el comienzo del desarrollo embrionario, y la reacción cortical que regula la entrada del espermatozoide en el óvulo. 3) La formación de los pronúcleos y el comienzo de segmentación o división celular.

Los expertos describen brillantemente todo este proceso durante el cual se aprecia cómo la fusión de los gametos es un proceso irreversible que marca el comienzo de un nuevo organismo, que es el CIGOTO o embrión de una sola célula. Lo esencial para determinar el valor de este nuevo organismo unicelular consiste en que el cigoto posee el patrimonio genético y molecular de la especie humana. O lo que es igual, el CIGOTO contiene el código genético que define la esencia física de nuestra individualidad (materia signata quantitate) o porción de materia biológica humana cuantificada. En consecuencia, la información del nuevo genoma dirige desde el estadio unicelular o cigoto todo el desarrollo embrionario posterior. Horas después de la fecundación los dos pronúcleos se liberan de la capa que los recubre determinando la mezcla de los cromosomas paternos y maternos, con lo cual el embrión unicelular o cigoto se prepara para realizar su primera división celular. Llegados a este momento es de capital importancia resaltar el hecho científico de que la activación coordinada del nuevo genoma PRECEDE y no depende del encuentro de los pronúcleos y de la aposición de los cromosomas. Lo cual significa que el CIGOTO con su genoma constituido es el sujeto de inhesión que permanece en todo el proceso vital de un ser humano desde el momento de la fecundación hasta la muerte. Pero sigamos adelante explicitando el significado de este dato científico.

Contra lo que se pensaba hasta hace poco tiempo, los ejes del desarrollo embrionario comienzan a definirse ya a los pocos minutos y en las horas siguientes a la fecundación o fusión de los gametos. A la luz de los últimos conocimientos biológicos cabe afirmar que si los ejes de desarrollo embrionario y el destino celular comienzan a definirse de forma tan precoz queda poco o ningún margen para sostener que los embrioides o embriones precoces sean considerados como un mero cúmulo o puñado en bruto de células indefinidas capaces de todo y de nada. Por el contrario, el embrión humano precoz es un sistema armónico en el que todas las partes potencialmente independientes funcionan juntas para formar un nuevo organismo individual.

Por otra parte, una vez constituido el cigoto, éste comienza a subdividirse en células hijas más pequeñas denominadas blastómeros. Con una particularidad importante y es que el embrión en su conjunto no cambia de dimensiones, quedando encerrado en la zona pelúcida que le protege e impide adherirse a las paredes tubáricas. El resultado de estas divisiones es la mórula, así llamada por su parecido a una mora. Las células que constituyen el estrado más externo de la mórula están destinadas a formar el trofoblasto que termina constituyendo los tejidos del corion o parte embrionaria de la placenta. Las células internas, a su vez, están destinadas a formar la masa celular interna (ICM), que dará origen a los tejidos embrionarios y asociados con éstos cuales son el saco vitelino, los amnios y alantoide.

La mórula inicial no posee todavía una cavidad interna. Pero hacia el cuarto día de la fecundación y existencia del cigoto dotado de su código genético correspondiente, se transforma en blastocisto, el cual sí tiene ya cavidad interna con su ICM o masa celular interna. Huelga recordar que el periodo de preimplantación del embrión o cigoto en proceso de segmentación tiene lugar en la trompa de Falopio. Al cabo de siete días después de la fecundación, si nada ni nadie se lo impide, el blastocisto se instala en la mucosa uterina como quien se instala en un nuevo piso acomodado a las nuevas circunstancias de la vida. En todo momento se ha producido un diálogo cruzado materno-embrionario y la preparación para la implantación. Como conclusión del diálogo bioquímico que se establece con la madre prepara al embrión para la implantación. La compleja e intensa interacción materno-embrionaria es decisiva para el correcto desarrollo del embrión implantado. La relación madre-hijo comienza desde el momento matemático de la fecundación y continúa a lo largo de todo el embarazo mediante un diálogo bioquímico, hormonal e inmunológico. Pero no todo queda ahí. Esta relación intrauterina marcará el desarrollo posterior del nuevo individuo quedando una “memoria” imborrable del contacto biológico y de los canales de comunicación que tuvieron desde el momento preciso de la fecundación hasta el final del embarazo.

Al llegar aquí cabe hacer una observación muy importante. Me refiero al hecho de que el sujeto de inhesión sobre el que tiene lugar la segmentación es el cigoto y que todo lo que le ocurre con la segmentación está presidido y dirigido por el genoma instalado en él. Por lo mismo, cualquier intervención sobre el cigoto, la mórula o el blastocisto puede ser beneficiosa o mortal para el nuevo individuo de la especie humana en marcha. De ahí la irresponsabilidad de los científicos y juristas más desaprensivos empeñados en restar importancia al periodo de implantación del embrión con el fin de utilizarlo como puro material de laboratorio con fines científicos, eugenésicos o terapéuticos. Cualquier tipo de diagnóstico prenatal constituye un riesgo gravísimo de dañar y destruir la vida del nuevo individuo de la especie humana diseñada en el cigoto unicelular o sujeto de inhesión permanente durante todo el proceso vital preimplantatorio.

Por si quedara todavía alguna duda sobre la naturaleza individual y humana del cigoto recordemos los datos científicos siguientes. Las secuencias Alu son fragmentos de ADN de aproximadamente 300 pares de bases. Son las secuencias móviles más abundantes del genoma humano. Probablemente proceden del gen 7SL ARN, que forma parte del complejo ribosomal. El estudio de las secuencias Alu es muy útil para investigar la diversidad del patrimonio genético de las poblaciones humanas y la evolución del orden de los primates. Sabemos de su existencia desde 1979 y actualmente se calcula que existen más de 7.000 secuencias Alu, las cuales permiten identificar el material genético humano distinguiéndolo del material genético del resto de las especies vivas. La técnica de identificación de las secuencias Alu es aplicada actualmente en las prácticas forenses y de acuerdo con la naturaleza y funciones de las mismas, se puede afirmar con toda seguridad que cada cigoto es una unidad de vida y en cuanto portador de secuencias Alu en su genoma es vida humana y no animal o vegetal. En razón de la presencia de las secuencias Alu el cigoto o embrión unicelular es la única célula que contiene en sí misma, a su modo, todas y cada una de las estructuras que constituyen al individuo de la especie humana. En razón de esta tutipotencia, el cigoto se constituye desde el primer momento en un individuo de la especie humana en estado unicelular. Los miles de millones de células que van apareciendo después así como todas las estructuras biológicas concomitantes que se van organizando, están contenidas ya en la unidad viva inicial que denominamos cigoto. Esos son sus omnímodos poderes. Lo cual significa que desde la constitución del cigoto existe ya su condición humana distinta específicamente de la vida de las otras especies vivas.

Científicamente hablado la condición humana del cigoto como término inmediato de la singamia del material genético humano aparece ya reflejada en las secuencias Alu. Tras la fusión de las membranas de las células germinales el núcleo y el centrosoma del espermatozoide se vierten al citoplasma del óvulo. Se produce así la singamia y con ella una vida en estado unicelular que es el cigoto. Este nuevo ser actúa ya como una unidad o sujeto biológico que se desarrolla al compás marcado básicamente por su propio genoma. Lo cual significa que el cigoto no es un conjunto de células indiferenciadas. En efecto, hoy sabemos con certeza científica que el lugar a través del cual el espermatozoide penetra la zona pelúcida, y posteriormente la membrana del óvulo, determina junto con el corpúsculo polar del óvulo el eje a lo largo del cual tiene lugar la primera división del cigoto para generar un embrión de dos células. Así pues, desde que el espermatozoide fecunda al óvulo se establece ya el eje a lo largo del cual se dividirá el cigoto. Por lo mismo, el fenómeno de la gemelación sólo demuestra que el cigoto es divisible pero no cuestiona que sea un individuo. O sea, una unidad biológica, en este caso, indivisa en sí misma y dividida o separada de cualquiera otra unidad. Así pues, en el caso de los gemelos monoovulares existe un primer individuo que se desarrolla de acuerdo con su programa, y un segundo individuo que, procede del primero o ha estado contenido en el, pero que se desarrolla con su propio programa de desarrollo independientemente del de su hermano. De hecho, se han descrito casos de gemelos monoovulares en los que uno de ellos estaba afectado por el síndrome Down y no su hermano. O bien uno de ellos es afectado por una determinada patología y el otro no. Todo apunta a que el cigoto es desde el momento matemático de su aparición un individuo de la especie humana de suerte que todo lo que hacemos a su favor o en contra lo hacemos a favor o en contra de un ser humano en su primera cuna existencial. De todo lo cual cabe deducir que la pretensión de justificar la biotanasia de Estado en nombre de la ciencia es una sinrazón y una impostura más grande aún que la pretensión de justificar el racismo nazi aplicando los conocimientos actuales sobre el genoma humano.


CONCLUSIÓN


Al final de este breve paseo por la bioética y la biotanasia cabe concluir recordando que la bioética, entendida como amor y servicio a la vida, es una conquista de la inteligencia y una esperanza de felicidad para las futuras generaciones. La biotanasia, por el contrario, es el reverso negativo de la bioética y lleva consigo siempre alguna forma de dar muerte a vidas humanas, sobre todo en los momentos más bajos y críticos de su existencia. La bioética bien entendida es siempre obra de vida y orgullo de la inteligencia. La biotanasia, en cambio, es siempre obra de muerte y un insulto a la naturaleza humana. La forma más civilizada de salir al paso de la cultura de la muerte en la que se desarrolla la biotanasia consiste en educar a las nuevas generaciones en el amor a la vida rompiendo con el pasado cultural que hemos recibido a favor de la muerte. Para ello hay que cambiar las estructuras sociales y políticas, en las que se apoya la biotanasia, negando sistemáticamente el voto político a las personas que con sus ideas, instituciones jurídicas y formas de gobierno la favorecen. En esta materia la neutralidad es una forma de complicidad responsable ante el tribunal de la vida.

El recurso a la objeción de conciencia y el desacato a las leyes que toleran o promueven la biotanasia, así como a la disciplina interna de los partidos políticos que no respetan la conciencia personal de sus afiliados, son armas que la razón y la sensatez recomiendan a todas las personas sanas y honestas para defenderse de una manera civilizada y eficaz contra las zanáticas obras de muerte que se llevan a cabo en el ámbito de la biotanasia tal como ha quedado definida. Pero estas recomendaciones de la sana razón no surtirán los efectos deseables mientras no se destrone al poder del dinero y del dominio sobre los demás mediante un compromiso amoroso con la vida de todo individuo humano que viene a este mundo sin hacer excepciones. Por último, cabe recordar a los ingenuos e irresponsables que la vida humana pasa siempre factura cuando es maltratada y que sólo por la senda de la bioética como amor incondicional a la vida de cada individuo humano, sin exclusiones legalmente establecidas, tenemos derecho a ser felices ya que entre la vida y la muerte no hay término medio. Por consiguiente, o estamos con la vida mediante la bioética o estamos con la muerte mediante la biotanasia. Las alternativas a este dilema son todas falsas y de ellas hemos de responder antes o después ante el tribunal de la vida. NICETO BLÁZQUEZ, O.P.